Era un día soleado en el parque, y Momo, un niño muy alegre y curioso, decidió que era el momento perfecto para salir a jugar. Momo tenía un mejor amigo llamado Mono, que era un simpático mono travieso. Juntos, siempre estaban buscando nuevas aventuras.
“Momo, ¿vamos a ver a los pájaros?”, preguntó Mono, moviendo su colita con emoción. A Momo le encantaban los pájaros. “¡Sí! ¡Vamos a buscar a los pájaros!”, respondió Momo, dando saltos de alegría.
Los dos amigos se pusieron en marcha hacia el parque. Cuando llegaron, Momo miró hacia el cielo azul y vio a los pájaros volando. Había pájaros de todos los colores: rojos, amarillos, azules y verdes. “¡Mira, Mono! ¡Son tan bonitos!”, exclamó Momo, señalando hacia lo alto.
Mono, que era muy travieso, decidió imitar a los pájaros. Empezó a hacer ruidos divertidos, diciendo: “¡Pío, pío! ¡Cua, cua!” mientras movía sus brazos como si fueran alas. Momo se echó a reír. “¡Mono, no eres un pájaro! ¡Eres un mono!”, le dijo entre risas.
Mono no se desanimó. “¡Pero quiero ser un pájaro!”, gritó mientras continuaba haciendo ruidos extraños. Los pájaros, al escuchar los ruidos de Mono, se posaron en las ramas de los árboles y comenzaron a mirar curiosos.
“Momo, ¿crees que los pájaros me entienden?” preguntó Mono, con su carita llena de ilusión. “¡Seguro que sí!”, respondió Momo, “¡son tus amigos ahora!”.
De repente, un grupo de pájaros voló hacia ellos, aterrizando cerca. Momo sacó un poco de comida que había traído y la esparció en el suelo. “¡Mira, Mono! Vamos a alimentarlos”, dijo con emoción. Mono saltó de felicidad y empezó a bailar alrededor de los pájaros.
Los pájaros, al ver la comida, empezaron a piar y a picotearla con entusiasmo. Momo y Mono se sentaron en el suelo, riendo y observando cómo los pájaros comían. Mono se sentó muy recto y comenzó a imitar el canto de los pájaros: “¡Pío, pío, pío!”.
Los pájaros se asustaron un poco, levantando vuelo y volando hacia las ramas más altas. “¡Oh, no! ¡Los espanté!”, dijo Mono, preocupado. “No te preocupes, Mono”, dijo Momo, “solo están un poco asustados. Ven, cantemos juntos más suave”.
Así que Momo y Mono comenzaron a cantar en voz baja, intentando imitar el sonido de los pájaros. A poco, los pájaros comenzaron a descender de nuevo. “¡Mira! ¡Vuelven!”, gritó Momo con emoción. Los pájaros se acercaron nuevamente, y esta vez se posaron más cerca.
“Momo, ¿crees que los pájaros quieren jugar con nosotros?”, preguntó Mono, emocionado. “¡Sí, creo que sí! Vamos a hacer que jueguen”, dijo Momo.
Momo se puso de pie y comenzó a bailar mientras Mono lo imitaba. Los pájaros, al verlos tan felices, comenzaron a saltar de rama en rama. Momo decidió jugar a las escondidas con los pájaros. “¿Qué tal si contamos hasta diez y nos escondemos?”, sugirió.
“¡Buena idea!”, respondió Mono, y comenzaron a contar en voz alta: “Uno, dos, tres…”.
Mientras contaban, los pájaros se escondían entre las hojas de los árboles, algunos se posaban detrás de las flores, y otros se escondían en el césped. Al llegar a diez, Momo gritó: “¡Listos o no, aquí voy!”.
Momo comenzó a buscar a los pájaros. “¿Dónde están, pájaros? ¡Salgan a jugar!”, decía con voz divertida. Mono, que era muy travieso, decidió ayudar a Momo. “¡Pájaros, salgan! ¡Mono quiere jugar!”, gritó.
