Había una vez, en un reino lejano y mágico, una pequeña princesa llamada Isabella. Isabella tenía el cabello largo y dorado que brillaba como el sol y unos ojos azules que reflejaban la profundidad del cielo. Vivía en un majestuoso castillo junto a su madre, la reina Amelia, quien era conocida por ser la mejor mamá del mundo. Amelia era cariñosa, sabia y siempre sabía cómo hacer sonreír a Isabella.
Desde que tenía uso de razón, Isabella soñaba con tener una mascota. Siempre se imaginaba jugando con un adorable perrito, un gatito juguetón o incluso un conejito suave y esponjoso. Sin embargo, había un problema: una malvada bruja llamada Morgana, que vivía en el bosque oscuro cerca del reino, había lanzado un hechizo que prohibía a cualquier criatura mágica o no mágica acercarse al castillo. La bruja Morgana era conocida por su envidia y maldad, y disfrutaba viendo a los demás sin cumplir sus deseos.
Un día, mientras Isabella paseaba por los jardines del castillo, vio una mariposa de colores brillantes volando de flor en flor. La siguió hasta el borde del bosque oscuro, donde nunca antes se había atrevido a ir. Allí, se encontró con la bruja Morgana. La bruja tenía una mirada siniestra y una risa que helaba la sangre. «Pequeña princesa, ¿qué haces aquí?», preguntó Morgana con una voz ronca.
Isabella, sin mostrar miedo, respondió: «Sueño con tener una mascota, pero sé que tu hechizo no lo permite. ¿Por qué eres tan cruel?»
La bruja soltó una carcajada y dijo: «Porque la felicidad de los demás me irrita. Nunca tendrás una mascota mientras mi hechizo esté en pie.»
Desanimada, Isabella regresó al castillo y contó a su madre lo sucedido. La reina Amelia, con su corazón lleno de amor y sabiduría, decidió que era hora de ayudar a su hija a cumplir su sueño. Amelia sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a hacer todo lo posible.
Esa noche, la reina Amelia buscó en los antiguos libros de magia de la biblioteca del castillo, tratando de encontrar una forma de romper el hechizo de Morgana. Leyó sobre pociones, encantamientos y rituales, pero nada parecía funcionar. Finalmente, encontró un libro polvoriento y viejo que hablaba de la fuerza del amor y la valentía. Decía que un acto de amor verdadero podía romper cualquier hechizo, sin importar lo poderoso que fuera.
Al día siguiente, Amelia llevó a Isabella al borde del bosque oscuro. «Isabella, sé que podemos romper este hechizo juntas. Necesitamos mostrarle a Morgana el poder del amor y la bondad,» le dijo su madre con una sonrisa alentadora.
Armadas con valor y esperanza, madre e hija se adentraron en el bosque oscuro. Los árboles eran altos y sus ramas formaban figuras espeluznantes a la luz tenue del sol que apenas lograba penetrar el follaje. Llegaron a la cabaña de Morgana, que estaba rodeada de plantas marchitas y un aire de tristeza.
La bruja, sorprendida de verlas, preguntó: «¿Qué hacen aquí de nuevo? ¿Acaso no entendieron que su deseo nunca se cumplirá?»
Isabella dio un paso adelante y dijo con firmeza: «Bruja Morgana, sé que eres malvada y cruel, pero también sé que todos merecen una segunda oportunidad. Te ofrecemos nuestra amistad y bondad para romper el hechizo. Te perdonamos por lo que has hecho y te invitamos a compartir nuestra felicidad.»
Morgana, desconcertada por las palabras de la pequeña princesa, sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: una chispa de bondad. La bruja, conmovida por el gesto de Isabella y Amelia, comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron al suelo y, al tocar la tierra, un brillo mágico iluminó el bosque.
El hechizo se rompió en ese instante. De repente, el bosque oscuro se llenó de vida. Los animales regresaron, las flores florecieron y el sol brilló con más fuerza. Morgana, ahora libre de su propia maldad, se arrodilló ante Isabella y dijo: «Gracias, pequeña princesa. Has mostrado una bondad que no merecía, y por eso, te concedo tu deseo.»
De la nada, apareció un adorable cachorrito de pelaje blanco y ojos brillantes. Isabella no podía creerlo, finalmente tenía su mascota. Lo llamó Estrella, porque sentía que era un regalo del cielo. La reina Amelia, orgullosa de su hija, abrazó a Isabella y le dijo: «Has hecho algo maravilloso hoy, has demostrado que el amor y la bondad siempre triunfan.»
Morgana, agradecida y transformada, prometió usar su magia para hacer el bien de ahora en adelante. Isabella, su madre y Estrella regresaron al castillo, donde vivieron felices para siempre, sabiendo que juntos podían superar cualquier obstáculo. Y así, en el reino mágico, la princesa Isabella enseñó a todos que los sueños se hacen realidad cuando se tiene el valor de amar y perdonar.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.