Cuentos de Humor

La Desesperación de la Llorona: Un Llanto en el Centro Comercial y un Tributo al Enigmático Charro Negro

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

En un bullicioso centro comercial de la ciudad, lleno de luces brillantes y gente feliz, se respiraba un aire de emoción. La gente corría de un lado a otro, llevando bolsas con compras, niños reían mientras saboreaban palomitas y un grupo de amigos disfrutaba de una deliciosa pizza en la terraza del cuarto piso. Pero, entre todo este bullicio, había una figura solitaria que atraía la atención de algunos curiosos.

Era La Llorona. A diferencia de la leyenda que todos conocían, en este día no estaba llorando por sus hijos perdidos. No, hoy se encontraba en el centro comercial, con una melancólica expresión, y un ligero puchero en sus labios. Con su largo vestido blanco ondeando al viento, causó la sorpresa de los compradores, quienes no sabían si reír o asustarse al verla. ¿No era un día perfecto para divertirse en lugar de llorar? Pensó La Llorona.

“Este lugar es tan alegre, y yo estoy tan… triste”, murmuró mientras miraba a su alrededor. De repente, un eco de carcajadas llegó hasta sus oídos. Se dio la vuelta y vió a un charro que, riendo a carcajadas, bromeaba con un grupo de niños. El Charro Negro, con su gran sombrero y su sonrisa encantadora, era conocido por hacer reír a cualquiera.

“¡Eh, tú, guapa! ¿Por qué tan seria?” gritó El Charro Negro, acercándose a La Llorona con un par de pasos alegres. La Llorona lo miró con sus ojos grandes y tristes y, por un momento, se sintió tentada a responderle. “No puedo evitarlo. No es fácil ser yo”, respondió ella, dejando escapar un suspiro profundo.

“¿Y qué tal si intentamos hacer de este un día divertido?” sugirió El Charro Negro, inclinando la cabeza hacia un lado. “No hay motivo para que llores en un lugar como este. ¡Mira cuántas cosas hay por hacer!”

La Llorona parpadeó. Ciertamente, había muchas cosas emocionantes en el centro comercial. Había una pista de patinaje, un cine, y hasta una sala de videojuegos que brillaba con luces de colores. Sin embargo, al mismo tiempo, sentía una extraña desesperación; algo en su interior no la dejaba disfrutar plenamente.

“Ven, ¡te invito a patinar!” le dijo El Charro Negro con entusiasmo. La Llorona dudó, pero al ver la sonrisa radiante del charro, decidió seguirlo. Al llegar a la pista de patinaje, El Charro Negro rápidamente se calzó unos patines brillantes y comenzó a deslizarse con gracia.

La Llorona, por su parte, se puso los patines, pero al dar sus primeros pasos, de inmediato perdió el equilibrio y cayó al suelo, sorprendiendo a todos los espectadores. “¡Ay! ¿Cómo es que la gente se divierte si es tan difícil esto?”, exclamó mientras se levantaba. Humorísticamente, su vestido blanco se había llenado de un poco de polvo.

El Charro Negro no pudo contener la risa. “¡Ya veo que el patinaje no es tu fuerte! Pero no te preocupes, tengo un plan”, le dijo mientras se acercaba a ella. Con un guiño cómplice, El Charro Negro comenzó a enseñarle a patinar. Con movimientos exagerados y un toque de comedia, hizo que La Llorona se riera a carcajadas.

“¡Y una, y dos, y tres! ¡Eso es, ahora gira!” ordenó El Charro Negro, mientras ambos reían como locos en medio de la pista. Cada vez que La Llorona caía, comenzaba a reírse más, dejando de lado por un rato sus tristezas.

Pero en medio de la diversión, un niño llamado Martín que observaba a la pareja en la pista, decidió unirse a ellos. “¡Déjenme ayudar!” dijo, y rápidamente trajo unas almohadas de la tienda de deportes cercanas. “Si te caes, te caerás suave”, comentó el pequeño, sonriendo con picardía.

“¡Eureka! ¡Eso es una gran idea!” dijo El Charro Negro, y juntos empezaron a colocar almohadas por todo el lugar, mientras La Llorona aplaudía emocionada. La gente comenzaba a detenerse a mirar el espectáculo. Risas llenaban el aire, y pronto, más niños se unieron a la diversión, así que todos empezaron a patinar sobre las almohadas.

Pero lo más gracioso ocurrió cuando, en medio de una caída épica, La Llorona fue a parar justo en un carrito de palomitas. “¡Ay, que bien! Ahora soy una Llorona de maíz!” exclamó mientras todos los niños reían a carcajadas. Ella miró su vestido lleno de palomitas blancas y no pudo evitar reír también.

Los adultos comenzaron a reírse y aplaudir. “¡Esa sí que es una Llorona divertida!” exclamó una madre. El Charro Negro, viendo el momento perfecto, se subió a una caja para hablar al público. “¡Amigos! Hoy hemos descubierto que incluso la Llorona puede hacer reír a la gente cuando se lo propone. ¡No lloren, ¡rían!”

La Llorona miró a su alrededor, sintiéndose más ligera. La risa era contagiosa, y el bullicio del centro comercial ahora era un coro de alegría. Se dio cuenta de que su tristeza había sido reemplazada por la risa, y que, aunque su historia tenía un toque de tristeza, también podía tener un final divertido.

Así pasaron el resto de la tarde, patinando, riendo y compartiendo historias cómicas, mientras los niños se lanzaban en almohadas y hacían acrobacias. La Llorona se convirtió en la estrella del espectáculo, y hasta El Charro Negro quedó maravillado por la forma en que había transformado su llanto en risa.

Al final del día, cuando el sol comenzó a ponerse, La Llorona se despidió de sus nuevos amigos, sintiéndose alegre y agradecida. “Hoy he aprendido que no hay motivo para llorar cuando hay tanto por lo cual reír. Gracias, querido Charro Negro y Martín. ¡Nos vemos pronto!” exclamó mientras se alejaba sonriendo.

Así, en el centro comercial, quedó una historia inolvidable de cómo una simple tarde de compras se convirtió en un día lleno de risas y amistad, y donde incluso los mitos llorones pueden encontrar su camino a la alegría.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario