En un lejano reino rodeado de montañas y grandes bosques vivía la princesa Maira, quien no era una princesa común y corriente. Maira era valiente, tenía una risa contagiosa y siempre estaba buscando aventuras. A diferencia de otras princesas, no esperaba que la rescataran; a menudo, era ella quien terminaba ayudando a sus amigos cuando se metían en problemas.
Entre sus amigos más cercanos estaban Lorenzo y Pedro. Lorenzo era un chico muy inteligente, siempre llevaba consigo un libro en el que parecía encontrar todas las respuestas a sus preguntas. Pedro, por otro lado, era más aventurero, siempre listo para una nueva travesura y, por supuesto, nunca salía sin su espada de madera.
Un día, mientras paseaban por el bosque encantado cerca del castillo, sucedió algo inesperado. Un ogro gigantesco, de color verde y bastante torpe, apareció entre los árboles. Con sus grandes pies, el ogro tropezaba con las raíces y sacudía los árboles cada vez que se movía. Sin embargo, su plan era claro: atrapar a la princesa Maira.
—¡Ja! ¡Te atraparé, princesa! —gruñó el ogro, acercándose a ellos.
Maira, que no era fácil de asustar, levantó una ceja y observó cómo el ogro se tambaleaba mientras intentaba alcanzarla. En lugar de correr, ella simplemente dio un paso hacia atrás y dijo:
—¿En serio? ¿Crees que vas a atraparme así?
El ogro, claramente confundido por la actitud desafiante de Maira, continuó con su torpe persecución. Lorenzo, que había estado observando todo con su libro en la mano, decidió intervenir.
—¡Maira, cuidado! Este ogro puede ser torpe, pero sigue siendo peligroso —dijo Lorenzo, ajustándose las gafas.
Pedro, sin pensarlo dos veces, desenvainó su espada de madera y se lanzó hacia el ogro.
—¡Yo me encargo de esto! —gritó, con su espíritu aventurero.
El ogro miró a Pedro, luego a la espada de madera, y soltó una carcajada tan fuerte que hizo que algunos pájaros salieran volando de los árboles cercanos.
—¿Tú? ¿Con esa espadita? —se burló el ogro, sujetando a Maira con una mano enorme.
A pesar de que el ogro la había atrapado, Maira no parecía preocupada en absoluto. De hecho, estaba disfrutando de la situación.
—Bueno, ya que me tienes atrapada, ¿qué piensas hacer ahora? —preguntó, cruzando los brazos mientras colgaba en el aire.
El ogro se quedó en silencio por un momento, claramente no había pensado tan lejos.
—Ehh… bueno… no sé. Nadie me había hecho esa pregunta antes —respondió el ogro, rascándose la cabeza.
Lorenzo, que había estado hojeando frenéticamente su libro buscando una solución, tuvo una idea.
—Ogro, si quieres ser un verdadero captor de princesas, necesitas ser más inteligente. No se trata solo de atrapar a alguien, tienes que saber qué hacer después —dijo con voz seria.
El ogro, sorprendido por el consejo, dejó a Maira en el suelo y miró a Lorenzo con interés.
—¿De verdad? ¿Y cómo se hace eso? —preguntó el ogro, genuinamente interesado.
Pedro, aprovechando la oportunidad, se acercó y, con su espada de madera, apuntó hacia el ogro.
—Si realmente quieres aprender, deberías dejar de ser tan malo y torpe. Tal vez puedas unirte a nosotros, ¡y aprender cómo ser un buen amigo en lugar de un ogro malvado!
Maira, divertida por la situación, sonrió.
—Sí, ogro, parece que te vendría bien algo de ayuda para mejorar tu técnica —dijo, dándole una palmada en el brazo.
El ogro, que nunca había pensado en tener amigos, se sentó en el suelo, reflexionando. Después de unos minutos, dejó escapar un largo suspiro.
—Bueno, la verdad es que nunca quise ser un ogro malvado. Es solo que… todos los demás ogros siempre han sido malos, así que pensé que yo también debía serlo.
Lorenzo cerró su libro y se acercó al ogro.
—Tal vez puedas cambiar eso. Podrías ser el primer ogro que sea… amable. ¿No sería más divertido tener amigos en lugar de asustar a la gente?
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.