De repente, un pájaro pequeño y rojo salió volando de su escondite y se posó en la cabeza de Momo. “¡Lo encontré! ¡Hay un pájaro en mi cabeza!”, gritó Momo riendo. Mono se echó a reír también, haciendo que el pájaro se asustara y volviera a volar.
“No te vayas, pajarito. ¡Solo estamos jugando!”, dijo Momo con una sonrisa. “¡Momo, creo que a los pájaros les gusta jugar!”.
Después de un rato de jugar, los pájaros empezaron a volar en círculos alrededor de Momo y Mono, cantando alegremente. “¡Mira, Mono! ¡Están bailando con nosotros!”, exclamó Momo, saltando de alegría.
“¡Sí, sí! ¡Estamos teniendo una fiesta de pájaros!”, gritó Mono mientras se movía de un lado a otro. Momo y Mono comenzaron a bailar, imitando los movimientos de los pájaros. “¡Vamos a volar, Mono! ¡Imita a los pájaros!”, dijo Momo.
Entonces, Mono comenzó a saltar y a mover los brazos como si realmente estuviera volando. “¡Soy un pájaro! ¡Soy un pájaro!”, decía mientras daba vueltas y se reía. Momo se unió a él, y los dos amigos comenzaron a correr por el parque, seguidos por los pájaros que volaban alegremente a su alrededor.
Mientras corrían, Momo tropezó con una piedra y cayó al suelo. Pero no se lastimó, solo se rió. “¡Mira, Mono! ¡Ahora soy un pájaro que se cayó!”, dijo mientras rodaba por el suelo.
Mono se acercó a su amigo y comenzó a hacer ruidos divertidos, como si estuviera burlándose de Momo. “¡Pío, pío! ¡El pájaro se ha caído!”, gritó Mono, y los pájaros empezaron a piar y a volar en círculos alrededor de Momo, como si quisieran ayudarlo a levantarse.
Momo se puso de pie, todavía riendo. “¡Gracias, amigos! ¡No hay pájaro que no se caiga de vez en cuando!”, dijo con una sonrisa. Los pájaros se posaron nuevamente en las ramas, observando la diversión de los dos amigos.
Después de un rato de jugar, Momo miró al cielo y vio que el sol comenzaba a ponerse. “Mono, creo que es hora de volver a casa. Mamá se preocupará”, dijo Momo. Mono, aunque quería seguir jugando, asintió. “Sí, es hora de irse. Pero podemos volver mañana a jugar con los pájaros”.
“¡Eso es! Mañana tendremos otra aventura”, dijo Momo, mientras se despedia de sus nuevos amigos. “¡Adiós, pájaros! ¡Nos vemos mañana!”, gritó.
Los pájaros piaron y agitaron sus alas, como si también se despidieran. Momo y Mono se dieron la vuelta y comenzaron a caminar hacia casa, riendo y hablando sobre lo divertido que había sido el día.
Mientras caminaban, Momo miró a Mono y dijo: “Hoy fue un día increíble. Nunca pensé que jugar con los pájaros sería tan divertido”. Mono sonrió, “¡Sí, Momo! ¡Y eres un gran pájaro también!”.
Al llegar a casa, Momo y Mono entraron riendo y contando historias a mamá sobre su aventura en el parque y los pájaros. “¡Mamá, hoy jugamos con los pájaros y Mono trató de ser uno de ellos!”, dijo Momo, mientras Mono hacía ruidos de pájaro.
Mamá se rió y les dio un abrazo. “Me alegra que se hayan divertido, pero siempre recuerden que es importante regresar a casa a tiempo”.
“Lo prometemos, mamá”, dijeron Momo y Mono al unísono. Y así, mientras la luna brillaba en el cielo, Momo y Mono se acomodaron en sus camas, soñando con pájaros, aventuras y risas.
El final.
Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos
Cuentos cortos que te pueden gustar
Anthony y las Olimpiadas de Espinar
Las Aventuras Divertidas de Mariana, Isabel y Priscila en el Hospital
Erika y las Aventuras de la Fiesta
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.