Cuentos de Humor

El Asombroso Circo Digital

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Pomni había oído hablar de juegos de realidad virtual antes, pero nunca se había imaginado que terminaría atrapada en uno, especialmente no en uno tan loco como El Asombroso Circo Digital. Un día, mientras exploraba la última tecnología de realidad virtual, Pomni se encontró frente a un casco de aspecto extraño. Era un prototipo, sin etiquetas ni instrucciones, abandonado en una esquina de la sala de exposición. Algo en ese casco llamó su atención, como si estuviera hecho a medida para ella.

Sin pensarlo mucho, Pomni se lo puso. En cuanto lo hizo, sintió un mareo, y su visión se llenó de luces y colores que giraban a su alrededor. De repente, todo se oscureció, y al abrir los ojos, ya no estaba en la sala de exposición, sino en un mundo completamente diferente. El cielo era un caleidoscopio de colores brillantes, y a su alrededor había estructuras que parecían sacadas de un sueño febril, con formas que desafiaban la lógica y la gravedad.

“Bienvenida al Asombroso Circo Digital,” resonó una voz en su cabeza, seguida de una risa que no presagiaba nada bueno. Frente a ella apareció una figura flotante, un payaso digital con una sonrisa ancha y perturbadora. “Yo soy Caine, el maestro de ceremonias de este espectáculo. Y tú… tú eres nuestra más reciente estrella.”

Pomni trató de quitarse el casco, pero pronto se dio cuenta de que no había manera de escapar. Estaba atrapada en el juego, y lo peor de todo, no estaba sola. A su alrededor, comenzaron a aparecer otras figuras, cada una tan confusa y desorientada como ella.

Primero apareció Jax, un joven con una actitud descarada y una sonrisa torcida que no dejaba de hacer bromas pesadas, incluso en medio de la confusión. Luego estaba Ragatha, una chica de aspecto alegre y optimista, aunque su entusiasmo parecía forzado, como si intentara convencerse a sí misma de que todo iba a estar bien. Gangle, una figura alta y delgada, lloriqueaba sin parar, con una máscara que cambiaba entre una expresión de tristeza extrema y otra de completa desesperación. Zooble, quien se mantenía a distancia, observaba todo con una mirada crítica, murmurando para sí misma sobre cómo todo estaba terriblemente mal hecho. Finalmente, estaba Kinger, un hombre mayor con una corona torcida sobre su cabeza, que no dejaba de mirar a su alrededor con paranoia, convencido de que cada rincón del circo ocultaba algún peligro mortal.

“Bien, mis queridos artistas,” dijo Caine con una voz que goteaba dulzura, “¡es hora de la primera actuación! ¡Prepárense para la aventura más emocionante de sus vidas!”

Antes de que pudieran responder, el suelo bajo sus pies se transformó en un trampolín gigante, lanzándolos a todos por los aires. Pomni gritó, pero en lugar de caer, siguió flotando en el aire, rodeada de burbujas de colores. Jax, riéndose a carcajadas, intentaba hacer acrobacias en el aire, mientras que Ragatha trataba de atrapar a Gangle, quien se había enrollado sobre sí misma en un intento de protegerse. Zooble, con los brazos cruzados, simplemente flotaba con una expresión de fastidio, y Kinger giraba descontroladamente, gritando sobre alguna conspiración.

Las risas de Caine resonaban por todo el circo mientras las burbujas los llevaban a través de una serie de obstáculos imposibles: aros de fuego que se materializaban de la nada, paredes que cambiaban de forma constantemente, y trampas que se activaban al menor error. No había reglas ni lógica en este mundo, y cada vez que pensaban que habían superado un desafío, aparecía otro aún más ridículo y peligroso.

Pomni intentaba mantenerse cuerda en medio de todo esto, recordándose a sí misma que esto no era real, que solo era un juego. Pero cada vez que uno de sus compañeros caía en una de las trampas, o cuando ella misma sentía el dolor de un golpe, la línea entre la realidad y el juego se desdibujaba un poco más.

El tiempo en el circo no parecía seguir ninguna regla. No había día ni noche, solo un constante flujo de eventos caóticos que mantenían a los seis en constante movimiento. Y a pesar de sus diferencias, comenzaron a depender unos de otros para sobrevivir. Jax, a pesar de su comportamiento molesto, era sorprendentemente hábil para sortear los obstáculos más complicados. Ragatha, con su optimismo inquebrantable, se convirtió en el apoyo emocional del grupo, siempre encontrando una razón para seguir adelante. Gangle, aunque frágil, tenía una intuición sorprendente para evitar los peligros. Zooble, con su obsesión por la perfección, era invaluable para resolver los puzles más intrincados. Kinger, con su paranoia, era el primero en detectar las trampas ocultas, aunque a veces veía peligros donde no los había.

Pero Pomni, siendo la recién llegada, luchaba por encontrar su lugar en el grupo. A menudo se sentía como una carga, incapaz de contribuir realmente. Sin embargo, también era la que más desesperadamente quería escapar, lo que la motivaba a seguir buscando una salida, incluso cuando los demás comenzaban a resignarse a su destino.

