Cuentos de Terror

El Misterio del Bosque Oscuro

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era una tarde de verano cuando Paulina, Paco y José decidieron aventurarse al bosque que rodeaba su pequeño pueblo. Desde que tenían memoria, ese bosque había sido un lugar lleno de historias misteriosas, donde la gente decía haber visto luces extrañas o escuchado susurros en la oscuridad. Sin embargo, ninguno de ellos creía en esas historias. Para ellos, el bosque era simplemente un lugar donde jugar, correr y escapar del calor del verano.

—Vamos a explorar más allá del arroyo —dijo Paulina, quien siempre tenía ideas nuevas y emocionantes—. Nadie va por allí, y apuesto a que encontraremos algo interesante.

Paco, con su cabello rizado y su risa fácil, asintió emocionado.

—¡Sí! Tal vez encontremos una cueva secreta o algo así.

José, que era el más cauteloso de los tres, dudó por un momento. Sabía que había algo extraño en ese bosque, algo que no podía explicar, pero no quería parecer cobarde frente a sus amigos.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero no nos alejemos demasiado.

Los tres amigos se adentraron en el bosque, dejando atrás el sendero habitual que seguían. A medida que avanzaban, los árboles parecían hacerse más altos y las sombras más largas. El aire se volvía más fresco, y el sonido de sus pasos sobre las hojas secas era lo único que rompía el silencio del lugar.

Después de caminar durante un buen rato, llegaron a una zona donde el suelo estaba cubierto de musgo suave y el aire olía a humedad. De repente, algo llamó la atención de Paulina. Allí, entre las raíces de un árbol grande y torcido, había algo medio enterrado. Brillaba levemente bajo la luz del sol que se filtraba a través de las ramas.

—Miren eso —dijo Paulina, señalando el objeto.

Los tres se acercaron lentamente. Era una especie de caja de metal, vieja y oxidada, pero con extraños símbolos grabados en su superficie. Parecía que había estado enterrada allí durante mucho tiempo.

—¿Qué es esto? —preguntó Paco, tocando la caja con la punta de los dedos.

José se inclinó para observarla más de cerca. Los símbolos no eran como nada que hubiera visto antes. Eran formas retorcidas y angulosas, que parecían moverse ligeramente cuando los miraba fijamente.

—No sé, pero no me gusta —dijo José, retrocediendo un paso—. Tal vez deberíamos dejarla aquí.

Pero Paulina, siempre curiosa, ya había comenzado a desenterrar la caja con las manos.

—Vamos, José, no seas gallina —dijo, mientras sacaba la caja por completo del suelo—. Es solo una caja vieja. Veamos qué hay dentro.

La caja estaba más fría de lo que debería estar, considerando que era verano. Con esfuerzo, Paulina logró abrirla. Dentro había un viejo libro de cuero, también cubierto de esos símbolos extraños, y una llave oxidada que parecía no encajar en ninguna cerradura que ellos conocieran.

—Un libro… —murmuró Paco, decepcionado—. Esperaba algo más emocionante.

Pero Paulina, siempre amante de los misterios, abrió el libro. Al hacerlo, una ráfaga de viento frío sopló de repente, como si el bosque hubiera contenido la respiración hasta ese momento.

—Eso… no es normal —dijo José, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Los tres amigos miraron el interior del libro, pero las páginas estaban vacías. No había ni una sola palabra escrita, solo hojas en blanco.

—Esto es raro —dijo Paulina—. Tal vez sea un diario o algo así. Podríamos llevarlo a casa y ver si…

Antes de que pudiera terminar la frase, el suelo bajo sus pies tembló ligeramente. Al principio, pensaron que era solo su imaginación, pero luego el temblor se hizo más fuerte. Las hojas caídas alrededor de ellos comenzaron a levantarse en el aire, como si una ráfaga de viento invisible las estuviera arrastrando.

—¡Vámonos de aquí! —gritó José, tirando de la manga de Paulina.

