Cuentos de Humor

Risitos de Oro y la Familia Oso

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño bosque, cerca del río de aguas claras, vivía una familia muy especial: Papa Oso, Mama Oso y Bebe Oso. Aunque no tenían muchas riquezas, su cabaña siempre estaba llena de risas y amor. Sin embargo, lo que realmente hacía única a esta familia era su capacidad para encontrar humor en cualquier situación, no importaba cuán difícil pareciera.

Un día, mientras los Osos salían a buscar bayas y miel, una curiosa niña con rizos dorados llamada Risitos de Oro, se encontró con la cabaña. Risitos, que era conocida por su espíritu aventurero y su habilidad para meterse en líos sin querer, decidió entrar a explorar.

Dentro de la cabaña, encontró tres platos de sopa sobre la mesa. Con hambre después de su largo paseo, decidió probar un poco de cada plato. «¡Uf, este está demasiado caliente!» exclamó al probar la sopa de Papa Oso. Luego probó la de Mama Oso, pero estaba demasiado fría. Finalmente, la sopa de Bebe Oso estaba perfecta, y sin darse cuenta, se la comió toda.

Después de la sopa, Risitos de Oro sintió un poco de cansancio. Así que fue al salón y encontró tres sillas. La primera era demasiado grande, la segunda era demasiado alta, pero la tercera, la de Bebe Oso, parecía perfecta. Sin embargo, apenas se sentó, ¡la silla se rompió! «Vaya, hoy no es mi día,» dijo, riéndose de su propia mala suerte.

Aún buscando un lugar para descansar, Risitos de Oro subió al segundo piso, donde encontró tres camas. Siguiendo el mismo proceso, descubrió que la cama de Bebe Oso era la más cómoda y, sin querer, se quedó dormida.

Mientras tanto, los Osos regresaron a casa, felices después de un día exitoso en el bosque. Pero al entrar, notaron que algo andaba mal. «Alguien probó mi sopa,» gruñó Papa Oso con una ceja levantada. «Y alguien se sentó en mi silla,» añadió Mama Oso, tratando de ajustar la almohada que estaba extrañamente descolocada.

Bebe Oso, que había notado la desaparición de su sopa y su silla rota, añadió: «Y alguien está durmiendo en mi cama!» Pero en lugar de enojarse, todos se echaron a reír al ver a la pequeña intrusa roncando suavemente, con sus rizos dorados esparcidos sobre la almohada.

Cuando Risitos de Oro despertó, se encontró con tres pares de ojos curiosos mirándola. Al principio, se asustó, pero la calidez y el buen humor de la familia Oso la hicieron sentir enseguida como en casa.

«Lo siento mucho por la sopa, la silla y… bueno, por dormir aquí sin permiso,» dijo Risitos, sintiéndose un poco avergonzada.

«No te preocupes,» dijo Papa Oso con una sonrisa. «A todos nos pasan cosas raras. ¿Te quedas a cenar? Tenemos más sopa, aunque tendrás que ayudar a prepararla esta vez.»

Y así, lo que empezó como un día de travesuras terminó con una nueva amistad. Risitos de Oro aprendió que los errores pueden llevar a buenas historias y nuevas amistades. Y la familia Oso, por su parte, ganó una nueva amiga que traía aún más risas a su hogar.

Desde ese día, Risitos de Oro visitaba a menudo la cabaña, siempre lista para una nueva aventura o un nuevo chiste que compartir. Y aunque a veces las cosas no salían como esperaban, siempre encontraban una razón para reír juntos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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