En un reino lejano, rodeado de montañas que tocaban las nubes y ríos que cantaban al sol, vivía una pequeña princesa llamada Shadiana. Aunque solo tenía tres años, Shadiana era conocida en todo el reino por su valentía, su inteligencia y su bondad. Su cabello dorado brillaba como el sol de la mañana, y su risa era capaz de iluminar el día más sombrío.
Shadiana vivía en un castillo de piedra blanca con torres que alcanzaban el cielo. Cada mañana, se asomaba por la ventana de su habitación para saludar a las flores y a los animales que venían a visitarla. Ella hablaba con las mariposas y bailaba con los rayos del sol, creando un espectáculo de luz y color que maravillaba a todos los que la veían.
Un día, mientras jugaba en los vastos jardines del castillo, Shadiana escuchó un suave llanto que venía de detrás de un arbusto de rosas. Curiosa y sin miedo, se acercó y descubrió a un pequeño conejo atrapado entre las espinas. Con mucho cuidado, Shadiana ayudó al conejito a liberarse y lo acarició suavemente para calmarlo.
—No temas, pequeñito, estoy aquí para ayudarte —le susurró Shadiana con una voz tan dulce que incluso las flores se inclinaron para escuchar.
El conejito, agradecido, miró a Shadiana con ojos brillantes y, de repente, saltó hacia el bosque, señalando con su nariz que la siguiera. Intrigada, Shadiana corrió tras él, sus pequeños pies apenas tocando el suelo cubierto de hojas.
Guiada por el conejito, llegaron a una parte del bosque que Shadiana nunca había explorado. Allí, escondido entre los árboles antiguos, encontraron un lago cristalino que reflejaba el cielo azul sin una sola nube. El agua era tan clara que Shadiana podía ver los peces danzando entre las algas.
—Es el Lago de los Deseos —explicó una voz suave detrás de ella.
Shadiana se giró y vio a una anciana vestida con un manto de hojas y una corona de flores silvestres. Era la Guardiana del Bosque, una figura de leyenda que cuidaba de todas las criaturas y plantas del reino.
—Este lago tiene un poder especial, Shadiana. Si alguien puro de corazón lanza una piedra y hace un deseo, este se cumplirá —dijo la Guardiana, entregándole una pequeña piedra lisa.
Con los ojos llenos de maravilla, Shadiana tomó la piedra y cerró los ojos. Pensó en su deseo, un deseo de amistad y paz para todos en su reino. Con toda su fuerza, lanzó la piedra al lago, donde hundió con un suave plip que apenas perturbó la superficie.
Al instante, el agua brilló con luz dorada y, desde el lago, surgieron cientos de mariposas de colores que volaron hacia el castillo, llevando consigo la magia del deseo de Shadiana. La noticia del milagroso evento se extendió por el reino, y desde ese día, la paz y la armonía reinaron, todo gracias a la bondad y el valor de una pequeña princesa.
Shadiana creció sabiendo que incluso el más pequeño de los gestos puede cambiar el mundo. Y cada noche, antes de dormir, miraba por su ventana al bosque donde los árboles susurraban historias de magia y misterios, recordándole que en su corazón residía el verdadero poder de hacer realidad los sueños.
Y así, en un reino donde la bondad gobernaba y las leyendas cobraban vida, Shadiana, la pequeña princesa valiente, se convirtió en la luz que guiaba a todos hacia un mañana lleno de esperanza y alegría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.