Pero antes de que pudieran reaccionar, un susurro bajo y profundo resonó entre los árboles. No venía de ningún lugar en particular, sino que parecía rodearlos, como si el bosque mismo estuviera hablando.

—Déjenlo… no deben… continuar…

Los tres amigos se quedaron congelados en el lugar, sus corazones latiendo con fuerza. El susurro sonaba como una advertencia, y el aire alrededor de ellos se había vuelto pesado, difícil de respirar.

—¿Quién dijo eso? —preguntó Paco, con la voz temblorosa.

Nadie respondió. Solo el viento seguía soplando, levantando hojas y ramas, pero los árboles permanecían inmóviles. Entonces, de repente, todo se calmó. El temblor cesó, y el viento se detuvo. El bosque volvió a su inquietante silencio.

Paulina, aunque asustada, no soltó el libro.

—Tenemos que averiguar qué significa todo esto —dijo con firmeza—. No podemos dejarlo aquí.

José, que estaba completamente en desacuerdo, intentó persuadirla.

—Paulina, lo que sea que haya en ese libro no es normal. No deberíamos meternos en esto.

Pero Paulina no estaba dispuesta a retroceder. Sintió que ese libro era la clave de algo importante, algo que debía descubrir.

—Solo lo llevaremos a casa y lo investigaremos —insistió—. Si no encontramos nada, lo dejamos, pero no podemos irnos sin saber qué es.

A regañadientes, José aceptó. Los tres comenzaron a caminar de regreso, pero el camino parecía diferente, como si el bosque hubiera cambiado mientras ellos estaban allí. Las sombras eran más largas, y aunque el sol aún no se había puesto, el aire se sentía más frío.

Después de lo que pareció una eternidad, finalmente llegaron a la salida del bosque. Los tres suspiraron aliviados al ver las casas del pueblo a lo lejos.

Esa noche, Paulina llevó el libro a su habitación. Trató de leerlo bajo la luz de su lámpara, pero las páginas seguían vacías. Frustrada, lo dejó sobre su escritorio y se fue a la cama.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, escuchó algo. Era un suave rasguño, como si alguien estuviera escribiendo en una hoja de papel. Se incorporó de un salto, encendió la lámpara y miró hacia el escritorio.

El libro estaba abierto, y en sus páginas, algo comenzaba a aparecer. Palabras, escritas con tinta negra, se formaban lentamente ante sus ojos. Paulina sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero no pudo apartar la mirada.

Las palabras formaron una frase:

—»El guardián despierta…»

Antes de que pudiera procesar lo que había leído, el libro se cerró de golpe. Paulina retrocedió, asustada, pero sabía que no podía ignorar lo que acababa de suceder. Al día siguiente, llamó a Paco y José para contarles lo que había pasado.

Los tres se reunieron en la casa de Paulina, sentados alrededor del libro cerrado.

—No es seguro —dijo José, nervioso—. No deberíamos seguir con esto.

—Pero si el libro tiene algo importante que decirnos —respondió Paulina—. Debemos descubrir qué es. Tal vez esté conectado con lo que pasó en el bosque.

Paco, que siempre estaba dispuesto a seguir una aventura, miró el libro con interés.

—Abrámoslo de nuevo —sugirió—. Tal vez encontremos más respuestas.

Paulina, con las manos temblorosas, volvió a abrir el libro. Esta vez, las páginas no estaban vacías. Estaban llenas de extrañas instrucciones, como si fueran una guía para abrir un antiguo portal. Los símbolos que vieron en la caja también estaban en el libro, y aunque no entendían su significado, sabían que algo oscuro se escondía detrás de ellos.

El susurro regresó, más fuerte esta vez, resonando en sus cabezas.

—El guardián… despierta…

Los tres niños sintieron cómo el aire de la habitación se volvía pesado. De repente, el suelo tembló, y un sonido profundo y gutural se escuchó desde el exterior de la casa.

—¿Qué fue eso? —preguntó Paco, mirando hacia la ventana.

Antes de que pudieran reaccionar, las luces de la casa se apagaron, y el frío del bosque pareció envolverlos una vez más.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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