Cuentos de Princesas

Patricia y la Aventura en la Guardería

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez, en un reino lleno de flores y árboles mágicos, una pequeña princesa llamada Patricia. Patricia era una niña dulce y alegre, con una hermosa tiara que brillaba con el sol y un vestido de colores vibrantes que la hacía ver como un arcoíris. Sin embargo, había algo que la entristecía: no le gustaba ir a la guardería.

Cada mañana, cuando el sol asomaba por la ventana de su habitación, su mamá entraba con una sonrisa. “¡Buenos días, mi pequeña princesa! Es hora de levantarse y prepararte para la guardería”, decía su mamá con una voz suave y cariñosa. Pero Patricia fruncía el ceño y decía: “No quiero ir a la guardería, mamá. Quiero quedarme aquí, en casa”.

Su madre, con mucha paciencia, le explicaba que la guardería era un lugar especial donde podía jugar con otros niños, aprender cosas nuevas y hacer amigos. Pero a Patricia no le importaba. Ella prefería quedarse en su habitación, rodeada de sus muñecas y cuentos de hadas.

Un día, su mamá decidió que era hora de hablar con la maestra de la guardería. La maestra era una mujer amable, con un gran corazón y siempre tenía una sonrisa para todos los niños. “No te preocupes, Patricia”, le dijo su madre mientras la llevaban a la guardería. “La maestra te ayudará a sentirte mejor”.

Cuando llegaron, Patricia vio que otros niños jugaban felices en el patio. Algunos corrían, otros se reían y todos parecían estar disfrutando. Pero a ella no le gustaba el bullicio. Se quedó agarrada de la mano de su mamá, sin moverse.

La maestra, al verla, se acercó rápidamente. “¡Hola, Patricia! Soy la maestra Ana, y estoy muy contenta de conocerte. ¿Te gustaría venir a jugar con nosotros?” Patricia miró a la maestra y luego a su mamá, que le sonreía.

“No sé si quiero jugar”, dijo Patricia con una voz pequeña.

“Eso está bien”, respondió la maestra Ana con ternura. “No hay prisa. Puedes quedarte con tu mamá un ratito más. Pero si alguna vez necesitas algo, aquí estoy para ayudarte”.

Patricia sintió un pequeño destello de esperanza. La maestra Ana era muy amable. “¿Puedo jugar con los bloques?” preguntó, mirando a un grupo de niños que apilaban coloridos bloques en el suelo.

“¡Claro que sí! Ven, te mostraré cómo hacerlo”, dijo la maestra, guiándola hacia el grupo. Patricia sintió que su corazón latía un poco más rápido mientras se acercaba. Al principio, fue un poco tímida, pero pronto se dio cuenta de que los otros niños también eran amigables.

Comenzó a jugar con los bloques y, poco a poco, se fue sintiendo más cómoda. Con cada bloque que colocaba, una sonrisa se dibujaba en su rostro. “Mira, estoy construyendo un castillo”, exclamó Patricia, orgullosa.

La maestra Ana aplaudió. “¡Eso es maravilloso, Patricia! Ese castillo es muy bonito. ¿Quieres que lo decoren con las banderas que hicimos ayer?” Patricia asintió emocionada.

Mientras decoraban el castillo con banderas de colores, Patricia olvidó que no quería estar en la guardería. Empezó a reír y a hablar con los otros niños, quienes la invitaron a jugar a otros juegos. Patricia sintió que estaba comenzando a disfrutar.

“¿Puedo venir mañana también?” preguntó Patricia a la maestra Ana, al ver que el día estaba llegando a su fin. La maestra sonrió. “Por supuesto, princesa. Aquí siempre serás bienvenida”.

Cuando llegó su mamá a buscarla, Patricia corrió hacia ella con una gran sonrisa. “¡Mamá, mamá! ¡Hice un castillo! ¡Y quiero volver mañana!” Su madre se sorprendió y abrazó a Patricia con alegría.

“¡Eso es maravilloso, Patricia! Estoy tan feliz de que te haya gustado. Sabía que la guardería sería divertida”, dijo su mamá, sintiendo un gran alivio.

Patricia y su mamá regresaron a casa, y durante el camino, Patricia no paraba de hablar sobre su día. “Y había otros niños, y todos jugaron conmigo. ¡El castillo fue muy divertido! Y la maestra Ana es tan amable”, dijo con entusiasmo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Patricia pensó en lo que había aprendido. Se dio cuenta de que la guardería no era un lugar aterrador, sino uno donde podía jugar, aprender y hacer nuevos amigos. A partir de ese día, cada mañana se levantaba con una gran sonrisa, lista para ir a la guardería.

Al pasar los días, Patricia se volvió cada vez más feliz en la guardería. Disfrutaba aprendiendo sobre los colores, las formas y las historias que contaba la maestra Ana. Con cada nuevo día, hacía más amigos y se divertía explorando nuevas actividades.

Un día, la maestra Ana anunció que harían una fiesta de disfraces. “Todos pueden venir vestidos de sus personajes favoritos. Será muy divertido”, dijo con entusiasmo. Patricia estaba emocionada. Pensó en todos los cuentos de hadas que había leído y decidió que quería disfrazarse de princesa.

Durante toda la semana, Patricia y su mamá trabajaron juntas en su disfraz. Hicieron un hermoso vestido con tela brillante y una tiara que resplandecía con pequeñas joyas. Patricia estaba emocionada y no podía esperar para mostrárselo a sus amigos.

Finalmente, llegó el día de la fiesta. Patricia llegó a la guardería con su disfraz de princesa. Cuando entró, todos los niños estaban maravillados. “¡Mira su vestido!”, exclamó uno de sus amigos. Patricia se sintió tan feliz, como si realmente fuera una princesa.

La fiesta fue increíble. Bailaron, jugaron y comieron deliciosos bocadillos. La maestra Ana incluso les contó una historia mágica sobre un castillo y un dragón. Patricia escuchaba con los ojos bien abiertos, sintiéndose parte de una gran aventura.

Al final del día, cuando su mamá vino a buscarla, Patricia se despidió de sus amigos con una gran sonrisa. “¡Mamá, hoy fue el mejor día! ¡Me encanta la guardería!”, exclamó con alegría.

Su mamá sonrió y le dio un abrazo. “Estoy muy feliz de que te estés divirtiendo, mi pequeña princesa. Siempre estoy orgullosa de ti”.

Y así, Patricia aprendió que ir a la guardería era una gran aventura. Con el tiempo, ya no sentía miedo de separarse de su mamá. Cada día era una nueva oportunidad para jugar, aprender y hacer amigos. Y aunque al principio le costó un poco, se dio cuenta de que a veces, las cosas que más tememos pueden convertirse en las más maravillosas.

Desde entonces, Patricia fue a la guardería con entusiasmo, lista para enfrentar cada día como la princesa que era, llena de sueños y valentía. Y así, vivió feliz, creando recuerdos inolvidables en su reino de juegos y risas.

El final.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario