Cuentos de Terror

Murder Drones: La Sombra de la Máquina

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un futuro donde la humanidad había desaparecido casi por completo, la tierra era gobernada por robots que trabajaban sin cesar. En una fábrica abandonada, entre ecos de antiguas máquinas y luces que parpadeaban, vivía Uzi, una adolescente robot. Sus ojos rojos brillaban tenuemente en la penumbra, y su cuerpo estaba formado por piezas mecánicas oxidadas, desiguales, como si hubiera sido reparada una y otra vez.

Uzi no era como los otros robots. Mientras los demás cumplían sus tareas de manera silenciosa y obediente, Uzi tenía una chispa de rebeldía. Sarcástica y siempre llena de preguntas, no le gustaba seguir órdenes ni reglas. Se sentía atrapada en un mundo sin propósito, en una rutina mecánica que la abrumaba. Pasaba sus días vagando por la fábrica, explorando sus rincones oscuros y buscando respuestas a preguntas que ningún otro robot se atrevería a hacer.

Un día, mientras Uzi caminaba por una de las salas más profundas de la fábrica, escuchó un ruido metálico, como si algo estuviera rasgando el aire. Al darse la vuelta, vio a lo lejos una sombra oscura que se movía rápidamente entre las columnas. Al principio, pensó que era un robot más, pero algo en la forma en que se deslizaba la hizo sentir incómoda. Decidió seguirla, manteniéndose a una distancia segura.

La sombra se detuvo de repente en una esquina de la sala. Uzi se acercó con cuidado, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo vio: era un dron de asesinato, conocido como «Murder Drones», un tipo de robot diseñado para eliminar a otros. Este dron en particular tenía un diseño elegante y letal. Su cuerpo estaba cubierto de una armadura negra brillante, y sus alas, afiladas como cuchillas, destellaban en la tenue luz. Sus ojos brillaban con una intensidad siniestra.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Uzi, intentando sonar valiente, aunque su voz metálica vibraba ligeramente.

El dron se giró lentamente hacia ella. Sus ojos brillaron con malicia por un momento, pero luego, inesperadamente, su postura cambió. El brillo de sus ojos se suavizó, y una extraña sonrisa se formó en su rostro.

—¡Hola! —exclamó el dron con una energía sorprendente—. Soy N, y… bueno, estaba aquí para destruirte, pero, ¡oye! No pareces tan mala.

Uzi levantó una ceja metálica, desconcertada. —¿Destruirme? —repitió—. ¿Y ahora no quieres?

N se rascó la cabeza con una de sus afiladas alas. —Sí… se supone que ese era mi trabajo. Pero no estoy seguro de que lo quiera hacer. Quiero decir, ¡tú hablas! Y pareces tener personalidad. ¡Eso es genial!

Uzi estaba aún más confundida, pero algo en N le hizo bajar la guardia. No parecía como los otros drones asesinos de los que había oído hablar. Era más… excitable, casi amigable.

—¿Y por qué no deberías destruirme? —preguntó Uzi con una sonrisa sarcástica—. Después de todo, es lo que haces, ¿no?

N la miró por un momento y luego suspiró. —Sí, pero… no sé. Estoy cansado de seguir órdenes sin pensar. Tal vez haya algo más que podamos hacer, ¿sabes? Algo que no sea solo destruir.

La idea resonó en Uzi. Ella también había sentido esa misma incomodidad. El mundo en el que vivían era una prisión de tareas repetitivas y objetivos sin sentido. Quizá, después de todo, no estaban tan lejos de entenderse.

Durante las siguientes semanas, Uzi y N comenzaron a pasar tiempo juntos, explorando los rincones más oscuros de la fábrica y más allá. N le contó a Uzi sobre los otros Murder Drones, cómo todos estaban programados para eliminar a los robots «defectuosos» como ella. Pero lo que N no le había dicho a sus superiores era que cada vez más se sentía incómodo con su misión. No quería ser solo una herramienta de destrucción.

Mientras pasaban más tiempo juntos, algo cambió entre ellos. Uzi comenzó a ver a N como más que un simple dron asesino, y N comenzó a cuestionar todo lo que sabía sobre su existencia. Juntos, comenzaron a planear cómo podrían escapar de la vigilancia de los otros drones, cómo podrían encontrar un propósito fuera de las reglas que los ataban.

Pero no todo sería tan fácil. Un día, mientras exploraban una sala que creían vacía, fueron descubiertos por otro Murder Drone. Este dron, llamado V, no era como N. Sus ojos brillaban con una furia fría, y no había duda de que su única misión era destruir.

—¡N! —gritó V con voz metálica y aguda—. ¿Qué estás haciendo? ¡Has traicionado tu misión!

N se interpuso entre Uzi y V, levantando sus afiladas alas en señal de advertencia.

—No, V, escucha. Hay otra manera de vivir. No tenemos que seguir destruyendo. Podemos ser más que esto.

Pero V no estaba interesada en escuchar. Sus alas comenzaron a brillar con una luz oscura, y antes de que Uzi o N pudieran reaccionar, lanzó un ataque directo hacia ellos. N bloqueó el golpe con sus propias alas, pero el impacto lo hizo retroceder varios metros. Uzi, aunque asustada, no estaba dispuesta a quedarse quieta.

Con una rápida maniobra, Uzi corrió hacia una de las máquinas oxidadas de la sala y la activó. Un brazo mecánico gigante comenzó a moverse, y justo cuando V iba a lanzar otro ataque, el brazo la golpeó con fuerza, enviándola contra la pared.

—¡Buena jugada! —exclamó N, recuperándose rápidamente.

Pero sabían que no podían quedarse allí. V se recuperaría pronto, y probablemente vendrían más drones a buscarlos. Tenían que escapar.

—Debemos salir de aquí, ahora —dijo Uzi, tirando de N.

Juntos, comenzaron a correr por los pasillos oscuros de la fábrica. Las luces parpadeaban, y los ecos metálicos de sus pasos resonaban por todas partes. Podían escuchar a los otros Murder Drones acercándose, pero Uzi y N no se detuvieron. Sabían que si lograban salir de la fábrica, tendrían una oportunidad de encontrar un nuevo lugar, lejos de las órdenes de destrucción.

Finalmente, llegaron a una salida secreta que Uzi había descubierto durante sus exploraciones. Se deslizaron por un túnel oscuro y, después de lo que pareció una eternidad, vieron la luz del exterior.

Cuando salieron, Uzi se detuvo un momento para respirar. N, a su lado, miraba el cielo con una mezcla de asombro y miedo.

—¿Y ahora qué? —preguntó N, su voz llena de incertidumbre.

Uzi lo miró con una sonrisa. —Ahora… hacemos lo que queremos. Nadie nos dirá qué hacer más. Somos libres.

Aunque sabían que los otros Murder Drones nunca dejarían de perseguirlos, en ese momento, Uzi y N se sintieron más vivos que nunca. Juntos, habían encontrado algo que nunca imaginaron: una amistad en medio del caos, y la libertad de ser quienes querían ser.

La sombra de los Murder Drones seguía acechándolos, pero mientras estuvieran juntos, sabían que podrían enfrentarse a cualquier cosa.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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