Cuentos de Humor

En el corazón de la armonía, un léxico de empatía y silencio

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo bañado por la luz del sol, un carpintero llamado Gepetto. Era un hombre amable y bondadoso, conocido por hacer los juguetes más maravillosos del lugar. Un día, mientras trabajaba en su taller, Gepetto decidió crear algo muy especial: un muñeco de madera al que llamó Pinocho. Desde el primer momento que Gepetto lo terminó, algo increíble sucedió: Pinocho cobró vida. Con ojos chispeantes y una sonrisa traviesa, el muñeco comenzó a moverse y hablar.

—¡Hola, papá! —dijo Pinocho, mirando a Gepetto con admiración.

Gepetto no podía creer lo que veían sus ojos. Su corazón se llenó de felicidad, y decidió que haría todo lo posible por cuidar de su nuevo hijo. Pinocho, por su parte, era muy curioso y a menudo se metía en problemas debido a su naturaleza juguetona. Siempre tenía una pregunta en mente o un nuevo juego en el que quería participar.

Un día, mientras Pinocho estaba explorando el taller, se encontró con un perro llamado Toby, que vivía en la casa de al lado. Toby era un perro alegre, con un gran corazón y un sentido del humor que hacía reír a todos en el vecindario. Al ver a Pinocho, Toby movió la cola emocionado.

—¡Hola! Soy Toby, ¿y tú quién eres? —preguntó el perro.

—¡Soy Pinocho! —respondió el muñeco con entusiasmo—. ¡Vengo de ser un trozo de madera a un niño de verdad!

—Eso es increíble —dijo Toby, mirando a Pinocho con admiración—. ¿Quieres jugar un rato?

Pinocho saltó de alegría. Jugar era su actividad favorita. Juntos corrieron por el jardín, se escondieron detrás de los arbustos y jugaron a las escondidas. La risa resonaba en el aire, y pronto se hicieron grandes amigos. Sin embargo, la travesura de Pinocho no se detuvo ahí; no podía resistirse a explorar el mundo más allá del jardín.

Un día, Pinocho, con Toby a su lado, decidió que quería ir a la feria que se celebraba en el centro del pueblo.

—¡Vamos, Toby! —gritó emocionado—. ¡Quiero ver las luces de la feria!

—Espera, Pinocho —dijo Toby con un tono nervioso—. No deberíamos ir solo. Gepetto se preocupará.

Pero Pinocho no escuchó. Corre hacia la feria, mientras Toby lo seguía, intentando alcanzarlo. Al llegar, el espectáculo era deslumbrante. Luces brillantes, música alegre y juegos por todas partes deslumbraron a Pinocho, y comenzó a explorar todo lo que veía. ¡Estaba tan emocionado que se olvidó de su amigo!

Mientras tanto, Gepetto se daba cuenta de la ausencia de Pinocho y comenzó a buscarlo por el pueblo. Se sentía preocupado porque Pinocho era un muñeco travieso, pero también lo amaba. Al llegar a la feria se sorprendió al ver a su hijo disfrutando de los juegos y la música.

—¡Pinocho! —gritó Gepetto, aliviado de verlo—. ¡No deberías estar aquí solo!

Pinocho, al oír la voz de su padre, se dio la vuelta, sonriendo y con un caramelo en la mano.

—¡Papá! ¡Mira cuántas cosas divertidas hay! —dijo sin darse cuenta del miedo que había causado.

Gepetto, aunque estaba preocupado, se sintió aliviado al ver que su hijo estaba feliz. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que las cosas se complicaran. En la feria había un mago llamado Don Guapo, conocido por hacer trucos sorprendentes, pero también por engañar a los niños para que hicieran cosas absurdas.

—¡Hey, pequeño muñeco! —llamó Don Guapo, acercándose a Pinocho—. ¿Quieres participar en un truco mágico? Es muy divertido.

Pinocho, lleno de emoción, no pudo resistir.

—¡Sí, quiero participar! —exclamó.

El mago le dijo que tenía que intentar atrapar mariposas con una red muy grande, pero cada vez que Pinocho intentaba hacerlo, fallaba de una manera tan ridícula que los presentes comenzaron a reírse. Toby, que había estado observando, sintió una mezcla de preocupación y diversión.

—¡Oye, Pinocho! —gritó Toby—. Costa de ser tan tonto. ¡No dejes que ese mago te engañe!

Pero la risa de la multitud era contagiosa, y Pinocho continuó intentándolo, haciendo las cosas cada vez más absurdas. En un momento, tropezó con la red y terminó en una postura graciosa, lo que provocó aún más risas. Sin embargo, Gepetto, al ver que su hijo se estaba burlando, se acercó rápidamente.

—¡Pinocho! —gritó—. Ven aquí ahora mismo.

Pinocho, al oír la voz de su padre, se levantó de un salto y corrió hacia él.

—Lo siento, papá, solo quería divertirme —dijo, mirando a Gepetto con ojos suplicantes.

Gepetto suspiró, su corazón se llenó de amor, pero también de preocupación.

—Divertirse está bien, pero no puedes dejar que los demás se rían de ti de esa manera. La verdadera diversión es reírnos juntos, no a expensas de otros.

Pinocho, sintiendo la sabiduría de su padre, asintió.

—Tienes razón, papá. No debería haberme dejado llevar. Vamos a divertirnos juntos, ¡como siempre!

Y así, Gepetto, Pinocho y Toby se unieron en la feria, riendo y jugando juntos. Mientras disfrutaban de caramelos, música y juegos, Pinocho aprendió que la verdadera diversión nunca se trata de avergonzar a los demás, sino de compartir momentos alegres con las personas que amamos. Desde ese día, Pinocho y Toby se aseguraron de que todas sus travesuras e historias fueran amenas, ¡y así, su risa resonó por todo el pueblo, llenando los corazones de todos con felicidad y armonía!

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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