Cuentos de Terror

El Viaje de los Valores con Amigos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivían tres amigos inseparables: Karen, Natalia y Kevin. Los tres tenían once años y compartían una gran amistad que los hacía casi hermanos. Pasaban las tardes jugando en el parque del pueblo, un lugar lleno de coloridos árboles, flores y un alegre parque infantil.

Un día, mientras jugaban en el parque, descubrieron un mapa antiguo escondido bajo una roca. El mapa llevaba a un lugar llamado «El Valle de los Valores». Intrigados y emocionados por la aventura que les esperaba, decidieron seguir el mapa al día siguiente, durante el fin de semana.

Karen, con su cabello rizado y su vestido rojo, era la más valiente del grupo. Siempre estaba dispuesta a enfrentarse a cualquier desafío. Natalia, con su cabello negro y lacio, y su atuendo de camiseta amarilla y jeans azules, era conocida por su paciencia y sabiduría. Kevin, con su cabello rubio y corto, vestido con una sudadera verde y pantalones cortos negros, era el más leal y sincero.

Al amanecer, los tres amigos se reunieron en el parque, cada uno con una mochila llena de provisiones y entusiasmo. Emprendieron el viaje hacia el Valle de los Valores, sin saber que esta aventura pondría a prueba no solo su amistad, sino también sus principios y valores.

Tras varias horas de caminata, llegaron a un frondoso bosque que el mapa indicaba como la entrada al valle. Apenas habían entrado en el bosque cuando se encontraron con un anciano de aspecto sabio y sereno.

—¡Hola, viajeros! —les saludó el anciano—. Soy el guardián del bosque. Para continuar, deben demostrarme que poseen el valor de la obediencia.

Los tres amigos se miraron confundidos. Entonces, Karen dio un paso al frente.

—¿Cómo podemos demostrar eso? —preguntó.

—Simple —respondió el anciano—. Siguiendo mis instrucciones sin cuestionarlas.

El guardián les indicó un camino serpenteante a través del bosque. Aunque algunas de sus indicaciones parecían extrañas, como dar tres vueltas alrededor de un árbol grande o cantar una canción mientras caminaban, los amigos obedecieron sin dudar. Al final del recorrido, el anciano sonrió satisfecho.

—Habéis demostrado vuestra obediencia. Podéis continuar —dijo antes de desaparecer entre los árboles.

Al salir del bosque, llegaron a un hermoso valle lleno de flores y arroyos cristalinos. Sin embargo, el valle no era tan pacífico como parecía. Un rugido resonó en el aire, y un gran león apareció ante ellos. Natalia dio un paso adelante, mostrando su valentía.

—No queremos hacerte daño, solo estamos de paso —dijo con voz firme pero calmada.

El león observó a los niños con sus ojos penetrantes y, tras un momento de tensión, se sentó y les permitió pasar. Habían demostrado valentía y dominio propio al no dejarse llevar por el miedo.

Más adelante, encontraron un puente de cuerda que cruzaba un profundo abismo. Kevin, siempre sincero y leal, tomó la iniciativa.

—Confíen en mí, cruzaremos juntos —dijo, y con cuidado, guiando a sus amigas, cruzaron el puente sin incidentes.

A medida que avanzaban, se encontraron con diversos desafíos que ponían a prueba su bondad, justicia, humildad, y perseverancia. Cada obstáculo les enseñaba una nueva lección y reforzaba los valores que ya poseían. Así, aprendieron a ser compasivos con los animales heridos que encontraron, a ser justos en la resolución de conflictos con otros viajeros, y a mostrar humildad al reconocer sus errores y aprender de ellos.

En una ocasión, se encontraron con una niña llamada Sofía que había perdido su camino. La invitaron a unirse a ellos y, juntos, mostraron generosidad y compañerismo al compartir sus provisiones y ayudarla a encontrar su hogar.

Finalmente, después de muchos días de viaje, llegaron al corazón del Valle de los Valores, donde se encontraba un majestuoso árbol dorado. Según el mapa, este árbol era el símbolo de todos los valores que habían aprendido durante su aventura.

Bajo el árbol, un sabio anciano les esperaba. Era el mismo guardián del bosque, pero ahora se veía más radiante y sereno.

—Habéis completado vuestro viaje con éxito. Habéis demostrado obediencia, paciencia, valentía, perdón, justicia, bondad, dominio propio, compasión, sinceridad, humildad, perseverancia, amor, respeto, entrega, gratitud, lealtad, tolerancia, generosidad, amistad, compañerismo, ética, moral y visión. El Valle de los Valores os reconoce como verdaderos portadores de estos principios.

El anciano les entregó a cada uno una pequeña semilla dorada.

—Plantad estas semillas en vuestro pueblo y recordad siempre las lecciones aprendidas. El mundo necesita más personas como vosotros —les dijo con una sonrisa.

Con el corazón lleno de gratitud, los tres amigos emprendieron el camino de regreso a casa. Semanas después, plantaron las semillas en el parque donde solían jugar. Las semillas crecieron rápidamente, transformándose en árboles dorados que inspiraron a todo el pueblo a vivir de acuerdo con los valores que Karen, Natalia y Kevin habían aprendido en su viaje.

Así, el pequeño pueblo se convirtió en un lugar de paz, respeto y amor, gracias a las enseñanzas del Valle de los Valores. Y los tres amigos, más unidos que nunca, continuaron siendo un ejemplo de ética y moral para todos los que los conocían.

La aventura en el Valle de los Valores no solo había sido un viaje físico, sino también un viaje interior que los había transformado profundamente. Y así, Karen, Natalia y Kevin crecieron, sabiendo que los verdaderos tesoros no son oro ni joyas, sino los valores que llevamos en el corazón.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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