Cuentos de Princesas

El Desorden Encantado

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un reino muy lejano, donde las flores susurraban secretos al viento y las estrellas guiaban los sueños de los viajeros, vivían dos pequeñas princesas, Antonella y Monserrat. Eran conocidas en todo el reino no solo por su nobleza, sino también por su espíritu travieso y su desbordante imaginación.

Las princesas tenían un mundo propio en su habitación, un lugar lleno de juguetes, vestidos de todos los colores del arcoíris y aventuras esperando ser vividas. Antonella, con su cabello rizado coronado por una tiara algo torcida, y Monserrat, con trenzas que bailaban al ritmo de su risa, eran la alegría del castillo.

Sin embargo, había algo que las hermanas no disfrutaban en absoluto: las rutinas diarias. Bañarse, peinarse y, sobre todo, acostarse temprano eran tareas que parecían monstruos fastidiosos en sus cuentos de hadas.

La Reina Jennifer, su mamá, cada noche intentaba llevar a cabo la misión casi imposible de acostar a las dos pequeñas princesas. Con paciencia y amor, pero también con la firmeza de una reina, les recordaba la importancia de descansar para vivir nuevas aventuras al día siguiente.

Una noche, como tantas otras, la Reina Jennifer encontró a Antonella y Monserrat jugando a ser exploradoras en un océano de sábanas y almohadas, navegando hacia una isla desconocida. Los vestidos de princesa estaban olvidados en un rincón, sustituidos por capas imaginarias y coronas hechas de luz de luna.

«Hora de bañarse, princesas», anunció la reina con una sonrisa, sabiendo lo que vendría a continuación.

«¡Pero mamá, estamos a punto de descubrir un tesoro escondido!» Exclamó Antonella, con los ojos brillantes de emoción.

«Y hay dragones que protegen la isla. ¡No podemos irnos ahora!» Añadió Monserrat, agitando su varita mágica hecha de una pluma encontrada en el jardín.

La Reina Jennifer pensó un momento y luego, con una chispa en los ojos, dijo: «¿Y si os digo que en la bañera hay un tesoro escondido y que necesitáis ser valientes sirenas para recuperarlo?»

Las princesas se miraron, intrigadas. La idea de convertirse en sirenas y encontrar tesoros ocultos en las profundidades de su propia bañera les pareció la mejor aventura de la noche.

Con risas y salpicaduras, la misión de bañarse se convirtió en una exploración submarina. La Reina Jennifer, al ver a sus hijas disfrutar del baño, sonrió, sabiendo que había ganado esta pequeña batalla.

Luego llegó el momento de peinarse, otra gran batalla. Pero esta noche, la reina tenía otro plan.

«Mientras peino vuestros cabellos, os contaré la historia de una princesa cuyo cabello tenía poderes mágicos. Pero solo si estaba bien peinado», comenzó la Reina Jennifer.

Fascinadas, Antonella y Monserrat escucharon cada palabra, dejando que su mamá desenredara sus cabellos y tejiera en ellos la magia de nuevas historias.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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