Un día, mientras intentaban descifrar un laberinto de espejos, Pomni se separó del grupo. Las risas de Caine resonaban por todo el laberinto, y cada vez que intentaba orientarse, su reflejo le mostraba caminos diferentes. Desesperada, cerró los ojos y comenzó a correr, sin importarle hacia dónde. Cuando finalmente se detuvo, se encontró en una sala completamente blanca, con una única puerta frente a ella.

Con el corazón latiendo con fuerza, Pomni abrió la puerta y entró en una sala oscura, donde una figura esperaba en el centro. No era Caine, ni ninguno de sus compañeros. Era ella misma, pero no la versión digital atrapada en el circo, sino la versión real, tal como era antes de ponerse el casco.

“¿Quién eres tú?” preguntó Pomni, aunque ya sabía la respuesta.

“Soy tú,” respondió la figura. “O al menos, lo que queda de ti. Cada vez que te sometes a los juegos de Caine, pierdes un poco de ti misma. Estoy aquí para advertirte: si no encuentras una manera de escapar, pronto no quedará nada de lo que eres. Serás solo otra marioneta más en este circo.”

Pomni sintió una oleada de desesperación. “¿Cómo salgo de aquí? ¡Tiene que haber una manera!”

La figura negó con la cabeza. “No lo sé. Pero tienes que seguir intentándolo. No puedes rendirte. Los otros están empezando a aceptar este mundo, pero tú… tú tienes que luchar.”

Antes de que pudiera decir algo más, la sala comenzó a desvanecerse, y Pomni se encontró de vuelta en el laberinto, con los reflejos distorsionados riéndose de ella.

Cuando finalmente se reunió con los demás, Pomni decidió no contarles lo que había visto. Sabía que la información solo los desmoralizaría más. Pero en su interior, la determinación de escapar se fortaleció. Ahora, más que nunca, estaba decidida a encontrar una salida, no solo por ella, sino por todos los demás.

Con el tiempo, Pomni comenzó a notar patrones en el comportamiento de Caine. Aunque parecía impredecible y caótico, había momentos en los que repetía ciertas secuencias o frases. Con cada nuevo desafío, Pomni prestaba atención a los detalles más pequeños, buscando cualquier pista que pudiera ayudarles a salir.

Finalmente, un día, mientras atravesaban un campo de trampolines que cambiaban de color, Pomni tuvo una revelación. Los colores de los trampolines correspondían a un patrón que había visto en una de las secuencias de Caine. Siguiendo ese patrón, guiando a los demás, lograron activar un portal que los llevó fuera del campo, a una nueva área del circo que no habían visto antes.

La nueva área era diferente a todo lo anterior. No había colores brillantes ni formas extrañas. Todo era gris, monótono y silencioso. Caine no aparecía, y por primera vez desde que llegaron, no había música ni risas.

“Creo que estamos cerca,” dijo Pomni en voz baja, sintiendo que algo importante estaba a punto de suceder.

Caminaron en silencio, hasta que llegaron a una puerta gigantesca que dominaba el final del pasillo. Al abrirla, se encontraron en una sala de control, con pantallas que mostraban todas las áreas del circo. Y en el centro de la sala, un pedestal con un gran botón rojo.

Kinger fue el primero en hablar. “Esto… esto tiene que ser una trampa, ¿verdad?”

Pomni miró el botón, sintiendo que todas las piezas finalmente encajaban. “No lo creo. Esto es lo que Caine no quiere que encontremos. Es la salida.”

Jax se rió, nervioso. “¿Y qué pasa si no lo es? ¿Qué pasa si presionamos ese botón y solo empeora todo?”

“Entonces al menos lo habremos intentado,” respondió Pomni, acercándose al pedestal.

Los otros la observaron en silencio, sabiendo que ella tenía razón. Sin más palabras, Pomni presionó el botón. La sala se llenó de un ruido ensordecedor, y las pantallas comenzaron a parpadear, mostrando imágenes de su mundo real, sus vidas antes del circo.

Con un destello final de luz, todo se desvaneció.

Pomni abrió los ojos lentamente, encontrándose de vuelta en la sala de exposición, con el casco ahora a sus pies. Se sentía mareada, pero estaba entera. Miró a su alrededor y vio a los otros, todos despertando, todos tan confundidos y aliviados como ella.

“¿Lo logramos?” murmuró Jax, frotándose los ojos.

Pomni asintió, aunque aún no podía creerlo. “Lo hicimos. Estamos fuera.”

Ragatha comenzó a llorar de alivio, mientras Kinger y Zooble se apoyaban el uno en el otro, incapaces de hablar. Gangle se quedó en silencio, mirando al casco con una mezcla de miedo y odio.

Pomni se inclinó para recoger el casco, pero antes de que pudiera tocarlo, lo arrojó a un rincón con todas sus fuerzas. No importaba si alguien más lo encontraba, nunca más se pondría un casco de realidad virtual en su vida.

“Esto… esto nunca pasó,” dijo finalmente, rompiendo el silencio. “Nosotros nunca estuvimos aquí. Nunca entramos en ese circo.”

Los demás asintieron, todos de acuerdo. Y así, sin más palabras, dejaron la sala de exposición, cada uno de ellos decidido a olvidar la pesadilla que habían vivido en El Asombroso Circo Digital. Pero en el fondo de sus mentes, todos sabían que, de alguna manera, ese mundo virtual siempre estaría con ellos, recordándoles el peligro de los juegos que parecen demasiado buenos para ser verdad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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