En un acogedor hogar de una ciudad llena de sueños y colores, vivía una niña de cabellos largos y negros como la noche estrellada. Su nombre era Jhosy, una niña de 11 años con una imaginación tan grande como el universo. Jhosy compartía su vida con su mamá Pao, una mujer cariñosa pero a veces enojona, y su papá José, el héroe de sus aventuras, ambos abogados de profesión. Recientemente, la familia había dado la bienvenida a Eva, la primita de Jhosy, tan pequeña y dulce que parecía salida de un cuento de hadas.
Una noche, mientras el cielo se adornaba con destellos de estrellas, José comenzó a narrar un cuento a Jhosy antes de dormir. Era la historia de una princesa valiente y audaz llamada Eva, que había sido llevada a un mundo mágico. Jhosy, sentada en su cama, escuchaba embelesada cada palabra, imaginando cada escena. Con cada frase que su papá pronunciaba, la habitación parecía cobrar vida, las paredes se desvanecían y daban paso a un bosque encantado, lleno de árboles que susurraban secretos y flores que bailaban al son de una música invisible.
De repente, sin previo aviso, Jhosy y su papá se vieron transportados al corazón de este mundo fantástico. Allí, los colores brillaban con más intensidad, y los sonidos de la naturaleza tocaban una sinfonía misteriosa. Jhosy, asombrada pero emocionada, miró a su alrededor y luego a su papá, quien parecía tan sorprendido como ella.
«¿Dónde estamos, papá?» Preguntó Jhosy con una mezcla de miedo y curiosidad.
«Creo que estamos dentro del cuento, mi valiente Jhosy. Y parece que tenemos una misión: rescatar a la princesa Eva,» respondió José, tomando la mano de su hija.
Así comenzó su aventura. Caminaron por senderos rodeados de árboles altos como gigantes y cruzaron ríos cuyas aguas brillaban bajo la luz de la luna. En su viaje, encontraron criaturas maravillosas: hadas que les indicaban el camino, unicornios que galopaban libremente, y un sabio búho que les advirtió de los peligros que enfrentarían.
Luego de varias horas, llegaron a un castillo majestuoso, custodiado por un dragón de escamas verdes y ojos como joyas. Jhosy, recordando las historias de valientes caballeros y princesas fuertes que su papá le había contado, no sintió miedo. Se acercó al dragón y le habló con dulzura, contándole sobre su misión de rescatar a la princesa Eva.
Para su sorpresa, el dragón, lejos de ser una bestia feroz, era un guardián gentil y sabio. Les reveló que la princesa Eva estaba en lo más alto de la torre, esperando ser liberada de un hechizo que solo podía romperse con el poder del amor y la unidad familiar.
Mientras tanto, en el mundo real, Pao entró en la habitación de Jhosy para darle las buenas noches, pero encontró la habitación vacía. Al principio, sintió una oleada de pánico, pero luego notó algo mágico en el aire. Las paredes de la habitación parecían vibrar con una energía misteriosa, y un libro de cuentos abierto en el suelo brillaba con una luz suave. Pao, guiada por un instinto maternal, tocó el libro y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en el mismo mundo mágico que Jhosy y José.
Pao, después de superar la sorpresa inicial, se armó de valor y comenzó a buscar a su familia. Pronto se topó con un grupo de elfos juguetones que, al conocer su misión, decidieron ayudarla a reunirse con Jhosy y José.
Después de un emocionante viaje a través del bosque encantado, Pao finalmente encontró a Jhosy y José en la base del castillo. El reencuentro fue alegre y lleno de lágrimas de felicidad. Juntos, como una verdadera familia, entraron al castillo para enfrentar el último desafío.
Al llegar a la cima de la torre, encontraron a la pequeña princesa Eva, dormida bajo un hechizo. Recordando las palabras del dragón, unieron sus manos y, con todo el amor que sentían el uno por el otro, pronunciaron palabras de cariño y unión. La habitación se iluminó con una luz cálida, y el hechizo se rompió, liberando a la princesa Eva.
En ese momento, el mundo mágico comenzó a desvanecerse, y se encontraron de nuevo en la habitación de Jhosy. Eva, la primita de Jhosy, dormía plácidamente en su cuna, ajena a la aventura que acababa de vivir en el mundo de los sueños.
Jhosy, José y Pao se abrazaron, agradecidos por la experiencia que les había enseñado el valor de la familia y la importancia de estar siempre unidos. Desde esa noche, cada cuento antes de dormir se convirtió en una oportunidad para recordar su increíble aventura y para soñar con nuevas historias juntos, fortaleciendo los lazos que los unían como una familia amorosa y unida.
Y así, en el cálido hogar de la familia, cada noche se llenaba de magia y amor. La vida continuó, pero siempre llevaban en sus corazones el recuerdo de esa noche mágica en la que salvaron a la princesa Eva y aprendieron que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío.
La noche tras la aventura en el mundo mágico fue especial para Jhosy y su familia. Cada uno llevaba en su corazón el recuerdo vívido de un viaje que había fortalecido sus lazos de amor y unión. A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Jhosy no podía dejar de hablar sobre la aventura.
«¿Creen que alguna vez volveremos a ese mundo mágico?» Preguntó Jhosy con una mezcla de esperanza y añoranza.
Pao y José se miraron sonriendo. «Quién sabe, mi amor,» respondió Pao. «A veces, la magia está donde menos lo esperamos.»
Ese mismo día, mientras Jhosy jugaba en su habitación, notó algo brillando debajo de su cama. Al acercarse, encontró un pequeño cristal resplandeciente, similar a los que había visto en el mundo mágico. Era un recordatorio de que la magia de esa noche no había sido solo un sueño.
Con el cristal en mano, Jhosy corrió hacia sus padres para mostrarles su hallazgo. Pao y José, sorprendidos y fascinados, decidieron que era un buen momento para enseñarle a Jhosy algo importante.
«Jhosy, este cristal es un símbolo de que la magia y las aventuras pueden encontrarse en cualquier lugar, incluso en nuestra vida diaria,» explicó José. «Pero la verdadera magia está en el amor y el cariño que compartimos como familia.»
Desde ese día, la vida de Jhosy estuvo llena de pequeñas aventuras. Con la imaginación como su brújula, cada día era una oportunidad para descubrir algo nuevo y emocionante. Ya fuera jugando en el parque, ayudando a su mamá en la cocina, o escuchando las historias de su papá, Jhosy aprendía que cada momento compartido con su familia era un tesoro.
Pasaron las semanas y la primita Eva creció, convirtiéndose en la compañera inseparable de Jhosy. Juntas exploraban el mundo, guiadas por su curiosidad y alegría. Y cada noche, antes de dormir, Jhosy, Pao y José contaban historias, creando nuevos mundos mágicos donde la aventura y el amor eran los protagonistas.
Pao y José, observando cómo Jhosy y Eva jugaban juntas, se dieron cuenta de que habían logrado crear un hogar lleno de amor, respeto y magia. Sabían que, aunque los días traerían nuevos desafíos, juntos podrían enfrentar cualquier cosa.
Y así, en el acogedor hogar de Jhosy, cada día era una aventura, cada noche una historia, y cada momento un recuerdo para atesorar. Juntos, como una familia, enfrentaron los desafíos de la vida, siempre recordando la noche mágica en la que, como valientes héroes, salvaron a la princesa Eva y descubrieron que el amor y la unión son la verdadera magia que los mantenía juntos.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.