En un pintoresco pueblito, rodeado de colinas y vastos campos verdes, vivía una familia un tanto peculiar. Fede, el padre, era un ingeniero con una gran pasión: trabajar con animales, especialmente con gallinas que ponían huevos de todos los colores. Su pareja, Jor, era el equilibrio perfecto para Fede, siempre encontrando maneras de llenar la casa con risas y amor. Oli y Agus, sus hijos, eran dos pequeños torbellinos de energía y curiosidad. Y no podemos olvidarnos de Jere, el perro de la familia, cuyo entusiasmo por la vida solo era superado por su amor hacia los huesos.
La vida de Fede giraba en torno a sus inventos y sus queridas gallinas. Había creado máquinas para todo: desde alimentar a las gallinas hasta recoger los huevos. Su último invento fue una «Gallin-o-matic», una máquina que prometía revolucionar el mundo de la avicultura. Tan absorto estaba en su trabajo, que a menudo se olvidaba de las pequeñas alegrías de la vida cotidiana.
Un día, Oli y Agus volvieron a casa del colegio rebosantes de entusiasmo. Habían participado en una feria de ciencias, donde Oli había construido un volcán de bicarbonato y vinagre, y Agus había dibujado el sistema solar. Estaban deseosos de compartir su día con Fede, pero él estaba, como de costumbre, en el cobertizo, perdido entre sus gallinas y sus máquinas.
Jor, viendo la decepción en los ojos de sus hijos, tuvo una idea brillante. «¿Por qué no llevamos la feria de ciencias a papá?», sugirió con una sonrisa cómplice. Los niños asintieron con entusiasmo, y junto con Jor, comenzaron a planear su pequeña feria en el jardín.
Al día siguiente, mientras Fede se sumergía en sus habituales quehaceres, fue sorprendido por la voz de Jor llamándolo fuera. Al salir, se encontró con una escena que jamás habría imaginado: sus hijos habían recreado sus proyectos de la feria de ciencias en el jardín, y Jor había organizado un pequeño picnic familiar. Incluso Jere participaba, luciendo unas gafas de sol y tumbado sobre una manta, como si fuera uno de los jueces de la feria.
La sorpresa en el rostro de Fede fue indescriptible. Por primera vez en mucho tiempo, dejó a un lado sus preocupaciones y se sumergió en el mundo de sus hijos. Oli le mostró cómo su volcán entraba en erupción, salpicando de vinagre a todos los presentes, lo que provocó carcajadas. Agus, por su parte, le explicó las maravillas del sistema solar con tanta pasión que Fede no pudo evitar sentirse fascinado.
La tarde transcurrió entre risas, juegos y, por supuesto, algunos huevos de colores que las gallinas habían decidido aportar al evento. Fede se dio cuenta de lo mucho que se había perdido al encerrarse en su mundo de inventos y gallinas. Aquella simple tarde en familia le enseñó que los momentos más felices son aquellos que se comparten con las personas que amamos.
Desde ese día, Fede decidió encontrar un equilibrio entre su trabajo y su vida familiar. Aprendió que no hay invento ni gallina que valga más que un día de risas y juegos con Jor, Oli, Agus y, por supuesto, Jere. La familia incluso adoptó una nueva tradición: una vez a la semana, realizaban una «feria de inventos», donde cada uno presentaba algo nuevo, desde una receta hasta un dibujo, fomentando así la creatividad y la unión familiar.
Conclusión:
La historia de Fede y su familia nos enseña una valiosa lección sobre la importancia de encontrar un balance en la vida. Nos recuerda que, aunque el trabajo y las pasiones son importantes, nada puede sustituir el tiempo que pasamos con nuestros seres queridos. Al final del día, son los momentos de alegría compartida los que verdaderamente enriquecen nuestra existencia.
Y así, donde las calles aún guardaban el eco de risas y los atardeceres teñían el cielo de naranja y rosa, vivía la familia más alegre y peculiar que uno pudiera imaginar. Fede, el padre, era un ingeniero con una mente brillante, siempre rodeado de planos y extrañas máquinas. Jor, su pareja, era el sol del hogar, siempre con una sonrisa que iluminaba cada rincón. Oli y Agus, los hijos, eran dos torbellinos de energía, siempre en busca de nuevas aventuras. Y no podemos olvidar a Jere, el perro más fiel y juguetón que jamás haya olfateado las calles del pueblo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.