Había una vez, en lo más alto del cielo, una pequeña estrella llamada Estrellita. Estrellita vivía muy, muy lejos de las demás estrellas. Cada noche, brillaba en el cielo oscuro, pero aunque intentaba brillar tan fuerte como las otras, siempre se sentía muy solita.
Una noche, mientras el viento soplaba suave y las nubes flotaban despacito, Estrellita miraba hacia abajo, suspirando. «Me siento tan sola…», murmuró, mientras una lágrima pequeñita de luz caía de uno de sus puntitos brillantes. Ninguna de las otras estrellas parecía notar lo que sentía. Todas estaban muy ocupadas brillando, bailando en el cielo, formando constelaciones, pero ninguna se daba cuenta de que Estrellita no se sentía parte de ellas.
De pronto, algo en el cielo se movió. Era Luna, que había escuchado los suspiros tristes de Estrellita. Con su cara redonda y brillante, Luna flotaba tranquilamente, siempre observando todo desde lo alto. Luna tenía grandes ojos llenos de amabilidad, y al ver a Estrellita tan triste, decidió acercarse.
«Hola, Estrellita», dijo Luna con una voz suave y melodiosa. «Te he visto cada noche desde aquí arriba. Siempre brillas tan bonito, pero hoy te noto un poco apagada. ¿Qué te pasa?»
Estrellita, sorprendida de que Luna le hablara, parpadeó un par de veces antes de responder. «Hola, Luna… Me siento muy sola. Todas las demás estrellas están tan lejos de mí, y por más que trato de brillar fuerte, siento que nunca me ven.»
Luna sonrió con dulzura y se inclinó un poco hacia Estrellita. «Oh, querida Estrellita, no estás sola. Yo siempre te veo desde aquí, y te aseguro que tu luz es tan especial como la de cualquier otra estrella en el cielo.»
Estrellita se sintió un poquito mejor al escuchar esas palabras, pero todavía no podía evitar sentirse pequeña e insignificante. «Pero… nunca puedo formar constelaciones con las demás estrellas. Están tan lejos… Yo solo quiero tener amigas, alguien con quien compartir mi luz.»
Luna, que siempre había sido muy sabia, pensó por un momento. «¿Sabes algo, Estrellita? Las estrellas no solo brillan cuando están juntas. Cada una de ustedes tiene una luz única que ilumina el cielo a su manera. No importa si estás lejos o cerca, lo importante es que siempre brilles con todo tu corazón.»
Estrellita miró hacia arriba, con los ojos llenos de pequeñas chispas de esperanza. «¿De verdad crees eso, Luna?»
«Claro que sí», respondió Luna con una sonrisa cálida. «Y además, yo estoy aquí contigo. Si alguna vez te sientes sola, solo tienes que mirarme. Yo siempre estaré cerca, iluminando junto a ti.»
Estrellita comenzó a sentirse más tranquila. Las palabras de Luna la hacían sentir importante y querida. «¿Tú crees que algún día podré formar una constelación con las demás estrellas?» preguntó, con una pequeña sonrisa tímida.
Luna asintió. «Por supuesto, Estrellita. Todas las estrellas tienen su momento para brillar en grupo. Pero, mientras tanto, nunca olvides que tú ya eres especial por ser tú. Tu luz es única.»
Esa noche, Estrellita comenzó a brillar con un poquito más de fuerza. Ya no se sentía tan sola, porque sabía que Luna siempre estaría ahí, observándola desde lo alto y cuidándola. Y, aunque no podía formar constelaciones con las otras estrellas de inmediato, se dio cuenta de que su brillo también era importante, incluso en su rincón solitario del cielo.
Poco a poco, las otras estrellas comenzaron a notar la luz especial de Estrellita. Su brillo era suave, pero constante, y llenaba el cielo de una calidez que antes no había estado ahí. Una noche, una estrella cercana se acercó y le dijo: «Estrellita, tu luz es tan bonita. ¿Te gustaría brillar con nosotras?»
Estrellita no podía creerlo. ¡Por fin! Las otras estrellas querían brillar junto a ella. Con una enorme sonrisa, Estrellita dijo: «¡Sí, me encantaría!»
Desde entonces, Estrellita brilló junto a las demás estrellas, formando constelaciones y llenando el cielo de luz. Pero, aun cuando estaba rodeada de amigas, siempre recordaba las palabras de Luna. Su luz era única, y eso la hacía especial.
Y cada noche, al mirar hacia arriba, siempre encontraba a Luna, sonriéndole desde lo alto, recordándole que, sin importar lo lejos que estuviera de los demás, nunca estaría sola.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.