Una noche, Julián se fue a dormir como siempre. Se puso su pijama favorito, se acurrucó bajo las mantas y cerró los ojos mientras escuchaba el suave susurro del viento afuera. Todo parecía normal, hasta que, de repente, algo cambió.
Cuando Julián abrió los ojos por la mañana, todo se veía diferente. Su cama, que solía ser del tamaño justo, ahora parecía enorme, ¡gigante! Se sentó y miró sus brazos y piernas… ¡Eran muy pequeñitos! No entendía qué estaba pasando. Todo a su alrededor era más grande, pero él… ¡Él era muy pequeño!
“¿Qué está pasando?” pensó Julián, mirando a su alrededor con curiosidad y un poquito de miedo. Trató de levantarse, pero sus extremidades eran tan cortitas que le costaba moverse. A lo lejos, escuchó una voz que decía suavemente: “¿Qué haces aquí?”
Julián se quedó quieto. ¿Quién había hablado? Miró hacia la puerta, pero no vio a nadie. Sin embargo, la voz volvió a escucharse, esta vez un poco más cerca: “¿Qué haces aquí, pequeño?”
Con el corazón latiendo rápido, Julián decidió explorar. Se bajó de la cama, aunque le costó un poquito por ser tan pequeño, y comenzó a caminar por la habitación, que ahora parecía inmensa. Las paredes se sentían extrañas, como si estuvieran más lejos de lo que recordaba, y los muebles eran enormes, mucho más grandes de lo normal.
Mientras caminaba, escuchaba sus pasitos haciendo eco en el suelo. La habitación, aunque familiar, tenía algo diferente. Era como si todo estuviera cubierto por una suave sombra que hacía que las cosas se vieran más misteriosas. Pero Julián, valiente como siempre, siguió adelante.
De repente, la voz volvió a hablar. “¿Qué haces aquí, pequeño Julián?”
Julián se dio vuelta y, para su sorpresa, vio a una figura alta, con una sonrisa amable, pero con un aspecto un poco misterioso. Era una especie de sombra, pero no daba miedo, solo era… diferente.
“¿Quién eres?” preguntó Julián, con los ojos muy abiertos.
“Soy el guardián de los sueños”, respondió la figura. “Este es un lugar donde los niños que se sienten pequeños en el mundo vienen a aprender algo muy importante.”
Julián frunció el ceño, sin entender del todo. “Pero… ¿por qué soy tan pequeñito? Mis brazos y mis piernas son muy cortos.”
El guardián se rió suavemente. “A veces, cuando te sientes pequeño, el mundo se ve muy grande. Pero eso no significa que no puedas hacer grandes cosas. Hoy, estás aquí para aprender que, aunque seas pequeño, eres muy fuerte y valiente.”
Julián no estaba seguro de lo que eso significaba, pero decidió seguir explorando. Caminó junto al guardián, y pronto descubrió que no estaba solo. Había otros niños pequeños, igual que él, explorando sus propios mundos gigantes. Todos ellos se veían un poco confundidos, pero también curiosos, como si estuvieran listos para una gran aventura.
A medida que avanzaban, el guardián le mostró a Julián cómo, incluso siendo pequeño, podía hacer cosas increíbles. Podía trepar grandes montañas (que en realidad eran almohadas gigantes), podía cruzar ríos (que eran charcos de agua en el suelo), y podía saltar sobre rocas enormes (que eran simples juguetes esparcidos por la habitación).
“¿Ves?” dijo el guardián con una sonrisa. “No importa cuán pequeño te sientas a veces. Siempre puedes encontrar la manera de ser valiente.”
Julián comenzó a sentirse más seguro de sí mismo. Aunque sus brazos y piernas seguían siendo pequeños, se dio cuenta de que podía hacer muchas cosas si confiaba en sí mismo. Y cada vez que se enfrentaba a algo que parecía imposible, recordaba las palabras del guardián.
Finalmente, después de lo que pareció ser un día entero de aventuras, Julián se sintió cansado. Se sentó en el borde de su cama gigante y miró al guardián. “¿Volveré a ser grande otra vez?” preguntó, con un pequeño bostezo.
El guardián se inclinó hacia él y le dio una palmadita en la cabeza. “Cuando te despiertes, volverás a ser del tamaño que siempre has sido. Pero nunca olvides lo que has aprendido hoy. Incluso cuando te sientas pequeño, siempre serás lo suficientemente grande para enfrentar cualquier desafío.”
Julián sonrió, sintiéndose más tranquilo que nunca. Se metió bajo las grandes mantas de su cama y cerró los ojos, sabiendo que, cuando despertara, todo volvería a la normalidad.
Y, efectivamente, cuando Julián abrió los ojos al día siguiente, sus brazos y piernas eran del tamaño correcto, su cama ya no parecía gigante, y todo en su habitación estaba en su lugar. Pero algo dentro de él había cambiado. Ya no se sentía pequeño, porque sabía que, pase lo que pase, siempre sería lo suficientemente valiente.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.