Cuentos de Terror

El Reencuentro en la Universidad Abandonada

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Nicolás y Miller eran amigos inseparables desde la infancia. Crecieron juntos en el mismo vecindario, compartiendo innumerables aventuras y momentos inolvidables. Sin embargo, al terminar la secundaria, sus caminos tomaron direcciones diferentes. Nicolás fue aceptado en una prestigiosa universidad en el norte del país, mientras que Miller se matriculó en una universidad del sur. Aunque prometieron mantenerse en contacto, la distancia y las responsabilidades académicas hicieron que poco a poco perdieran comunicación.

Un día, durante las vacaciones de verano, Nicolás recibió un mensaje inesperado de Miller. Habían pasado dos años desde la última vez que se vieron y la emoción de volver a encontrarse era palpable. Miller le proponía un plan intrigante: reunirse en la vieja universidad abandonada de su ciudad natal, un lugar que había sido objeto de muchas leyendas urbanas y que ambos siempre quisieron explorar.

Nicolás, aunque un poco escéptico, aceptó la propuesta. Recordaba las historias de fantasmas y sucesos extraños que se contaban sobre ese lugar, pero la emoción de ver a su viejo amigo era más fuerte que cualquier temor. El día del reencuentro llegó y Nicolás se dirigió al punto de encuentro con una mezcla de ansiedad y entusiasmo.

La universidad abandonada se alzaba imponente en medio de un denso bosque. Las paredes estaban cubiertas de hiedra y musgo, y las ventanas rotas dejaban entrever la oscuridad en su interior. Nicolás llegó al lugar justo cuando el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un ominoso tono rojizo. Miller ya estaba allí, esperándolo con una sonrisa en el rostro.

—¡Nicolás! —exclamó Miller, corriendo a abrazar a su amigo—. ¡No sabes cuánto te he extrañado!

—¡Miller! —respondió Nicolás, devolviendo el abrazo con igual entusiasmo—. Esto se siente como una de nuestras viejas aventuras.

Ambos rieron, sintiendo cómo la nostalgia los envolvía. Decidieron explorar el lugar, recordando las historias que habían oído de niños. La entrada principal estaba abierta de par en par, como si alguien los hubiera estado esperando. Dentro, el aire era denso y frío, y el sonido de sus pasos resonaba en los largos pasillos vacíos.

Mientras caminaban, Miller comenzó a contarle a Nicolás sobre algunas de las leyendas más espeluznantes del lugar. Se decía que, hace muchos años, un profesor de la universidad había realizado experimentos secretos con los estudiantes, y que muchos de ellos nunca fueron vistos de nuevo. También se hablaba de apariciones y ruidos extraños que perturbaban a cualquiera que osara entrar.

—¿Y tú crees en esas historias? —preguntó Nicolás, tratando de mantener un tono ligero.

—No lo sé —respondió Miller, con una sonrisa enigmática—. Pero me pareció el lugar perfecto para nuestra reunión, ¿no crees?

Continuaron explorando, encontrando aulas desiertas y laboratorios en ruinas. En una de las habitaciones, encontraron un antiguo libro de registro. Nicolás lo abrió con curiosidad y notó que las últimas entradas eran de hace más de cincuenta años. Algo en el libro le resultaba inquietante, pero no podía precisar qué era.

De repente, escucharon un ruido detrás de ellos. Ambos se giraron rápidamente, pero no vieron a nadie. Nicolás sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Escuchaste eso? —preguntó en un susurro.

—Sí, pero no te preocupes —respondió Miller—. Probablemente sea solo el viento.

Sin embargo, el ambiente se volvió más tenso. Continuaron su recorrido, pero ahora con más cautela. Llegaron a una gran sala que parecía haber sido un auditorio. Las sillas estaban desordenadas y el escenario tenía cortinas desgarradas. Mientras observaban el lugar, la temperatura pareció bajar repentinamente.

—Miller, esto empieza a darme mala espina —dijo Nicolás, frotándose los brazos para entrar en calor.

—Tranquilo, solo un poco más y saldremos de aquí —respondió Miller, aunque su voz también reflejaba una ligera preocupación.

Decidieron subir al segundo piso, donde se decía que las actividades paranormales eran más frecuentes. Subieron las escaleras de metal, que crujían con cada paso, aumentando la sensación de que no estaban solos. Al llegar arriba, encontraron un pasillo largo con puertas a ambos lados. Una de ellas estaba entreabierta y, desde dentro, emanaba una luz débil.

