En un pueblo llamado Risolandia, vivían tres inseparables amigos: Luis, Manuel y Víctor. Todos ellos compartían un pasatiempo en común: hacer bromas. Pero no cualquier tipo de bromas, sino aquellas que hacían reír a todo el pueblo, incluidos los adultos.
Luis era el más creativo del grupo, siempre con ideas locas que le venían a la cabeza. Manuel, por otro lado, era el organizador y planificador. Tenía una habilidad especial para calcular y prever todo. Víctor, el más extrovertido de todos, siempre se encargaba de ejecutar las bromas, ya que no le temía a nada.
Un día, mientras los tres amigos estaban en su lugar secreto, una casita en el árbol, Luis tuvo una idea brillante. «¿Qué os parece si hacemos una gran broma para el Día del Maestro?», propuso con entusiasmo.
Víctor levantó una ceja, intrigado, «¿Qué tienes en mente?»
Luis, con una sonrisa traviesa, dijo: «¿Y si convertimos la escuela en… un zoológico?»
Después de horas de planificación, todo estaba listo. Manuel, con sus habilidades de organización, había conseguido que todo el pueblo colaborara. Consiguieron animales inofensivos: gallinas, patos, conejos, y hasta el burro del señor García.
Llegó el Día del Maestro y, con la escuela llena de animales, los tres amigos se escondieron en un rincón para ver la reacción de los maestros. Cuando los profesores entraron, las gallinas cacareaban por los pasillos, los conejos saltaban por los jardines y el burro del señor García estaba en la oficina del director, comiendo su almohada.
La cara de sorpresa de los maestros fue épica. Pero lo que los tres amigos no esperaban era ver a los profesores riendo a carcajadas y jugando con los animales.
Al final del día, cuando todo volvió a la normalidad, el director reunió a todos en el patio. Con una gran sonrisa dijo: «Aunque esta haya sido una broma, ha sido el mejor Día del Maestro que hemos tenido. Gracias a los responsables.»
Luis, Manuel y Víctor se miraron entre sí, sonriendo con complicidad. No solo habían hecho una broma épica, sino que también habían logrado que los maestros tuvieran un día inolvidable.
Conclusión:
Aunque las bromas pueden ser divertidas, es importante recordar que deben ser inofensivas y no hacer daño a nadie. En el caso de Luis, Manuel y Víctor, lograron hacer reír a todo el pueblo y, al mismo tiempo, darles a los maestros un día especial.