Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una princesa llamada Patro. Patro era la más pequeña del reino, y todos la conocían por su dulce sonrisa y sus grandes ojitos brillantes. Tenía el cabello dorado que le caía en pequeños rizos y siempre llevaba una diminuta corona en su cabecita.
Patro vivía en un hermoso castillo lleno de luces brillantes y estrellas que bailaban en el cielo. El castillo tenía torres altísimas y ventanas grandes por donde se veía el sol brillar cada mañana. Pero lo que más le gustaba a la pequeña princesa era el jardín del castillo. Allí había flores de todos los colores, y mariposas que volaban suavemente a su alrededor. Patro pasaba horas mirando las mariposas y tocando los suaves pétalos de las flores.
Un día, mientras Patro estaba en el jardín, se encontró con algo mágico. Una mariposa muy especial, con alas brillantes como el arcoíris, se posó en su manita. La mariposa susurró suavemente: «Princesa Patro, hoy vamos a tener una gran aventura.»
La pequeña princesa aplaudió con alegría, aunque aún no sabía qué tipo de aventura sería. La mariposa voló lentamente, guiando a Patro hacia un rincón secreto del jardín. Allí, escondida entre las flores más altas, había una pequeña puerta dorada. La puerta era tan pequeña que solo Patro podía pasar por ella.
Curiosa, la princesa Patro se agachó y empujó la puerta. Al otro lado, se encontró con un bosque encantado lleno de luces que brillaban como estrellas. Los árboles eran altos, pero no daban miedo, porque todo estaba lleno de colores y sonidos suaves. A medida que caminaba por el bosque, Patro vio más mariposas, y todas parecían sonreírle.
De repente, una de las mariposas le habló de nuevo. «Princesa Patro, en este bosque viven todos los sueños. Cada vez que alguien sueña, una estrella baja del cielo y se convierte en una mariposa. Nosotras cuidamos de los sueños de todos.»
Patro sonrió, maravillada con la idea de estar rodeada de sueños. Quería quedarse en ese lugar mágico para siempre. Pero entonces, una mariposa más grande voló hacia ella. «Princesa Patro,» dijo la mariposa, «hay un sueño que está perdido. Es un sueño muy especial y necesitamos tu ayuda para encontrarlo.»
Patro, siendo una princesa valiente, asintió con entusiasmo. «¿Dónde está ese sueño perdido?» preguntó.
La gran mariposa señaló una montaña lejana en el horizonte. «El sueño se ha escondido en la cima de esa montaña. Pero no te preocupes, no tienes que ir sola. Nosotras te acompañaremos.»
Así, Patro comenzó su aventura, acompañada por un grupo de mariposas brillantes. El camino fue largo, pero la pequeña princesa no tenía miedo. Sabía que con sus nuevas amigas a su lado, nada malo podía pasarle. Mientras subían la montaña, vieron muchas cosas hermosas: riachuelos que cantaban, flores que bailaban con el viento y pájaros de colores que volaban en el cielo.
Finalmente, llegaron a la cima de la montaña, donde encontraron una estrella muy pequeña y un poco triste. «Soy el sueño perdido,» dijo la estrella. «Me perdí y no supe cómo regresar.»
Patro se acercó y le dio un suave abrazo. «No te preocupes, sueño. Yo te llevaré de vuelta.»
Con mucho cuidado, la princesa tomó la estrella en sus manos y la llevó de vuelta al bosque encantado. Las mariposas estaban felices de ver regresar al sueño perdido, y todo el bosque brilló más fuerte que nunca.
«Gracias, princesa Patro,» dijeron las mariposas. «Has salvado un sueño muy importante.»
La pequeña princesa sonrió, feliz de haber ayudado. Sabía que los sueños eran algo especial, y estaba muy orgullosa de haber sido parte de esa aventura. Luego, las mariposas la guiaron de regreso al jardín de su castillo, donde la puerta dorada seguía esperando.
Cuando Patro pasó por la puerta de vuelta al jardín, todo parecía igual, pero ella sabía que algo dentro de ella había cambiado. Ahora entendía lo importante que eran los sueños y lo valiente que podía ser cuando se lo proponía.
Esa noche, mientras la princesa Patro se acostaba en su suave cama y miraba las estrellas por la ventana, supo que siempre habría más aventuras esperando en el futuro. Y con una sonrisa en los labios, cerró los ojos, lista para soñar con nuevas maravillas.
Pero justo cuando empezaba a quedarse dormida, algo mágico sucedió. Una suave luz entró por la ventana de su habitación, como si las estrellas del cielo quisieran visitarla. La luz se hizo cada vez más brillante, y entonces, de repente, una pequeña estrella voló directamente hacia su cama. Era la misma estrella que había encontrado en el bosque encantado.
