En el pequeño pueblo de Valverde, existía una casa que todos evitaban. Se decía que estaba encantada y que nadie que entrara nunca volvía a salir. Los cuatro mejores amigos, Scarlet, Oliver, Alice y William, siempre habían sentido curiosidad por las historias que rodeaban aquella antigua morada. Eran aficionados al terror y les encantaba investigar lugares misteriosos, aunque a veces sus amigos les decían que se metían en problemas.
Un día, mientras compartían historias en el parque, William sacó un mapa antiguo que había encontrado en la biblioteca. «Miren esto», dijo emocionado, señalando una ubicación marcada en el mapa. «Esta debe ser la casa de la que todos hablan. ¡Vamos a investigarla!»
Scarlet, siempre valiente, asintió con determinación. «Será una aventura emocionante. Además, podemos descubrir la verdad detrás de esas historias de terror.»
Oliver, el más curioso del grupo, agregó: «He escuchado que hace años desaparecieron varias personas en esa casa. Sería interesante ver si hay algo de verdad en eso.»
Alice, aunque un poco más reservada, miraba la casa con intriga. «Me gustaría pasar la noche allí. Creo que podría ser fascinante.»
Así que, con mochilas llenas de linternas, cámaras y bocadillos, los cuatro amigos se dirigieron hacia la casa al caer la tarde. El sol comenzaba a ponerse, y la casa se veía aún más siniestra bajo la luz anaranjada del atardecer. Las ventanas estaban rotas, la pintura de las paredes desconchada, y el jardín estaba lleno de maleza.
Al llegar, Scarlet tomó la iniciativa y abrió la puerta chirriante. «Adelante, pero tengamos cuidado,» advirtió. Los amigos entraron, y el aire frío y húmedo los envolvió. El interior estaba cubierto de polvo y telarañas, y cada paso que daban hacía crujir el suelo de madera.
Mientras exploraban las habitaciones, encontraron viejos muebles, retratos desgastados y libros polvorientos. Oliver sacó su cámara y comenzó a documentar todo. «Esto será increíble para nuestro proyecto de investigación,» comentó, entusiasmado.
A medida que el sol se ocultaba por completo, la oscuridad se apoderaba de la casa. Las linternas apenas iluminaban su camino, y los sonidos de crujidos y susurros parecían provenir de todas partes. La atmósfera se volvía cada vez más tensa, y el miedo comenzaba a apoderarse de ellos.
«Quizás deberíamos irnos ahora,» sugirió William, mirando nerviosamente a su alrededor.
«Sí, estoy de acuerdo,» añadió Scarlet. «No me gusta esto.»
Pero Alice no estaba dispuesta a abandonar la aventura. «No, quiero quedarme esta noche. Podríamos descubrir algo realmente interesante,» insistió.
Los demás miraron a Alice, notando la determinación en sus ojos. Después de una breve discusión, decidieron quedarse toda la noche. Se acomodaron en una de las habitaciones principales, estableciendo una base con sus mochilas y mantas.
Las primeras horas pasaron relativamente tranquilas. Compartieron historias de miedo, comieron algo y trataron de mantenerse ocupados para distraerse del creciente temor. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, los ruidos extraños comenzaron a intensificarse. Pasos en el piso de arriba, puertas que se cerraban solas y voces susurrantes que parecían venir de las paredes.
«¿Escucharon eso?» preguntó Oliver, mirando hacia el pasillo oscuro.
«Probablemente es el viento,» respondió William, tratando de sonar valiente.
Pero Scarlet no estaba tan segura. «No me gusta esto. Deberíamos encender más luces o algo.»
Alice, sin embargo, parecía cada vez más fascinada por los misterios de la casa. «Miren este libro antiguo que encontré,» dijo, mostrando un volumen grueso con inscripciones extrañas en la portada.
Los amigos se reunieron alrededor de Alice, leyendo en voz alta pasajes que hablaban de antiguos rituales y leyendas locales. De repente, una ráfaga de viento apagó las linternas, sumiéndolos en la oscuridad total. Un grito desgarrador resonó por toda la casa, haciendo que todos se sobresaltaran.
«¡Tenemos que irnos ahora!» exclamó Scarlet, tratando de mantener la calma.
Pero Alice ya había comenzado a buscar una manera de encender las luces nuevamente. «No, creo que esto es solo parte del misterio. Debemos quedarnos y descubrir qué está pasando.»
Mientras discutían, un escalofrío recorrió sus espinas. Las sombras parecían moverse por sí solas, y las paredes susurraban secretos olvidados. De repente, las luces se encendieron de golpe, pero la atmósfera había cambiado. Todo se veía más oscuro, más opresivo.
«Esto no está bien,» murmuró William, sintiendo un peso en el ambiente.
Decidieron entonces dividirse para explorar más a fondo la casa, cada uno con una tarea específica: Scarlet y Oliver irían al sótano a investigar los ruidos, mientras Alice y William buscarían en el ático pistas sobre la historia de la casa.
Scarlet y Oliver descendieron por las escaleras crujientes hacia el sótano. La oscuridad era total, y solo sus linternas les permitían ver unos pocos metros delante. Los ruidos eran más fuertes aquí, y cada paso que daban resonaba en el espacio vacío.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.