Había una vez, en un reino muy lejano, una princesa llamada Sofía. Sofía tenía tres años y era la niña más feliz del mundo. Vivía en un gran castillo con torres altas y jardines coloridos, donde jugaba todos los días.
Sofía tenía un hermano menor, con quien compartía muchas aventuras. Juntos, exploraban cada rincón del castillo, jugaban a las escondidas entre los árboles y corrían por los prados llenos de flores.
Cada mañana, Sofía se despertaba emocionada porque sabía que un nuevo día de diversión la esperaba. Se vestía con sus vestidos de princesa favoritos, cada uno de un color brillante y alegre. Después de desayunar, iba a la guardería del castillo, donde se encontraba con otros niños y niñas de su edad.
En la guardería, Sofía aprendía muchas cosas nuevas. Cantaba canciones, escuchaba cuentos y jugaba con bloques y juguetes. Pero lo que más le gustaba era la hora de pintar. Sofía cogía sus pinceles y pintaba todo lo que imaginaba: desde grandes castillos hasta hermosos unicornios de colores.
Después de la guardería, Sofía volvía a casa para almorzar con su familia. Le encantaba comer las deliciosas comidas que preparaba el chef del castillo, especialmente las galletas en forma de corona que tanto le gustaban.
Por la tarde, Sofía salía a jugar al jardín con su hermano. Juntos, montaban en bicicleta por los senderos del castillo, riendo y compitiendo para ver quién era el más rápido. Sofía siempre llevaba su casco de princesa, decorado con brillantes y una pequeña corona.
Uno de los lugares favoritos de Sofía en el jardín era el estanque de los patos. Le gustaba darles de comer y ver cómo nadaban felices en el agua. A veces, incluso imaginaba que los patos eran barcos mágicos que navegaban por mares de aventuras.
Al caer la tarde, Sofía jugaba con su juguete favorito: un gran unicornio de peluche que se llamaba Estrella. Estrella era su compañera de aventuras y juntas viajaban a mundos mágicos y lejanos. Sofía se ponía una capa de superhéroe y se convertía en una princesa valiente que salvaba reinos y luchaba contra dragones imaginarios.
Por la noche, antes de irse a dormir, Sofía escuchaba los cuentos que le leía su madre. Eran historias de princesas valientes, de bosques encantados y de animales que hablaban. Sofía se acurrucaba en su cama, abrazando a Estrella, y soñaba con todas las aventuras que viviría al día siguiente.
Un día, mientras jugaba en el jardín, Sofía encontró una mariposa herida. Con cuidado, la llevó a su madre, quien la ayudó a curarla. Sofía aprendió la importancia de cuidar de los demás y se sintió muy feliz al ver que la mariposa podía volver a volar.
La vida de Sofía estaba llena de pequeñas aventuras y descubrimientos. Cada día aprendía algo nuevo y se divertía con su familia y amigos. La princesa Sofía, con su corazón bondadoso y su imaginación sin límites, era la alegría del reino.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.