Las Estrellas de los Sueños

En un pequeño pueblo rodeado por las suaves colinas de un valle encantado, vivían Alba, Paula, Natalia y Aitor, cuatro amigos que compartían un secreto mágico: cada noche, al mirar las estrellas, podían hacer un deseo que los llevaba a aventuras en el mundo de los sueños.

Una noche, mientras se preparaban para su rutina nocturna en la acogedora habitación de Alba, decidieron que esa noche sería especial. En lugar de hacer un deseo cada uno, harían un deseo conjunto, algo que nunca antes habían intentado.

«¿Qué tal si deseamos visitar un lugar donde todo es posible?», sugirió Alba, mientras pasaba las páginas de su libro de cuentos favorito.

«Me gusta la idea, pero deberíamos ir a un lugar donde podamos volar,» dijo Aitor, su imaginación desbordante al pensar en las posibilidades.

«Y que tenga animales mágicos,» añadió Natalia, abrazando su oso de peluche.

«¡Un castillo en las nubes con caballos alados y dragones amigables!», propuso Paula, mirando a través de la ventana hacia el cielo estrellado.

Con el deseo decidido, los cuatro amigos se asomaron a la ventana, cerraron los ojos y, con las manos entrelazadas, susurraron su deseo a la estrella más brillante del cielo. Un viento suave comenzó a soplar, llenando la habitación de destellos y susurros de la noche, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontraron en un mundo de ensueño.

El lugar era más maravilloso de lo que habían imaginado. Estaban en un vasto castillo flotante, rodeado de nubes algodonosas y cielos de un azul profundo. Caballos alados de colores pastel trotaban por los campos de nubes, y dragones pequeños, juguetones, escupían fuegos artificiales que iluminaban el cielo.

Los amigos se montaron en los caballos alados y volaron alrededor del castillo, riendo y gritando de alegría. Aitor, con su valentía característica, retó a los demás a una carrera hasta la torre más alta del castillo. Aceptaron el desafío y la carrera comenzó, con los caballos cortando el aire como flechas.

Al llegar a la torre, encontraron a un amable dragón anciano que cuidaba un tesoro. Pero no era oro ni joyas lo que guardaba, sino libros antiguos que contaban historias de todos los tiempos y lugares. El dragón, llamado Vernus, les ofreció leerles una historia.

Esa noche, bajo la luz de las estrellas que se colaban por las ventanas de la torre, Vernus les leyó una historia sobre la amistad y el coraje. Los niños escuchaban, embelesados, mientras el dragón cambiaba su voz para dar vida a los diferentes personajes del cuento.

Cuando la historia terminó, los niños estaban llenos de inspiración y gratitud. Se despidieron de Vernus con promesas de volver y, haciendo otro deseo, regresaron a su habitación.

A la mañana siguiente, despertaron en sus camas, preguntándose si todo habría sido un sueño, pero la magia que sentían en sus corazones les dijo que había sido real, tan real como la amistad que compartían.

Cada noche, antes de dormir, Alba, Paula, Natalia y Aitor miraban las estrellas, recordando su aventura y planificando la próxima. Sabían que, mientras estuvieran juntos, cada noche traería un nuevo mundo de sueños para explorar.