Cuentos de Humor

El Ogro que no sabía atrapar princesas

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un lejano reino rodeado de montañas y grandes bosques vivía la princesa Maira, quien no era una princesa común y corriente. Maira era valiente, tenía una risa contagiosa y siempre estaba buscando aventuras. A diferencia de otras princesas, no esperaba que la rescataran; a menudo, era ella quien terminaba ayudando a sus amigos cuando se metían en problemas.

Entre sus amigos más cercanos estaban Lorenzo y Pedro. Lorenzo era un chico muy inteligente, siempre llevaba consigo un libro en el que parecía encontrar todas las respuestas a sus preguntas. Pedro, por otro lado, era más aventurero, siempre listo para una nueva travesura y, por supuesto, nunca salía sin su espada de madera.

Un día, mientras paseaban por el bosque encantado cerca del castillo, sucedió algo inesperado. Un ogro gigantesco, de color verde y bastante torpe, apareció entre los árboles. Con sus grandes pies, el ogro tropezaba con las raíces y sacudía los árboles cada vez que se movía. Sin embargo, su plan era claro: atrapar a la princesa Maira.

—¡Ja! ¡Te atraparé, princesa! —gruñó el ogro, acercándose a ellos.

Maira, que no era fácil de asustar, levantó una ceja y observó cómo el ogro se tambaleaba mientras intentaba alcanzarla. En lugar de correr, ella simplemente dio un paso hacia atrás y dijo:

—¿En serio? ¿Crees que vas a atraparme así?

El ogro, claramente confundido por la actitud desafiante de Maira, continuó con su torpe persecución. Lorenzo, que había estado observando todo con su libro en la mano, decidió intervenir.

—¡Maira, cuidado! Este ogro puede ser torpe, pero sigue siendo peligroso —dijo Lorenzo, ajustándose las gafas.

Pedro, sin pensarlo dos veces, desenvainó su espada de madera y se lanzó hacia el ogro.

—¡Yo me encargo de esto! —gritó, con su espíritu aventurero.

El ogro miró a Pedro, luego a la espada de madera, y soltó una carcajada tan fuerte que hizo que algunos pájaros salieran volando de los árboles cercanos.

—¿Tú? ¿Con esa espadita? —se burló el ogro, sujetando a Maira con una mano enorme.

A pesar de que el ogro la había atrapado, Maira no parecía preocupada en absoluto. De hecho, estaba disfrutando de la situación.

—Bueno, ya que me tienes atrapada, ¿qué piensas hacer ahora? —preguntó, cruzando los brazos mientras colgaba en el aire.

El ogro se quedó en silencio por un momento, claramente no había pensado tan lejos.

—Ehh… bueno… no sé. Nadie me había hecho esa pregunta antes —respondió el ogro, rascándose la cabeza.

Lorenzo, que había estado hojeando frenéticamente su libro buscando una solución, tuvo una idea.

—Ogro, si quieres ser un verdadero captor de princesas, necesitas ser más inteligente. No se trata solo de atrapar a alguien, tienes que saber qué hacer después —dijo con voz seria.

El ogro, sorprendido por el consejo, dejó a Maira en el suelo y miró a Lorenzo con interés.

—¿De verdad? ¿Y cómo se hace eso? —preguntó el ogro, genuinamente interesado.

Pedro, aprovechando la oportunidad, se acercó y, con su espada de madera, apuntó hacia el ogro.

—Si realmente quieres aprender, deberías dejar de ser tan malo y torpe. Tal vez puedas unirte a nosotros, ¡y aprender cómo ser un buen amigo en lugar de un ogro malvado!

Maira, divertida por la situación, sonrió.

—Sí, ogro, parece que te vendría bien algo de ayuda para mejorar tu técnica —dijo, dándole una palmada en el brazo.

El ogro, que nunca había pensado en tener amigos, se sentó en el suelo, reflexionando. Después de unos minutos, dejó escapar un largo suspiro.

