Cuentos de Princesas

Hadas de la Luz y la Magia de los Reinos Encantados

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un reino muy, muy lejano, donde las flores brillaban con colores mágicos y los ríos cantaban canciones alegres, vivía una pequeña princesa llamada Sam. Sam no era una princesa común; a diferencia de las demás, no le gustaba usar vestidos pomposos ni pasar el día esperando a que alguien viniera a rescatarla. Ella prefería explorar los bosques encantados, jugar con los animales del reino y aprender secretos sobre la naturaleza que solo las hadas conocían.

Un día, mientras caminaba cerca del lago cristalino que estaba en el corazón del bosque, Sam vio una luz muy brillante que se movía entre los árboles. Curiosa, siguió la luz hasta llegar a un claro donde tres pequeñas criaturas revoloteaban alegremente. Eran hadas, pero no cualquier tipo de hadas, eran las Hadas de la Luz. Sus nombres eran Lila, una hada con alas doradas que iluminaban todo a su alrededor; Brisa, un hada con alas azules que podía controlar el viento; y Pétalo, un hada con alas verdes que hacía florecer las plantas dondequiera que pasaba.

Sam se maravilló al conocerlas y las hadas, al verla tan valiente y amable, decidieron contarle un secreto muy importante. En los Reinos Encantados, donde ella vivía, existía una magia muy antigua que protegía a todos sus habitantes. Esa magia provenía de una estrella especial llamada Estrella del Alba, que cada noche se posaba sobre la cima de la Montaña Brillante para mantener el reino seguro y en armonía. Pero algo extraño estaba sucediendo: la Estrella del Alba ya no brillaba con tanta fuerza y el reino comenzaba a perder su color y alegría.

—Solo alguien con un corazón puro y valiente puede ayudar a devolver la luz a nuestra estrella — explicó Lila con voz cantarina —, y creemos que esa persona eres tú, Sam.

Aunque Sam se sentía un poco nerviosa, también sabía que debía ayudar. No podía permitir que su reino se apagase. Entonces, las hadas le entregaron un pequeño cristal luminoso para que nunca perdiera la luz en el camino, y le dijeron que debía ir hasta la cima de la Montaña Brillante para encontrar la Estrella y descubrir qué le estaba pasando.

—Pero cuidado — advirtió Brisa —, en el camino hay muchas pruebas que pondrán a prueba tu valor y tu bondad. No estarás sola, porque también conocerás a alguien que te ayudará mucho.

Sam agradeció la confianza de las hadas y comenzó su camino hacia la montaña. En su andar por el bosque, pensaba en todas las aventuras que la esperaban y en lo importante que era para ella cuidar la magia de su mundo. Mientras caminaba, se encontró con un zorro de pelaje rojizo y ojos atentos que parecía seguirla con curiosidad.

—Hola, pequeño — dijo Sam con una sonrisa —. ¿Quieres acompañarme?

El zorro asintió con la cabeza y desde ese momento se convirtió en su fiel compañero. Le puso de nombre Zafir, porque sus ojos brillaban como zafiros en la luz de la luna.

Juntos cruzaron ríos, escalaron colinas y pasaron por bosques cada vez más oscuros. En un momento, Sam sintió que el camino se hacía muy difícil y escuchó un susurro triste. Siguiendo el sonido, encontró a un hombre joven sentado en una roca, con la cabeza baja y una expresión de tristeza en su rostro.

—¿Estás bien? — le preguntó Sam.

—Soy Elion — respondió, levantando la mirada —. Me he perdido y no puedo encontrar el camino a casa. Estoy protegido por un hechizo que me impide avanzar hasta que alguien confíe en mí de verdad.

Sam entendió que debía ayudarle para poder seguir adelante y le ofreció la amistad sin dudarlo. Juntos, con Zafir ayudando también, encontraron dónde estaba la casa de Elion, un pequeño pueblo al borde del bosque, y al llegar, la magia que lo retenía desapareció. Agradecido, Elion decidió acompañar a Sam y a Zafir hasta la cima de la montaña.

El trío continuó el viaje hasta que llegaran a la base de la Montaña Brillante. Allí, se encontraron con una enorme puerta hecha de piedras que parecía proteger la entrada a un camino secreto. Para abrirla, debían resolver un acertijo. La puerta dijo en voz baja:

—Solo quien entienda el valor de la luz verdadera podrá entrar. Resuelve mi enigma: ¿Qué es aquello que no se puede tocar, pero que ilumina nuestro caminar y hace brillar nuestro interior?

Sam pensó profundamente, recordando todo lo que había aprendido de las hadas y del bosque, y entonces respondió:

—La esperanza.

Al escuchar la respuesta, la puerta de piedras comenzó a abrirse mostrando un sendero iluminado por una luz dorada. Los tres amigos avanzaron sin miedo. Al llegar a la cima, vieron la Estrella del Alba. Estaba opaca y parecía triste.

Sam se acercó y recordó las palabras de las hadas. Sacó el cristal luminoso que le habían dado y lo puso junto a la estrella. Entonces, una luz cálida comenzó a brillar, formando una conexión entre el cristal y la Estrella. La estrella recuperó su brillo y lejos, en el reino, las flores volvieron a abrirse y los animales a cantar.

Pero justo cuando pensaban que todo estaba terminado, apareció una sombra oscura que intentó apagar de nuevo la luz. Era una sombra de tristeza creada por quienes no creen en la magia del amor y la amistad. Sam miró a sus amigos y dijo con fuerza:

—La luz más poderosa es la que nace en el corazón cuando ayudamos a otros. ¡No dejaremos que esta sombra gane!

Juntos, Sam, Elion y Zafir unieron sus fuerzas y la luz del cristal, la estrella y su valentía se combinaron para alejar la sombra. La montaña brillaba ahora con más fuerza que nunca y el reino estaba a salvo.

Las hadas descendieron hasta la cima y felicitaron a Sam.

—Has demostrado que no solo las princesas con coronas pueden ser heroínas — dijo Lila con una sonrisa —, sino que cualquiera con coraje, amistad y un corazón puro puede traer la luz y la magia a este mundo.

Sam se sintió muy feliz. No solo había salvado su reino, sino que había encontrado amigos verdaderos y aprendido que la verdadera magia nace del amor y de la esperanza.

Desde aquel día, Sam siguió explorando, ayudando a quienes la necesitaban y cuidando siempre la luz que hay en cada rincón del reino. Sabía que la aventura más grande está en creer en uno mismo y en el poder de la amistad.

Y así, en los Reinos Encantados, la luz brilló para siempre, porque la magia más fuerte es la que vive en el corazón de quienes la comparten.

Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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