Cuentos de Terror

El Misterio de la Cancha Abandonada

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 7 minutos

Español

Puntuación:

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Gina y Marta eran las mejores amigas desde que podían recordar. Crecieron juntas en un pequeño pueblo rodeado de extensos bosques y antiguos castillos que sus habitantes decían que estaban embrujados. A sus 11 años, compartían una pasión por el tenis y cada tarde, tras terminar sus tareas escolares, iban a jugar a su cancha favorita en el parque municipal.

Un atardecer de otoño, mientras el viento balanceaba los árboles desnudos y las hojas secas crujían bajo sus pies, Gina y Marta se enfrentaban en un último partido antes de que la oscuridad las obligara a ir a casa. Gina estaba a punto de sacar cuando un sonido extraño, como un susurro entre los árboles, las detuvo.

— ¿Has oído eso? — preguntó Marta, mirando hacia los arbustos que bordeaban la cancha.

Gina asintió, intentando disimular el miedo que le provocaba ese siseo que lo impregnaba todo.

— Será solo el viento — intentó convencerse Marta.

Decidieron continuar, pero cuando Gina lanzó la pelota al aire, algo muy extraño sucedió. La pelota se suspendió en el cielo, como si algo invisible la detuviera. Las dos chicas se miraron, paralizadas por la incredulidad, y entonces la pelota fue violentamente arrojada fuera de la cancha hacia el oscuro bosque.

Un silencio sepulcral siguió al inesperado acontecimiento. Gina fue la primera en hablar:

— Debemos recuperar la pelota — dijo, aunque una parte de ella deseaba correr a casa.

— Está bien, pero juntas — respondió Marta con una voz temblorosa.

Dejaron sus raquetas y se adentraron en la penumbra del bosque, siguiendo el rastro de la pelota que dejaba una estela fosforescente en su camino. Era como si las estuviera guiando.

Avanzaron entre los árboles y pronto llegaron a un claro donde las ruinas de una antigua cancha de tenis se alzaban en un silencioso desafío al tiempo. La pelota yacía en el centro, inmóviles y con un brillo extraño. El lugar emanaba una energía antigua y las dos amigas podían sentir los ecos de partidos antiguos y niños que alguna vez habían jugado allí.

— Mira eso — susurró Gina, señalando hacia una de las paredes. Había una inscripción que decía: «Aquellos que desafían el juego eterno, jugarán hasta que sus almas queden en el tiempo.»

Marta tragó saliva, y su mente comenzó a armar las piezas.

— ¿Y si alguien o… algo… nos quiere aquí para jugar un partido? — Marta no quería dar crédito a sus palabras.

Decidieron que lo mejor era recuperar la pelota y salir de aquel lugar, pero cuando se aproximaron al centro de la cancha ruinosa, una neblina espesa comenzó a levantarse del suelo, envolviéndolas y reduciendo su visibilidad a unos pocos metros. Podían oír el eco de un partido de tenis, risas y aplausos que venían de ninguna parte y de todas partes al mismo tiempo.

Las sombras de lo que parecían ser niños jugando aparecieron a través de la niebla, girando y corriendo con una alegría que había sido silenciada por el paso de los años. Gina y Marta comprendieron que algo sobrenatural estaba sucediendo, pero no estaban seguras de cómo enfrentarse a ello.

Intentaron huir, pero la niebla les cerraba el paso, y la pelota parecía estar anclada al suelo. Fue entonces cuando lo escucharon, un suave murmullo a su lado, una voz que se materializó en la figura de una niña, vestida como si hubiera salido de una época pasada.

— Si desean irse, deben jugar el partido final — dijo la niña con una voz que resonaba con el viento.

La situación era aterradora, pero Gina y Marta sabían que no tenían otra opción. Acordaron jugar un solo punto, el punto que decidiría su destino.

Tomaron posiciones en la cancha espectra. Gina al servicio y Marta en el fondo. El mundo parecía retener la respiración, y en ese momento se dieron cuenta de que estaban siendo observadas no solo por la niña, sino por toda una audiencia de espectros.

Gina lanzó la pelota al aire, y cuando su raqueta la golpeó, un estruendo estalló a su alrededor. La pelota cruzó la red como un rayo, Marta se lanzó para devolverla, y el partido entre dos mundos comenzó.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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