Había una vez, en un reino distante lleno de flores brillantes y árboles frondosos, una niña llamada Valentina. Valentina era conocida por su fabulosa imaginación, su risa contagiosa y su incapacidad para estar quieta. Tenía una cabellera rizada y dorada que brillaba bajo la luz del sol, y siempre llevaba puesto un vestido de colores vivos que cambiaba cada día, como si la misma magia de su corazón lo hiciera.
Valentina no solo amaba jugar al aire libre, sino que también tenía un sueño muy especial: quería convertirse en una princesa. No porque le interesaran las coronas o los palacios, sino porque creía que ser princesa significaba ayudar a los demás y llenarlos de alegría. En su corazón, ya era una princesa, solo necesitaba encontrar la manera de que el resto del mundo lo supiera.
Cerca de donde vivía Valentina, había otra niña llamada Liliana. Liliana era un poco más reservada y tranquila. Tenía una hermosa sonrisa y era muy buena dibujando. Sus cuadernos estaban llenos de dibujos de paisajes mágicos, criaturas fantásticas y, sobre todo, de princesas. Aunque eran diferentes, Valentina y Liliana eran las mejores amigas y siempre jugaban juntas en el jardín de la abuela de Valentina.
Un día, mientras jugaban a «princesas y aventureros» en el jardín, Valentina tuvo una idea brillante. “Liliana, ¿y si hacemos una fiesta para convertir a todos en príncipes y princesas? Sería un evento mágico, lleno de colores y sueños”, propuso Valentina entusiasmada.
“¡Sí! Pero… ¿cómo lo haremos?” preguntó Liliana, mientras su mente comenzaba a imaginar el evento perfecto.
“Podemos usar nuestras manos y hacer decoraciones. Y tú puedes dibujar invitaciones”, respondió Valentina con su voz melodiosa. Así, las dos amigas se pusieron a trabajar. Pasaron toda la tarde creando hermosas guirnaldas de papel, estrellas brillantes y flores de todos los colores que pudieran imaginar. Liliana dibujó invitaciones que mostraban un gran castillo con muchas princesas y príncipes danzando.
Cuando todo estuvo listo, el gran día de la fiesta finalmente llegó. Valentina y Liliana se sentaron en la entrada del jardín, esperando a que los demás niños del pueblo llegaran disfrazados. Pronto, el jardín se llenó de risas y alegría. Niños vestidos de príncipes con capa, princesas con tiaras y otros, que llevaban las vestimentas más creativas que se podían imaginar, llenaron el aire de felicidad.
Pero, para su sorpresa, al evento se unió un cuarto personaje, un pequeño dragón llamado Chispas. Chispas era muy especial, no solo porque podía volar, sino porque era de un color verde brillante y tenía escamas que brillaban con la luz del sol. Se acercó a las dos amigas, tímido y nervioso. “Hola, yo soy Chispas. ¿Puedo unirme a su fiesta de príncipes y princesas?”, preguntó, moviendo sus pequeñas alas.
Valentina, siempre con su corazón abierto, sonrió de oreja a oreja. “¡Claro que sí! Todos son bienvenidos a ser parte de nuestra fiesta. Aquí, en nuestro reino de sueños, no hay dragones solitarios. ¡Ven, juega con nosotros!”
Chispas se sintió aliviado y feliz. Con el tiempo, se fue uniendo al juego, y pronto todos los niños estaban encantados con la presencia del pequeño dragón. Jugaron juntos a buscar tesoros escondidos, hicieron una competencia de vuelo y bailaron al ritmo de una música mágica que parecía provenir de un lugar lejano.
A medida que pasaba el tiempo, Valentina se dio cuenta de que la fiesta no solo trataba de colores y sueños, sino también de amistades y aceptación. Todos, los príncipes y princesas, aprendieron que un dragón no era algo de lo que temer, sino un amigo valioso lleno de aventuras y magia. Chispas no solo se unió a la fiesta, sino que se convirtió en el alma de la celebración, contando historias de aventuras en su vida y haciendo que todos rieran con sus travesuras.
Al final de la fiesta, mientras el sol comenzaba a ocultarse, Valentina, Liliana y Chispas se sentaron sobre la hierba, mirando cómo el cielo cambiaba de color, pasando de un azul limpio a tonos anaranjados y morados.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.