Cuentos de Princesas

La Noche Mágica de las Princesas

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un reino lleno de colores y alegría, una princesa pequeñita llamada Carla. Carla tenía un castillo grande con torres altas que tocaban las nubes y ventanas que brillaban bajo el sol como diamantes. Aunque era muy feliz, había algo que a Carla no le gustaba nada: ¡ir a dormir!

Carla vivía con sus dos mejores amigos, los príncipes Thiago y Bintou, que también eran hermanos. Bintou era la mayor y muy sabia para sus nueve años, siempre tenía grandes ideas para divertirse. Thiago, igual que Carla, tenía tres años y amaba correr por los pasillos del castillo persiguiendo a las mariposas de oro que a veces visitaban sus jardines.

Una noche, los tres decidieron hacer una fiesta del pijama en el gran salón del castillo. Colocaron almohadas mullidas por todo el suelo y colgaron luces brillantes que parecían pequeñas estrellas. Carla estaba emocionada porque sabía que en las fiestas del pijama se contaban historias fantásticas y se comían montones de galletas de chocolate.

Pero como siempre, cuando llegó la hora de dormir, Carla empezó a inquietarse. No quería dejar de jugar y mucho menos ir a la cama. Bintou, viendo que Carla se ponía triste, tuvo una idea maravillosa.

—Carla, ¿y si te dijera que podemos ir a un lugar mágico donde las princesas nunca se aburren? —dijo Bintou con una sonrisa pícara.

—¿De verdad? ¿A dónde? —preguntó Carla, olvidándose por completo de su desagrado por el sueño.

—A Arandelle, la ciudad de las princesas Ana y Elsa. ¡Podemos volar hasta allí con mi capa mágica! —exclamó Bintou mientras sacaba una capa brillante de debajo de una almohada.

Los tres amigos se pusieron la capa y, con un poco de polvo mágico que Bintou guardaba siempre en su bolsillo, comenzaron a volar por la ventana del castillo, directo hacia las estrellas. La noche los envolvió con su manto oscuro, pero ellos no tenían miedo, porque la luna los guiaba con su luz plateada.

Al llegar a Arandelle, fueron recibidos por las princesas Ana y Elsa, que les mostraron su hermoso reino de nieve y hielo. Elsa, con un movimiento de sus manos, creó un paisaje de nieve donde aparecieron muñecos de nieve danzarines que hacían piruetas y lanzaban copos brillantes al aire.

Carla, Thiago y Bintou jugaron con Ana y Elsa, cantaron canciones de las que resuenan en todo el valle y rieron hasta que las estrellas comenzaron a despedirse. Sin darse cuenta, la aventura y la magia de la noche habían cansado a la pequeña Carla, quien empezaba a bostezar mientras sus ojitos se cerraban poco a poco.

Al ver esto, Bintou supo que era hora de volver. Se despidieron de Ana y Elsa, quienes les regalaron un pequeño muñeco de nieve para recordar esa noche mágica. De regreso en el castillo, Bintou y Thiago acomodaron a Carla en su camita, cubriéndola con una manta suave como un abrazo de nube.

—Gracias, Bintou, Thiago —murmuró Carla, ya casi en el país de los sueños—. Esta fue la mejor noche de todas.

Y así, con el corazón lleno de magia y aventuras, la princesa Carla finalmente encontró la alegría en ir a la cama, soñando con las próximas aventuras que tendría con sus amigos en aquellos lejanos y mágicos reinos.

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