Cuentos de Humor

El Asombroso Circo Digital Mágico

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo perdido entre montañas y campos verdes, algo extraordinario estaba a punto de ocurrir. Todo comenzó una soleada mañana cuando, de repente, el sonido de motores gigantescos y el rugido de camiones rompieron la tranquilidad del lugar. Los habitantes del pueblo, acostumbrados a una vida tranquila, salieron a sus puertas, curiosos por ver qué sucedía.

Allí, en la entrada del pueblo, una fila interminable de casas rodantes y camiones enormes avanzaba lentamente. Nadie en el pueblo había visto algo así en muchos, muchos años. La emoción empezó a crecer, especialmente entre los niños. ¿Qué sería aquello? ¿De dónde venía esa caravana de vehículos extraños?

Los camiones se detuvieron en el gran campo que estaba al final del pueblo, y de ellos comenzaron a salir personas vestidas de manera muy peculiar. Eran hombres y mujeres con ropas llenas de colores brillantes, algunos con sombreros ridículos y otros con caras pintadas como si fueran payasos. Parecían muy ocupados, pues en poco tiempo empezaron a descargar grandes trozos de lona de colores, piezas de metal y cuerdas largas. Los niños, curiosos y emocionados, se acercaron para ver qué estaban construyendo.

Pasaron varias horas y, poco a poco, las piezas comenzaron a tomar forma. Una gigantesca carpa, de colores vivos y brillantes, se alzaba en medio del campo. El viento la hacía ondear como si estuviera viva, y los niños miraban con ojos enormes y sonrisas en sus caras. ¡Era un circo! No cualquier circo, no, este era algo nunca antes visto. La carpa no era como las que se habían visto en otros pueblos. Estaba llena de luces parpadeantes que cambiaban de color y, al caer la noche, proyectaban figuras extrañas en el cielo.

Cuando todo estuvo armado, los habitantes del pueblo se reunieron alrededor de la carpa, curiosos y emocionados por lo que estaba por venir. En la entrada, colgaron un gran cartel que decía en letras doradas y luminosas: «El Asombroso Circo Digital Mágico». Nadie sabía qué significaba, pero no les importaba. Todos querían entrar y descubrir las maravillas que prometía.

Mientras tanto, una suave melodía comenzó a sonar desde el interior de la carpa. Era una canción extraña, algo entre un himno alegre y una melodía de cuento de hadas. Los niños y las niñas, que ya no podían contener su entusiasmo, corrieron hacia la entrada, seguidos por sus padres. ¡No podían esperar más! ¿Qué tipo de espectáculo se escondería detrás de esas lonas de colores?

Finalmente, las puertas se abrieron, y los tambores comenzaron a sonar con fuerza. Una luz cegadora iluminó el centro del escenario, y, de repente, una figura apareció en medio de la pista. Era alto, muy alto, con un sombrero de copa negra y un traje elegante que brillaba bajo las luces. Con una gran sonrisa en su rostro, el hombre levantó los brazos y la multitud enmudeció. Era el Maestro de Ceremonias.

—¡Damas y caballeros, niños y niñas! —gritó el Maestro de Ceremonias con una voz profunda y resonante—. ¡Bienvenidos al Asombroso Circo Digital Mágico! ¡Donde lo imposible se hace posible, y la magia se mezcla con la tecnología!

A su alrededor, comenzaron a aparecer personajes aún más peculiares. Payasos de colores vibrantes que hacían malabares con objetos luminosos, arlequines que saltaban y bailaban con movimientos graciosos, y bufones que hacían reír a la multitud con sus gestos ridículos. La pista se llenó de vida, y los niños no sabían hacia dónde mirar. Había tanto que ver, tanto que disfrutar.

De repente, el sonido de rugidos atronadores llenó la carpa. Un grupo de animales apareció: leones, tigres y elefantes, pero estos no eran animales comunes. Sus cuerpos brillaban como si estuvieran hechos de luces, y cuando se movían, dejaban estelas de colores en el aire. Los niños aplaudían emocionados, incapaces de creer lo que veían.

El Maestro de Ceremonias continuaba narrando cada acto con su poderosa voz, mientras dirigía la atención de la multitud de un espectáculo a otro. Acrobacias en el aire, saltos imposibles sobre trampolines que parecían impulsados por algún tipo de magia. En lo alto de la carpa, los trapecistas volaban de un lado a otro, dejando a todos con el corazón en la boca.

Pero lo más impresionante aún estaba por venir. Cuando parecía que nada más podía sorprender a la audiencia, el Maestro de Ceremonias sonrió misteriosamente y señaló hacia el centro del escenario. Los tambores comenzaron a sonar con más fuerza, y desde el fondo, rodando lentamente, apareció una esfera gigantesca hecha de metal. La esfera era tan grande que casi llenaba todo el escenario.

—Y ahora —anunció el Maestro—, les presentamos el acto más peligroso y emocionante de todos: ¡la esfera de la muerte!

Dentro de la esfera, dos motociclistas vestidos de negro y con cascos brillantes entraron y comenzaron a girar lentamente. La multitud contenía la respiración mientras los motociclistas aceleraban, dando vueltas más y más rápido, hasta que sus movimientos parecían formar un torbellino de luces dentro de la esfera. Los niños gritaban de emoción, mientras los adultos se aferraban a sus asientos, asombrados por la valentía de los artistas.

Cuando el acto terminó, la carpa entera estalló en aplausos. Pero el circo aún no había terminado. Con un giro dramático, el Maestro de Ceremonias volvió al centro del escenario y levantó una cuerda que parecía flotar en el aire. Los niños miraban boquiabiertos mientras un valiente artista subía a la cuerda floja. Pero esta cuerda no era normal. Estaba suspendida sobre un cañón gigante, una apertura oscura y misteriosa que parecía no tener fondo.

—¡La cuerda floja sobre el Gran Cañón! —exclamó el Maestro.

El artista comenzó a caminar lentamente sobre la cuerda, balanceándose en el aire mientras la multitud contenía el aliento. Paso a paso, se acercaba al otro lado, y justo cuando parecía que iba a caer, realizó una voltereta impresionante en el aire y aterrizó suavemente en el extremo opuesto. Los aplausos fueron ensordecedores.

El espectáculo continuó con más maravillas y magia, cada acto más impresionante que el anterior. Y cuando la última luz se apagó y el Maestro de Ceremonias dio su despedida final, los habitantes del pueblo sabían que nunca olvidarían lo que habían visto esa noche.

El Asombroso Circo Digital Mágico desapareció tan misteriosamente como llegó. Al día siguiente, cuando el sol volvió a salir, no quedaba ni rastro de la gran carpa ni de los artistas. Sin embargo, algo había cambiado para siempre en el pueblo. Los niños, que siempre habían soñado con aventuras y mundos fantásticos, ahora sabían que la magia existía, aunque solo fuera por una noche.

Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de recuerdos inolvidables, el pueblo volvió a su vida normal, pero con una chispa de magia que nunca desaparecería.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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