Había una vez en un pequeño pueblo lleno de colores, dos amigos inseparables llamados Nico y Sofía. Nico era un pequeño travieso con un gran corazón y una imaginación sin límites. Sofía, por su parte, era curiosa y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Juntos, estaban listos para vivir grandes aventuras.
Un día, mientras jugaban en el parque, escucharon un ruido misterioso proveniente de la cocina de la casa de Sofía. Era un sonido parecido a un pequeño zumbido. “¿Qué será eso?” preguntó Nico, con sus ojos brillando de curiosidad. Sofía, que igualmente sentía muchas ganas de investigar, sugirió: “¡Vamos a averiguarlo! Tal vez sea un nuevo amigo.”
Con mucho cuidado, se acercaron a la ventana de la cocina. Desde allí podían ver a su abuelita, Doña Lupe, que parecía estar muy concentrada en preparar algo muy especial. Ella era la mejor cocinera del pueblo y hacía unas galletas de chocolate que todos adoraban. Pero ese día, algo raro pasaba. La cocina estaba llena de humo, y Doña Lupe parecía muy preocupada.
“¡Abuelita!” gritaron al unísono Nico y Sofía. Corrieron a la puerta y entraron a la cocina. “¿Te encontramos en problemas?” preguntó Sofía, tratando de ayudar.
Doña Lupe sonrió al ver a sus dos pequeños aventureros. “No se preocupen, chicos. Solo estaba tratando de hacer una nueva receta, pero cometí un pequeño error. Necesito un poco de ayuda”, contestó.
Nico, al escuchar esto, se iluminó de emoción. “¡Podemos ayudar! ¡Tú siempre nos has enseñado a cocinar!” Sofía asintió, lista para ayudar. “¿Qué necesitas, abuelita?”
Doña Lupe pensó un momento y dijo: “Quiero hacer una galleta mágica que le dé a las personas habilidades especiales por un día. Pero no sé cómo hacerla sin que se queme ni se deshaga.”
“¡Eso suena increíble!” exclamó Nico. “Nosotros también queremos ser superhéroes, ¡pudiendo hacer cosas fantásticas! Vamos a hacerlo juntos.” Sofía, sintiendo el mismo entusiasmo, agregó: “Podemos buscar ingredientes mágicos en la despensa.”
La abuela sonrió y les dio su permiso. “Perfecto. Necesitamos un poco de harina mágica, azúcar de los sueños, y el toque final: un puñado de sueños de colores.”
Los tres comenzaron a buscar en la despensa. Al empezar a revisar los estantes, se encontraron con una vieja caja llena de frascos. “¿Qué son estos?” preguntó Sofía. Nico los inspeccionó y encontró una etiqueta que decía “Especias de la Fantasía”. “¡Tal vez sirvan!” dijo emocionado.
Con los frascos en manos, volvieron a la mesa. “Ahora, necesitamos mezclar todo esto, pero con cuidado, por si acaso”, explicó Doña Lupe. “La cocina de magia es diferente, hay que hacer todo con amor y alegría.”
Sofía y Nico, emocionados, comenzaron a mezclar los ingredientes. Mientras lo hacían, empezaron a contar historias de superhéroes. Hablaron de uno que volaba, otro que podía cambiar de forma y uno más que sembraba felicidad a su paso. “¡Qué tal si nosotros también tuviéramos esos poderes!”, dijo Nico.
“¡Sí! Podemos ser superhéroes culinarios”, respondió Sofía mientras mezclaban la masa. “¡Con nuestras galletas haremos sonreír a todos!”
De repente, un pequeño destello iluminó la cocina. Era un nuevo personaje que apareció ante ellos, un pequeño hada llamada Lila. “Hola, pequeños chefs. He sentido la magia en sus corazones. Soy Lila, el hada de la cocina”, dijo con una voz dulce y melodiosa.
“¡Wow! Un hada!” gritaron Nico y Sofía al unísono. “¿Puedes ayudarnos a hacer las galletas mágicas?”
Lila sonrió y movió su varita, creando un remolino de polvo brillante. “Claro que sí, pero necesitaré que cada uno de ustedes ponga su habilidad especial. Nico, tú debes pensar en el poder que más deseas. Sofía, tú deberías cantar mientras mezclan.”
Nico cerró los ojos y pensó. “Quiero poder volar alto, como un pájaro en el cielo”, dijo.
Sofía, mientras tanto, comenzó a cantar una hermosa melodía. “Vuela, vuela, pequeño corazón, con las galletas de la abuela, arrancaremos una sonrisa en cada rincón.”
Lila aplaudió sus esfuerzos. “Perfecto, sigan así. ¡Ahora, añadan este polvo brillante a la mezcla y verán cómo se transformará!”
Nico y Sofía hicieron lo que Lila les dijo y, en un abrir y cerrar de ojos, una fragancia deliciosa llenó la cocina. Las galletas comenzaron a crecer, a brillar, y a desprender un aroma que hacía que todos quisieran probarlas.
Cuando las galletas estuvieron listas, Doña Lupe las sacó del horno y las decoraron con un poco de chocolate derretido y chispitas de colores. “Ahora, vamos a compartirlas con el pueblo. Estas serán galletas mágicas que traerán alegría y poderes especiales a todos”, dijo la abuela emocionada.
Salieron corriendo a la plaza donde había mucha gente. Cuando ofrecieron las galletas, todos las probaron y, en un instante, comenzaron a reír y brincar de alegría. Algunos empezaron a sentir que podían volar y otros a cantar hermosas melodías.
Nico y Sofía sonrieron al ver cómo todos se divertían. “¡Lo logramos! ¡Hicimos galletas mágicas que traen felicidad!” expresó Sofía.
“Sí, y nos sentimos como verdaderos superhéroes”, dijo Nico, sintiéndose lleno de energía. Lila, el hada, apareció una vez más y les dijo: “Recuerden, la verdadera magia está en el amor y la alegría que le pongan a lo que hacen.”
Esa noche, al regresar a casa, los dos amigos se dieron cuenta de que, aunque cocinar había sido divertido, lo que realmente importaba era compartir y hacer felices a los demás. Desde aquel día, Nico y Sofía se convirtieron en los mejores ayudantes de Doña Lupe en la cocina, creando nuevas recetas y llevando sonrisas a todos los que conocían.
Y así, un pequeño proyecto en la cocina se convirtió en una gran aventura de amistad y superpoderes, enseñándoles que la verdadera magia existe cuando se comparte con los demás. Cómete tus miedos, sueña en grande y nunca dejes de volar alto, porque en cada pequeño gesto se encuentra un rayo de felicidad. Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.