En un pequeño pueblo donde todo parecía funcionar según las reglas del calendario, vivían cinco personajes con nombres muy particulares: Julio, Marzo, Noviembre, Diciembre y Lola. Cada uno de ellos tenía una personalidad muy especial y se caracterizaban por meterse en las aventuras más extrañas.
Un día soleado, cuando el aire estaba tan limpio que casi se podía ver a las plantas respirar, Julio propuso una idea que cambiaría el curso del día para todos: «¿Y si exploramos el bosque que está detrás del colegio? Dicen que allí hay plantas raras y líquidos extraños que nunca nadie ha visto.»
«¿Líquidos extraños?» preguntó Marzo, siempre curioso. «Eso suena interesante, pero, ¿y si nos encontramos con algo peligroso?»
«¡Bah, qué tonterías!» respondió Diciembre, siempre el valiente del grupo. «Si nos encontramos con algo raro, lo investigamos y listo. Además, ¿qué puede salir mal?»
Lola, la más sensata de los cinco, suspiró. «Ya sé que algo va a salir mal, siempre es así con ustedes.»
Con la decisión tomada, los cinco amigos se dirigieron al bosque. A medida que se adentraban en él, las plantas empezaron a parecer más grandes y extrañas. Algunas parecían estar cubiertas de un líquido pegajoso, otras emitían olores que no podían describir. Noviembre, quien solía ser el más sensible a los olores, comenzó a estornudar cada pocos segundos.
«¡Estas plantas deben tener algo en sus hojas!» exclamó, mientras trataba de alejarse de una enredadera que parecía intentar abrazarlo.
«Son las hormonas que liberan,» explicó Lola, quien siempre había sido una apasionada de la ciencia. «Las plantas también tienen sus mecanismos de defensa.»
Diciembre, emocionado por todo lo que veía, decidió tocar una planta que parecía inofensiva, con hojas grandes y suaves. Sin embargo, tan pronto como lo hizo, un chorro de líquido salió disparado hacia su cara. «¡Puaj! ¿Qué es esto?» gritó, tratando de limpiarse la cara.
Julio y Marzo se rieron tanto que casi se caen al suelo. «Parece que la planta no quiere que la toques,» bromeó Marzo, mientras seguían caminando.
Pero lo que no sabían es que se estaban adentrando en una zona aún más extraña del bosque. Las plantas no solo parecían tener vida propia, sino que el ambiente comenzó a cambiar. La atmósfera se volvió más densa, como si el aire estuviera lleno de un perfume raro, y el suelo comenzó a sentirse resbaladizo por un líquido que goteaba de las ramas de los árboles.
«Esto está empezando a parecer una película de terror,» dijo Julio, mirando alrededor con ojos cautelosos.
De repente, un gran herbívoro, un ciervo gigante con cuernos extraños, apareció entre los árboles. Parecía estar comiendo tranquilamente una planta con hojas enormes, pero algo en su mirada asustó a los amigos.
«¿Qué está comiendo ese ciervo?» preguntó Noviembre, retrocediendo lentamente.
Lola sacó un pequeño frasco de su mochila y tomó una muestra del líquido del suelo. «Creo que este líquido tiene algo que ver con el comportamiento de las plantas y los animales aquí. Parece que afecta sus hormonas, tal vez por eso el ciervo se ve tan… raro.»
«¡Eso lo explica todo!» exclamó Marzo, siempre buscando una lógica en todo. «Las plantas están liberando este líquido para protegerse, y los herbívoros lo están comiendo, lo que afecta su comportamiento.»
Mientras tanto, Diciembre, quien había decidido trepar a un árbol para obtener una mejor vista, comenzó a sentir el efecto del extraño líquido. «¡Creo que el árbol está tratando de atraparme!» gritó desde lo alto, mientras las ramas parecían enredarse a su alrededor.
«¡Baja de ahí antes de que te conviertas en parte del árbol!» bromeó Julio, quien ahora estaba tratando de ayudarlo a bajar.
Lola observaba todo con una mezcla de preocupación y fascinación científica. «Es increíble cómo la naturaleza puede defenderse de formas tan extrañas. Estos líquidos deben estar llenos de hormonas que afectan tanto a las plantas como a los animales. Incluso a los humanos.»
Finalmente, después de muchas risas, resbalones y sustos con las plantas, los cinco decidieron que era hora de regresar a casa. Pero no sin antes prometer que nunca volverían a tocar plantas raras sin antes investigar un poco más.
De vuelta en el pueblo, se sentaron en un banco y comenzaron a reírse de su extraña aventura. «Bueno,» dijo Julio, «puedo decir con seguridad que este ha sido el día más raro de nuestras vidas. ¡Pero al menos sobrevivimos!»
«Y aprendimos que la naturaleza es mucho más poderosa de lo que pensamos,» añadió Lola, limpiando sus manos del pegajoso líquido.
«Y que las plantas pueden vengarse,» rió Diciembre, mirando sus zapatos llenos de barro.
Al final del día, los amigos regresaron a casa, con una historia más que contar y un montón de lecciones aprendidas sobre la naturaleza, las hormonas, y cómo no subestimar nunca a una planta con líquidos extraños.
Conclusión:
Julio, Marzo, Noviembre, Diciembre y Lola aprendieron que la naturaleza siempre tiene formas sorprendentes de defenderse, y que a veces, lo más sabio es no tocar lo que no se entiende. Pero lo más importante es que, incluso en las situaciones más extrañas, la amistad y el humor siempre los ayudarían a salir adelante, aunque estuvieran cubiertos de líquidos pegajosos y rodeados de plantas vengativas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.