«Princesa Patro», dijo la estrellita con una voz suave, «necesito tu ayuda una vez más. Hay un nuevo misterio en el reino de los sueños, y solo tú puedes resolverlo.»
Patro, siempre curiosa y valiente, se sentó en su cama, frotándose los ojos para asegurarse de que no estaba soñando. «¿Qué ha pasado, pequeña estrella?», preguntó.
«La luna ha perdido su luz, y sin su brillo, los sueños de todos los niños del mundo se están desvaneciendo. Si la luna no vuelve a brillar, los sueños no podrán llegar a las personas, y eso sería muy triste.»
Patro sabía que los sueños eran muy importantes, no solo para ella, sino para todos los niños y niñas. Sin dudarlo, se levantó de la cama, se puso su pequeña corona y dijo: «Vamos, estrellita. Llevémosle de vuelta la luz a la luna.»
La estrella sonrió y voló hacia la ventana. «Sujétate a mí, princesa Patro. Juntas volaremos hasta el cielo.»
Y así, con un toque mágico, la estrella envolvió a Patro en un manto de luz y, de repente, ambas se elevaron hacia el cielo. Volaron entre las nubes suaves como el algodón, pasando por las estrellas que saludaban a la princesa a medida que subía más y más alto. El castillo de Patro se veía cada vez más pequeño desde el cielo, pero ella no tenía miedo. Estaba emocionada por ayudar a la luna.
Después de un rato, llegaron hasta la luna, que estaba escondida detrás de una nube. La luna se veía triste y apagada, su brillo habitual había desaparecido. «Oh, pequeña princesa», dijo la luna con una voz suave y melancólica, «perdí mi luz y no sé cómo recuperarla.»
Patro, siempre optimista, se acercó a la luna y le dijo con ternura: «No te preocupes, luna. Estoy aquí para ayudarte. Vamos a encontrar tu luz.»
La pequeña estrella que acompañaba a Patro habló: «Sabemos que tu luz es especial y proviene de los sueños de los niños. Pero parece que algo ha pasado y no puedes reflejar esos sueños.»
Patro pensó un momento y luego sonrió. «¡Ya sé! Tal vez lo que necesitamos es un sueño muy especial. Uno lleno de esperanza, alegría y amor.»
La luna asintió lentamente. «Pero, ¿dónde podemos encontrar un sueño así?»
La princesa miró hacia la tierra, y sus ojos brillaron con emoción. «Yo tengo muchos sueños», dijo Patro, «y creo que podemos usar uno de ellos para devolverte tu luz.»
Entonces, Patro cerró los ojos y comenzó a soñar. Soñó con un mundo donde todos los niños eran felices, donde jugaban en campos de flores y reían bajo cielos llenos de arcoíris. Soñó con un reino donde las estrellas siempre brillaban, donde las mariposas danzaban entre los árboles, y donde cada noche estaba llena de dulces aventuras. Su sueño era tan fuerte, tan lleno de alegría y amor, que la luz empezó a regresar poco a poco a la luna.
La luna comenzó a brillar nuevamente, cada vez más brillante, hasta que su luz iluminó todo el cielo. Las estrellas bailaban de alegría, y la pequeña estrella que acompañaba a Patro saltaba de felicidad.
«¡Lo logramos!» exclamó la luna, ahora completamente resplandeciente. «Gracias, princesa Patro. Gracias por devolverme mi luz.»
Patro sonrió, contenta de haber ayudado una vez más. «Ahora todos los niños podrán seguir soñando», dijo con satisfacción.
La estrellita voló hacia Patro y le dio un suave beso en la mejilla. «Has salvado los sueños de todos. Siempre serás la princesa de los sueños, Patro.»
Con una última sonrisa, Patro y la estrellita volvieron volando hacia la tierra, descendiendo suavemente hasta la cama de la princesa. Cuando Patro se acostó de nuevo, todo en su habitación estaba tranquilo y brillante. La luna, ahora llena de luz, brillaba a través de la ventana, cuidando los sueños de todos.
Patro se arropó con su manta y, esta vez, se quedó profundamente dormida, sabiendo que había hecho algo maravilloso. Mientras dormía, soñaba con más aventuras, con más misterios por resolver y con más sueños por cuidar. Sabía que, sin importar cuántas veces la llamaran, siempre estaría lista para ayudar a los sueños a brillar.
Y así, bajo la luz de la luna y las estrellas, la pequeña princesa Patro durmió tranquila, lista para el siguiente gran sueño.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.