En una pequeña ciudad, vivía Ramón, un niño inquieto con una curiosidad insaciable.
A él le encantaba aprender de todo: desde cómo vuelan los pájaros hasta por qué las estrellas brillan en el cielo. Sin embargo, había dos cosas que le apasionaban más que cualquier otra cosa: el ajedrez y el baloncesto.
Aunque parecían dos actividades muy distintas, para Ramón, eran dos mundos mágicos. En el ajedrez, él era un gran estratega, moviendo sus piezas con precisión, como si estuviera en una batalla épica contra dragones y caballeros. Y en la cancha de baloncesto, con cada salto y lanzamiento, sentía que podía volar.
Un día, mientras jugaba baloncesto con sus amigos y primos, el balón cayó cerca de un viejo árbol. Al recogerlo, Ramón notó un brillante anillo enraizado en sus raíces. Al ponérselo, sintió una oleada de energía. ¡El anillo le dio superpoderes!
Con el anillo, Ramón podía transformar su pasión por el ajedrez y el baloncesto en habilidades sobrenaturales. Cuando pensaba en el ajedrez, podía predecir los movimientos de las personas y cosas a su alrededor. Y al pensar en baloncesto, podía saltar edificios en un solo brinco.
Ramón decidió usar sus nuevos poderes para hacer el bien. Ayudaba a encontrar cosas perdidas, rescataba gatos atrapados en árboles y ayudaba a sus amigos a resolver problemas difíciles. La gente del pueblo comenzó a llamarlo «Súper Ramón».
Un día, mientras Ramón jugaba ajedrez en el parque, notó que un grupo de niños tenía problemas con un rompecabezas gigante. Usando su habilidad de predicción, rápidamente ayudó a los niños a resolverlo, convirtiendo un día frustrante en una celebración.
Conclusión:
Ramón aprendió que los superpoderes no son sólo para volar o tener fuerza sobrehumana. A veces, el verdadero superpoder está en nuestras pasiones y en la capacidad de usar lo que amamos para hacer el bien.
¡Y así, Súper Ramón se convirtió en el héroe de su ciudad, no por sus poderes, sino por su gran corazón!
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.