Nicolás y Miller intercambiaron una mirada y, sin decir una palabra, se dirigieron hacia la puerta. Empujaron suavemente y se encontraron con una antigua oficina. En el centro de la habitación, había una mesa con velas encendidas y, lo más inquietante, una fotografía antigua que mostraba a un grupo de estudiantes y profesores. Nicolás sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que una de las caras en la foto era extrañamente familiar.

—Miller, ¿has visto esto? —preguntó, señalando la foto.

Miller se acercó y su rostro se volvió pálido. En la fotografía, uno de los hombres se parecía increíblemente a él, pero eso era imposible. Sintieron un frío glacial en la habitación y, de repente, las velas se apagaron.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Miller con voz temblorosa.

Ambos corrieron hacia la puerta, pero cuando intentaron abrirla, estaba cerrada con llave. El pánico comenzó a apoderarse de ellos. Nicolás golpeó la puerta con todas sus fuerzas, tratando de derribarla, mientras Miller buscaba desesperadamente alguna otra salida.

—¡No puede ser! ¡No puede ser! —gritaba Miller, mientras trataba de mantener la calma.

De repente, un susurro comenzó a llenar la habitación, una voz suave y siniestra que parecía venir de todas partes.

—Bienvenidos de nuevo… —decía la voz—. Hemos estado esperando…

Nicolás y Miller se giraron, buscando la fuente del susurro, pero no había nadie. La habitación parecía cerrarse sobre ellos, las paredes acercándose cada vez más. Miller recordó una ventana pequeña en el lado opuesto de la habitación y corrió hacia ella, tratando de abrirla.

—¡Nicolás, por aquí! —gritó, tirando con todas sus fuerzas.

Nicolás se unió a él y juntos lograron abrir la ventana lo suficiente como para pasar. Saltaron al exterior, aterrizando en un jardín descuidado y lleno de maleza. Respiraban con dificultad, sus corazones latiendo a toda prisa.

—¿Qué fue eso? —preguntó Nicolás, todavía temblando.

—No lo sé, pero no pienso averiguarlo —respondió Miller, mirando hacia el edificio con ojos llenos de terror.

Decidieron que era mejor alejarse lo más rápido posible. Corrieron a través del jardín y se adentraron en el bosque, sin mirar atrás. La oscuridad del bosque era menos intimidante comparada con lo que acababan de experimentar.

Después de lo que pareció una eternidad, llegaron a la carretera principal. Se detuvieron para recuperar el aliento, y Nicolás miró a Miller con seriedad.

—Miller, ¿qué estaba pasando allí? ¿Cómo es posible que alguien en esa foto se pareciera a ti?

Miller negó con la cabeza, todavía aturdido por lo sucedido.

—No lo sé, Nicolás. Pero hay algo muy mal en ese lugar. Debemos informar a alguien, no podemos dejar que otros se pongan en peligro.

Ambos acordaron ir a la policía, aunque no estaban seguros de si les creerían. Sin embargo, sabían que debían intentarlo. Mientras caminaban de regreso a la ciudad, Nicolás sintió una mezcla de alivio y desconcierto. Habían sobrevivido a una experiencia aterradora, pero las preguntas sin respuesta seguían pesando en su mente.

Al llegar a la estación de policía, explicaron todo lo sucedido. Los oficiales los escucharon con atención, pero sus expresiones mostraban escepticismo. A pesar de todo, uno de los oficiales prometió investigar el lugar y asegurarse de que nadie más se acercara.

Esa noche, Nicolás y Miller se quedaron en la casa de Miller, todavía nerviosos pero agradecidos por estar a salvo. Prometieron mantenerse en contacto y nunca más aventurarse en lugares desconocidos sin tomar precauciones.

A medida que las semanas pasaban, las imágenes de aquella noche comenzaron a desvanecerse lentamente de sus mentes, aunque nunca desaparecieron por completo. Ambos sabían que habían sido testigos de algo fuera de lo común, algo que desafía toda explicación lógica.

Con el tiempo, sus vidas volvieron a la normalidad, pero siempre llevarían consigo la memoria de aquel reencuentro en la universidad abandonada. Una experiencia que fortaleció su amistad y les enseñó el verdadero significado del miedo. Y aunque nunca pudieron resolver el misterio de la fotografía, aprendieron a valorar la seguridad y a no subestimar las viejas leyendas.

Nicolás y Miller siguieron adelante, pero en el fondo de sus corazones, siempre se preguntaron qué otras historias ocultaba aquel lugar olvidado por el tiempo. Y aunque nunca regresaron, la universidad abandonada quedó grabada en sus memorias como un recordatorio eterno de que hay cosas en este mundo que es mejor dejar sin explorar.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario