Cuentos de Humor

La Consola del Engaño

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Desperté con un dolor punzante en el costado y la boca más seca que un desierto. No recordaba exactamente cómo había terminado en esa casa, pero sabía que algo no estaba bien. Me levanté lentamente del sofá, que olía a una mezcla de pizza vieja y refresco derramado, y vi a mi amigo sentado frente al televisor, con una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro.

«Buenos días, campeón», dijo con un tono burlón mientras encendía una consola nueva y brillante. Yo fruncí el ceño, sintiendo que algo estaba fuera de lugar.

«¿Qué pasó anoche?», pregunté, llevándome una mano al costado. El dolor seguía ahí, y cuando toqué, noté una venda extraña que cubría mi piel. Algo no estaba bien. «¿Qué es esto?», dije, señalando la venda.

Mi amigo, un tipo de 23 años con el pelo negro despeinado y una camiseta roja con rayas, se rió con una risa nerviosa. «Ah, eso… no te preocupes. Digamos que tuve que hacer un pequeño intercambio.»

«¿Intercambio?», repetí, tratando de mantener la calma. «¿Qué tipo de intercambio?»

«Bueno…», comenzó, evitando mirarme a los ojos, «¿recuerdas esa consola que siempre quise? La que es imposible de conseguir y cuesta una fortuna.»

«Sí…», respondí, temiendo lo que vendría después.

«Pues, resulta que vendí tu… eh… riñón para comprarla», dijo, riendo como si acabara de contar el mejor chiste del año.

Mi cerebro tardó unos segundos en procesar lo que acababa de escuchar. «¿Qué?», exclamé, sintiendo que el pánico empezaba a apoderarse de mí. «¿Me quitaste un riñón?»

Él levantó las manos como si no fuera gran cosa. «Tranquilo, solo necesitas uno para vivir. Además, ¡mira qué consola más genial!», dijo, señalando la consola como si eso fuera a hacer que me sintiera mejor.

Me quedé boquiabierto, sin poder creer lo que estaba escuchando. «¿Me quitaste un riñón… para comprar una consola?»

«Bueno, tú estabas dormido, no te ibas a dar cuenta», replicó, encogiéndose de hombros. «Y ahora podemos jugar toda la noche sin preocupaciones. ¡Es una ganga!»

Mi paciencia, que ya estaba colgando de un hilo, finalmente se rompió. «¡Eso no es una ganga, es una locura!» Grité, mientras me acercaba a él con las manos apretadas en puños.

Mi amigo, todavía sonriente, parecía no entender la gravedad del asunto. «Vamos, no te pongas dramático. Es solo un riñón. Además, ¿quién necesita dos cuando tienes una consola tan increíble como esta?»

Fue en ese momento que decidí que había llegado la hora de actuar. Sin pensarlo dos veces, lancé un golpe directo a su estómago. «¡Eso es por vender mi riñón, imbécil!»

Mi amigo se dobló sobre sí mismo, soltando la consola en el proceso. Aproveché el momento y la agarré rápidamente, sosteniéndola como si fuera mi trofeo. «Si tanto querías una consola, ahora es mía», le dije, mientras él intentaba recuperar el aliento.

Con la consola bajo el brazo, me dirigí hacia la puerta, decidido a salir de esa casa y no volver nunca más. Pero antes de cruzar el umbral, me di la vuelta y le lancé una última mirada a mi amigo, que seguía en el suelo, intentando recomponerse.

«Y por cierto», le dije, «¡más te vale que me devuelvas mi riñón!»

Con eso, salí de la casa, dejando a mi amigo atrás y llevándome la consola como mi premio de consuelo. Mientras caminaba por la calle, me di cuenta de que, aunque había perdido un riñón, al menos había ganado algo de entretenimiento para las próximas semanas. Y quién sabe, tal vez la próxima vez que nos viéramos, él me invitara a jugar… aunque no estaba seguro de querer volver a hablarle.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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