Había una vez una familia maravillosa que vivía en una pequeña y acogedora casa al borde del bosque. La familia estaba compuesta por Mamá Viviana, una mujer alegre que disfrutaba haciendo postres deliciosos; Papá Pablo, un hombre trabajador con el cabello muy corto que se dedicaba a arreglar zapatos; y sus tres hijos: Gabriel, el mayor; Benjamín, el del medio, un ferviente simpatizante del club River Plate; y Rocío, la más pequeña, que amaba bailar.
Un día, mientras Mamá Viviana preparaba un pastel de chocolate en la cocina, Rocío, Benjamín y Gabriel estaban en el jardín, disfrutando de una tarde soleada. De repente, Gabriel, que siempre estaba buscando nuevas aventuras, sugirió algo diferente.
—¿Qué les parece si exploramos el bosque? —dijo Gabriel, con una chispa de emoción en los ojos.
Benjamín y Rocío lo miraron con curiosidad. Aunque les gustaba jugar en el jardín, nunca se habían aventurado demasiado lejos en el bosque. Después de un breve intercambio de miradas, todos estuvieron de acuerdo. Se pusieron sus chaquetas y se adentraron en el bosque.
El bosque era un lugar misterioso y lleno de encanto. Los árboles altos y frondosos creaban un dosel que dejaba pasar pequeños rayos de sol, iluminando el suelo cubierto de hojas. Mientras caminaban, escuchaban el crujido de las hojas bajo sus pies y el canto lejano de los pájaros.
A medida que se adentraban más en el bosque, encontraron una vieja cabaña que parecía abandonada. La cabaña estaba cubierta de enredaderas y musgo, y sus ventanas estaban oscurecidas por el polvo. Intrigados por su descubrimiento, los hermanos decidieron investigar.
—¿Creen que deberíamos entrar? —preguntó Rocío, un poco nerviosa pero también emocionada.
—Claro que sí —respondió Gabriel con determinación—. ¡Vamos a ver qué hay adentro!
Empujaron la puerta de madera, que se abrió con un chirrido espeluznante. Dentro de la cabaña, el aire estaba frío y húmedo. Había viejos muebles cubiertos de polvo y telarañas en cada esquina. Sin embargo, lo que más les llamó la atención fue un viejo espejo de pie, adornado con intrincadas tallas.
—Miren eso —dijo Benjamín, señalando el espejo—. ¿No les parece un poco extraño?
Se acercaron al espejo y, para su sorpresa, vieron que no reflejaba sus imágenes de manera normal. En lugar de eso, el espejo mostraba una versión distorsionada de la cabaña, como si estuvieran mirando a través de una ventana a otro mundo. De repente, el espejo comenzó a emitir un suave susurro, como si alguien estuviera hablando al otro lado.
—¿Escucharon eso? —preguntó Rocío, con los ojos muy abiertos.
—Sí, parece que viene del espejo —respondió Gabriel, acercándose más.
El susurro se hizo más fuerte y, aunque no podían entender las palabras, sentían que el espejo les estaba intentando decir algo. De repente, una ráfaga de viento atravesó la cabaña y las velas que estaban en una mesa cercana se encendieron solas. La luz de las velas reveló unas inscripciones antiguas en el marco del espejo.
—¿Qué significará esto? —se preguntó Benjamín, examinando las inscripciones.
Antes de que pudieran pensar en una respuesta, el espejo comenzó a brillar intensamente y los hermanos sintieron un tirón que los atrajo hacia él. En un abrir y cerrar de ojos, fueron transportados a un lugar desconocido.
Se encontraron en un bosque similar, pero algo era diferente. El aire era más frío y el ambiente más oscuro. Frente a ellos estaba una versión más grande y lúgubre de la cabaña que habían encontrado. Decidieron entrar, y esta vez, la cabaña estaba llena de objetos extraños y antiguos.
Dentro, encontraron un libro viejo sobre una mesa. El libro estaba cubierto de polvo, pero al abrirlo, descubrieron que contenía historias de personas que habían quedado atrapadas en ese lugar, una dimensión paralela donde el tiempo no avanzaba.
—Tenemos que encontrar la manera de volver a casa —dijo Gabriel con firmeza—. No podemos quedarnos aquí.
Mientras buscaban una solución, se dieron cuenta de que cada historia en el libro mencionaba el espejo como una puerta entre los mundos. Sin embargo, para usarlo y regresar, necesitaban resolver un antiguo acertijo que estaba escrito en el libro.
El acertijo decía: «Para regresar a tu hogar, debes encontrar la clave en el lugar donde el sol nunca se esconde y la luna siempre resplandece». Los hermanos discutieron sobre lo que podría significar.
—¿Qué lugar podría ser ese? —se preguntó Rocío en voz alta.
—Podría ser un lugar donde siempre haya luz —sugirió Benjamín—. Tal vez una cueva con cristales que reflejan la luz.
Decidieron buscar ese lugar, y después de horas de caminata, encontraron una cueva oculta entre los árboles. La cueva estaba llena de cristales que brillaban intensamente, iluminando el interior como si fuera de día. En el centro de la cueva, encontraron una llave antigua colgada de una cadena de oro.
—¡La encontramos! —exclamó Gabriel con entusiasmo—. Esta debe ser la clave para volver a casa.
Tomaron la llave y regresaron a la cabaña. Colocaron la llave en una cerradura que encontraron en el marco del espejo y, al girarla, el espejo volvió a brillar intensamente. Los hermanos cerraron los ojos y sintieron otro tirón que los transportó de vuelta a su mundo.
Cuando abrieron los ojos, estaban de vuelta en la cabaña original del bosque. Todo parecía igual que antes, pero ahora sabían que había algo más allá de lo que podían ver. Decidieron regresar a casa y contarle a sus padres sobre su increíble aventura.
De regreso en casa, Mamá Viviana y Papá Pablo los recibieron con abrazos y preocupación.
—¿Dónde han estado? —preguntó Mamá Viviana—. ¡Estábamos muy preocupados por ustedes!
—Tienen que escuchar lo que nos pasó —dijo Gabriel, y comenzaron a relatar su aventura en el bosque y la cabaña mágica.
Papá Pablo, con su experiencia en historias antiguas, les dijo que el espejo que encontraron podría ser un objeto mágico muy antiguo, conocido por conectar mundos paralelos. Les advirtió que debían tener cuidado y no volver a jugar con cosas que no comprendían completamente.
A partir de ese día, los hermanos se volvieron más cuidadosos, pero nunca dejaron de explorar y aprender sobre el mundo que los rodeaba. Siempre se preguntaban qué otros misterios y aventuras les esperaban en el futuro.
Y así, la familia continuó con sus vidas, unidos por una experiencia que nunca olvidarían, sabiendo que el mundo estaba lleno de secretos por descubrir.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.