—Bueno, la verdad es que nunca quise ser un ogro malvado. Es solo que… todos los demás ogros siempre han sido malos, así que pensé que yo también debía serlo.

Lorenzo cerró su libro y se acercó al ogro.

—Tal vez puedas cambiar eso. Podrías ser el primer ogro que sea… amable. ¿No sería más divertido tener amigos en lugar de asustar a la gente?

El ogro, emocionado por la idea, se levantó de un salto.

—¡Me gusta esa idea! —exclamó—. Seré el primer ogro amigable del bosque. ¡Ya no atraparé princesas, solo haré nuevos amigos!

Y así fue como el ogro, Maira, Lorenzo y Pedro se convirtieron en un grupo de amigos bastante inusual. Paseaban juntos por el bosque, y el ogro, aunque seguía siendo un poco torpe, aprendió a controlar su fuerza y a ser más cuidadoso.

La gente del reino pronto se enteró de la noticia: ¡el ogro del bosque ya no era una amenaza, sino un amigo! Los niños comenzaron a visitarlo, y él les contaba historias sobre los días en que intentaba ser un ogro malvado (aunque siempre con risas al final). Por su parte, Maira, Lorenzo y Pedro siguieron viviendo muchas más aventuras juntos, ahora con un nuevo compañero gigante y verde.

El ogro, cuyo nombre resultó ser Toruk, se convirtió en una parte importante de la vida en el bosque y del reino. Cada semana, organizaba «Tardes de cuentos con Toruk», donde se sentaba bajo un gran roble y contaba historias divertidas a los niños. Había algo mágico en escuchar a un ogro tan grande hablar con ternura y humor, lo que hacía que todos lo adoraran aún más.

Un día, mientras Maira, Lorenzo, Pedro y Toruk estaban jugando cerca del río, algo inesperado sucedió. Un enorme dragón aterrizó en el claro, sacudiendo el suelo con su aterrizaje. Su piel era de un verde brillante y sus ojos dorados brillaban con intensidad. El dragón no parecía malvado, pero sí muy serio.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el dragón con una voz profunda—. He escuchado rumores de que un ogro está contándole historias a los niños en lugar de asustarlos. ¿Es cierto?

Toruk, aunque impresionado por el tamaño del dragón, se adelantó con valentía y asintió.

—Sí, soy yo. Antes solía asustar a la gente, pero ahora me gusta ser su amigo. ¿Qué tiene de malo eso?

El dragón lo miró con curiosidad, volviendo su atención a Maira, Lorenzo y Pedro.

—¿Y ustedes son sus amigos? —preguntó, bajando su enorme cabeza para mirarlos más de cerca.

—Sí, somos sus amigos —dijo Maira, sin vacilar—. Toruk nos ha enseñado que, a veces, lo que parece ser malvado solo necesita una oportunidad para ser bueno.

El dragón suspiró, liberando un pequeño humo de sus fosas nasales.

—Siempre pensé que los ogros eran solo malos por naturaleza. Pero veo que estaba equivocado. Quizás también necesito cambiar mi punto de vista.

Maira, siempre rápida para aprovechar una oportunidad, sonrió.

—Podrías quedarte aquí con nosotros. Toruk organiza tardes de cuentos, y los niños te adorarían. ¡Además, nunca han visto un dragón tan impresionante!

El dragón, sorprendido por la invitación, se quedó en silencio por un momento. Luego, con una gran sonrisa, asintió.

—Me gusta esa idea. Tal vez también pueda aprender algo de este ogro tan especial.

A partir de ese día, no solo Toruk, sino también el dragón se unieron a las aventuras de Maira, Lorenzo y Pedro. El dragón, que ahora era conocido como Drakor, se convirtió en un nuevo amigo, y juntos, los cinco compartieron muchas risas, historias y travesuras.

Y así, lo que comenzó como una historia de un ogro torpe tratando de atrapar a una princesa, se transformó en una leyenda de amistad y aceptación, donde no importaba si eras un ogro, un dragón o un niño; lo único que importaba era el poder de la bondad y las risas compartidas.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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