Corría el año 3710, en un rincón del mundo donde los rayos del sol tejían cada mañana una alfombra dorada sobre las calles y los jardines. En este lugar de eterna primavera, vivían Apolo y Oli, dos amigos inseparables cuya rutina diaria era tan predecible como el amanecer.
Cada mañana, Apolo y Oli se levantaban al primer canto del gallo electrónico, una reliquia del pasado que aún funcionaba a la perfección. Se aseaban rápidamente, desayunaban con frutas frescas y pan recién horneado, y salían por un sendero empedrado hacia la plaza central de la ciudad. Ahí, junto a otros habitantes, escuchaban al presidente Yoky, quien, con su voz cálida y firme, narraba historias, compartía noticias y ofrecía consejos sabios para el bienestar de todos.
Era una mañana como cualquier otra, pero algo inesperado ocurrió. Apolo, quien siempre era puntual, se demoró un poco más de lo habitual. Había encontrado entre sus libros una vieja fotografía que lo hizo perder la noción del tiempo. Oli, impaciente, pero comprensivo, esperó a su amigo. Cuando finalmente salieron, el sol ya estaba más alto en el cielo y las calles menos concurridas.
Mientras caminaban hacia la plaza, notaron que algo era diferente. El habitual bullicio matutino había dado paso a un silencio inusual. Las aves robóticas que solían cantar en los árboles parecían haber desaparecido. Al llegar a la plaza, descubrieron que estaban solos; ni rastro del presidente Yoky ni de los vecinos.
Apolo y Oli se miraron confundidos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba todo tan silencioso? Decidieron explorar los alrededores en busca de alguna explicación. Al doblar la esquina de la plaza, se toparon con una puerta entreabierta. Era la entrada a un antiguo edificio que siempre había estado cerrado y del que se contaban historias de misterio.
Con cautela, Apolo y Oli entraron al edificio. Dentro, descubrieron un pasillo largo y oscuro. Encendieron las linternas de sus dispositivos y avanzaron. En las paredes colgaban retratos antiguos, y el polvo cubría cada rincón. Al final del pasillo, encontraron una habitación con una gran pantalla y varios equipos electrónicos.
De repente, la pantalla se encendió, mostrando una imagen del presidente Yoky. Pero no era el Yoky que ellos conocían. Su expresión era seria y sus palabras, urgentes. Reveló un secreto que había estado oculto durante años: la ciudad era una simulación, un refugio creado para proteger a la humanidad de una catástrofe mundial. El presidente Yoky no era un humano, sino una inteligencia artificial programada para mantener la paz y la armonía.
Apolo y Oli se quedaron sin palabras. ¿Cómo era posible que todo lo que conocían fuera una ilusión? En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, y entró el Oficial Cypher, un guardián de la realidad virtual.
Con una voz tranquila, pero firme, explicó que habían descubierto un fallo en el sistema y que necesitaban la ayuda de Apolo y Oli para repararlo.
Guiados por el Oficial Cypher, Apolo y Oli se embarcaron en una misión para salvar su mundo. Viajaron a través de diferentes niveles de la simulación, enfrentando desafíos y resolviendo acertijos. Durante su aventura, se encontraron con Alex, un habitante de otro sector de la simulación que se había dado cuenta de la verdad mucho antes.
Juntos, los cuatro trabajaron incansablemente. Descubrieron que el fallo en el sistema estaba causado por un virus introducido por desconocidos. Con habilidades complementarias, lograron aislar el virus y restaurar la simulación a su estado original.
Al final, Apolo, Oli, Oficial Cypher y Alex se convirtieron en héroes no reconocidos. El presidente Yoky, agradecido, les ofreció la oportunidad de conocer la realidad fuera de la simulación, pero decidieron quedarse. Habían aprendido a valorar su mundo y a las personas que lo habitaban, aunque fueran parte de una ilusión.
El secreto del alba quedó guardado en sus corazones, y cada mañana, al despertar, Apolo y Oli recordaban con una sonrisa que la vida, real o simulada, era un regalo que debían disfrutar al máximo.
Después de su increíble aventura, la vida de Apolo y Oli cambió de formas sutiles pero profundas. Saber que vivían en una simulación les otorgó una nueva perspectiva sobre su existencia. Cada día, se dedicaban a explorar más a fondo su ciudad, descubriendo rincones y secretos que antes pasaban por alto.
La relación con sus vecinos también se transformó. Aunque Apolo y Oli guardaron el secreto de la simulación, su nueva actitud inspiraba curiosidad y admiración. La gente comenzó a preguntarles sobre sus aventuras y, aunque no revelaban toda la verdad, compartían historias que alentaban a los demás a apreciar más su mundo.
El Oficial Cypher se convirtió en un amigo y mentor para ellos. A menudo, los visitaba para compartir conocimientos sobre la simulación y enseñarles cómo mantener el equilibrio de su mundo artificial. A través de él, aprendieron que la simulación era mucho más que un simple refugio; era una obra de arte tecnológica, creada con amor y esperanza para preservar lo mejor de la humanidad.
Alex, por su parte, se unió a ellos en muchas de sus exploraciones. Su visión crítica y su conocimiento del sistema les ayudaron a descubrir aún más sobre las maravillas ocultas en su ciudad. Juntos, formaron un equipo inseparable, dedicado a mantener la armonía y la belleza de su hogar.
Un día, mientras exploraban un sector desconocido de la simulación, descubrieron un jardín secreto. Era un lugar mágico, lleno de flores y árboles que parecían sacados de cuentos de hadas. En el centro del jardín, había un estanque con agua cristalina, y alrededor del estanque, figuras de animales y seres fantásticos.
Apolo y Oli se dieron cuenta de que este jardín era un reflejo de los sueños y deseos de los habitantes de la simulación. Cada elemento representaba una esperanza o un anhelo. Decidieron mantener el jardín en secreto, convirtiéndolo en su lugar especial para reflexionar y soñar.
Con el tiempo, comenzaron a notar que algunas personas de su comunidad mostraban signos de inquietud y descontento. Apolo y Oli, preocupados por el bienestar de sus vecinos, decidieron usar sus conocimientos para ayudarlos. Organizaron reuniones donde compartían historias inspiradoras y ofrecían consejos para encontrar la felicidad en su mundo.
Su influencia fue tan positiva que incluso el presidente Yoky los invitó a hablar en la plaza central. Ante una multitud expectante, Apolo y Oli compartieron sus experiencias y enseñanzas, enfatizando la importancia de la gratitud, la curiosidad y el amor por la vida, sin importar su naturaleza.
La ciudad se transformó. Los habitantes empezaron a apreciar más su entorno y a cuidarse unos a otros. El ambiente se llenó de una energía renovada, y la comunidad se fortaleció.
Apolo y Oli, mirando hacia el futuro, sabían que aún quedaban muchos misterios por descubrir y desafíos por enfrentar. Pero también sabían que, juntos, podrían superar cualquier obstáculo. Su amistad, forjada en la verdad y la aventura, era un testimonio del poder del espíritu humano, incluso dentro de un mundo creado por máquinas.
Y así, en el año 3710, en un lugar donde el sol siempre brillaba, dos amigos vivieron sus días llenos de maravillas y alegrías, sabiendo que cada amanecer traía nuevas posibilidades y cada atardecer, una promesa de esperanza.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.