Cuentos de Humor

Iris y Marcela en la Feria del Libro

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día soleado y perfecto para una aventura. Iris y Marcela, dos mejores amigas, estaban emocionadas porque ese día se celebraba la gran Feria del Libro en su ciudad. La feria era un lugar mágico donde miles de libros de todos los tamaños y colores esperaban ser descubiertos. Cada año, las dos amigas ahorraban dinero y planeaban cómo llenar sus mochilas con los libros más interesantes.

“¡Hoy será increíble!”, exclamó Iris, mientras se ponía su vestido de colores brillantes. “He estado esperando todo el año para esto”. Marcela, que tenía una camiseta de su personaje favorito, sonrió y asintió. “¡Sí! He hecho una lista de los libros que quiero comprar. ¡Vamos a llenarnos de historias!”.

Las dos amigas llegaron a la feria con su dinero en mano y una sonrisa en el rostro. El lugar estaba lleno de gente, risas y el olor de las páginas de los libros recién impresos. Las editoriales tenían stands decorados con globos y carteles coloridos que anunciaban las novedades literarias. “Mira, Iris, ahí está la sección de libros de aventuras. ¡Vamos!”, dijo Marcela, tirando de su brazo.

Mientras exploraban, se detenían en cada stand, hojeando los libros y llenando su carrito de compras. “¡Este es el libro de las aventuras de los piratas! ¡Debo tenerlo!”, gritó Marcela, emocionada. Iris sonrió, porque a ella también le encantaban las historias de piratas. Las dos amigas comenzaron a imaginarse navegando en un barco, buscando tesoros escondidos.

Después de un rato, se dieron cuenta de que sus carritos estaban llenos de libros. “¡Esto es genial! ¡Mira cuántos tenemos!”, dijo Iris, riendo. Pero al mirar sus carritos, se dieron cuenta de que estaban muy pesados. “¿Crees que podemos empujar esto hasta la caja?”, preguntó Marcela, tratando de mover su carrito.

“Creo que sí. ¡A la cuenta de tres! Uno, dos, tres… ¡Empuja!”, gritaron al unísono. Pero el carrito no se movió. En su lugar, se quedaron mirando la enorme pila de libros. Las dos amigas comenzaron a reírse. “Esto es más pesado de lo que pensé”, dijo Iris, tratando de empujar el carrito con todas sus fuerzas.

Marcela intentó ayudar, pero cuando lo hizo, el carrito se descontroló y fue rodando hacia un stand cercano. “¡Cuidado!”, gritó una vendedora, mientras los libros se deslizaban de los estantes. Iris y Marcela comenzaron a correr tras el carrito. “¡Espera, vuelve aquí!”, gritó Iris, riendo a carcajadas.

Finalmente, lograron atrapar el carrito, pero no sin antes causar un pequeño alboroto. “¡Qué desastre! ¡Esto es muy divertido!”, dijo Marcela entre risas. La vendedora se rió también y les dijo: “No se preocupen, chicas, esto sucede a menudo en la feria. Solo asegúrense de no llevarse todos los libros”.

Después de recuperar el carrito, las amigas decidieron tomar un descanso. Se sentaron en una banca cerca de un stand de libros de cocina y se rieron de su pequeña aventura. “¿Sabes qué? Esto es mucho más divertido de lo que esperaba”, dijo Iris, todavía riendo. “¡Nunca pensé que empujar un carrito de libros podría ser tan emocionante!”.

“Sí, pero deberíamos llevar los libros a la caja antes de que nos quedemos sin dinero”, respondió Marcela, mirando su billetera. “¡Vamos, que nos quedan unos pocos billetes!”.

Las dos amigas se levantaron y comenzaron a empujar el carrito nuevamente, esta vez con más cuidado. La gente les sonreía y algunas personas incluso les aplaudían mientras pasaban. Iris y Marcela se sentían como estrellas de una película de comedia. “¡Gracias, gracias!”, bromeó Marcela, haciendo una pequeña reverencia mientras empujaban.

Finalmente, llegaron a la caja, y después de hacer una gran pila de libros, empezaron a contar su dinero. “Creo que tenemos suficiente”, dijo Iris, mirando las monedas. “Pero, ¿qué pasa si no alcanzamos para todo?”. Marcela hizo un gesto con la mano y sonrió. “Lo importante es que hemos tenido un gran día. Ya hemos ganado muchas risas”.

Cuando llegó su turno, la cajera miró el carrito lleno de libros y sonrió. “¿Lista para llevarte toda esta aventura a casa?”. Las chicas asintieron emocionadas. Después de pagar, tomaron sus bolsas y comenzaron a caminar hacia la salida.

De repente, Marcela se detuvo en seco. “¡Oh, no! ¡Olvidé el libro de la princesa y el dragón!”. Iris se llevó las manos a la cabeza. “¡No puede ser! ¡Vamos a buscarlo!”. Corrieron de regreso al stand, pero cuando llegaron, se dieron cuenta de que ya no estaba.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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