La noche estaba oscura y silenciosa, solo rota por el canto lejano de un búho en lo alto de un árbol viejo y retorcido. Florencia, Juan, Ramón y Lina avanzaban por el camino de tierra que llevaba a la Granja de la Sombra Oscura. Habían oído historias terroríficas sobre esa granja, pero no creyeron que fueran ciertas. Los cuatro se conocían desde que eran niños y siempre habían compartido aventuras juntos.
La Granja de la Sombra Oscura había sido abandonada durante años, y la gente del pueblo decía que estaba maldita. Se rumoreaba que el dueño de la granja, un anciano llamado señor Jenkins, había hecho un pacto con el diablo para obtener riquezas y poder, pero que había pagado un precio terrible. Algunos decían que el señor Jenkins había sido visto vagando por la granja, aún después de su muerte.
Florencia, que era la más curiosa del grupo, había convencido a los demás de visitar la granja. Quería saber si las historias eran ciertas y qué había sucedido realmente en la granja. Juan, que era el más escéptico, no creía en las historias de maldiciones y fantasmas, pero acompañó a sus amigos para demostrar que no había nada que temer. Ramón, que era el más valiente, estaba emocionado de explorar la granja y descubrir sus secretos. Lina, que era la más sensible, tenía una sensación de que algo no estaba bien, pero no quería dejar a sus amigos solos.
Cuando llegaron a la granja, se dieron cuenta de que estaba en un estado de abandono total. Las ventanas estaban rotas, la puerta estaba colgando de sus goznes y el techo estaba cubierto de maleza. La casa parecía haber sido abandonada de la noche a la mañana, sin que nadie se hubiera llevado nada.
Florencia empujó la puerta y se coló dentro, seguida de cerca por los demás. La casa estaba oscura y silenciosa, solo rota por el crujido de los pasos en el suelo viejo. La habitación principal estaba llena de polvo y telarañas, y había una chimenea en el centro de la pared que parecía no haber sido utilizada en años.
Ramón se acercó a la chimenea y se inclinó para examinarla. De repente, se enderezó y se giró hacia los demás. «¿Qué es eso?», preguntó, señalando hacia un rincón de la habitación. En el rincón había un viejo cuadro, cubierto de polvo y telarañas. La pintura representaba a un anciano con una sonrisa maliciosa en el rostro.
«¿Quién creen que es?», preguntó Florencia, acercándose al cuadro. Juan se encogió de hombros. «No lo sé, pero no me gusta». Lina se estremeció. «Me da miedo».
De repente, se escuchó un ruido en la habitación de al lado. Los cuatro se giraron hacia la puerta, preguntándose qué podía ser. Ramón se acercó a la puerta y la abrió lentamente. La habitación de al lado estaba oscura y silenciosa, pero había algo en el aire que no parecía normal.
Florencia se adelantó y se coló dentro de la habitación. Los demás la siguieron, preguntándose qué estaba sucediendo. La habitación estaba llena de objetos extraños, como cristales, velas y libros antiguos. En el centro de la habitación había una gran mesa, cubierta de objetos extraños.
Lina se acercó a la mesa y se inclinó para examinarla. De repente, se enderezó y se giró hacia los demás. «¿Qué es esto?», preguntó, señalando hacia un objeto extraño en la mesa. El objeto parecía ser un libro, pero estaba cubierto de símbolos extraños y no parecía ser de este mundo.
Juan se acercó a la mesa y se inclinó para examinar el libro. De repente, se puso pálido. «Esto es un libro de magia negra», dijo, retrocediendo. «Tenemos que salir de aquí ahora».
Pero era demasiado tarde. De repente, la habitación se iluminó con una luz blanca y cegadora. Los cuatro se cubrieron los ojos y se alejaron de la mesa. Cuando la luz desapareció, se dieron cuenta de que no estaban solos en la habitación.
Había una figura detrás de ellos, vestida con un traje negro y con una sonrisa maliciosa en el rostro. Era el señor Jenkins, el dueño de la granja. Pero no parecía ser el mismo hombre que habían oído en las historias. Tenía ojos negros y una energía oscura que parecía emanar de él.
«¡Bienvenidos a mi hogar!», dijo el señor Jenkins, extendiendo la mano. «Me alegra que hayan decidido visitarme. Puedo ver que son curiosos y valientes. Pero no saben lo que se han metido».
Los cuatro se dieron cuenta de que estaban en peligro. El señor Jenkins no parecía ser un hombre normal y había algo en él que no parecía humano. Florencia se adelantó y se enfrentó al señor Jenkins. «¿Qué quieres de nosotros?», preguntó.
El señor Jenkins sonrió. «Quiero que se queden conmigo. Puedo enseñarles cosas que nunca han imaginado. Puedo darles poder y riquezas más allá de sus sueños». Pero Florencia se dio cuenta de que el señor Jenkins no estaba hablando de cosas buenas. Había algo oscuro y malvado en él que no parecía humano.
«¡No!», dijo Florencia, retrocediendo. «No queremos nada de ti». El señor Jenkins se enfadó y se acercó a los cuatro. «¡Sí que queréis!», dijo, extendiendo la mano. «Sí que queréis».
Pero los cuatro se dieron cuenta de que tenían que escapar. Ramon agarró a Lina y se la llevó a la espalda, mientras que Juan y Florencia se adelantaron y se enfrentaron al señor Jenkins. «¡No te dejarás que te atrape!», dijo Florencia, extendiendo la mano.
El señor Jenkins se rió. «¡No puedes evitarlo!», dijo, extendiendo la mano. Pero Florencia no se rindió. Recordó que había visto un libro en la librera de la sala, y en él había información sobre cómo escapar de un hechicero como el señor Jenkins. Recordó que era necesario encerrarlo en el libro, lo que neutralizaría su poder.
Florencia se giró y se lanzó hacia la sala, con Juan tras ella. Allí tomaron el libro y volvieron a la habitación. Justo cuando el señor Jenkins se lanzó hacia ellos, Florencia le puso el libro por delante. «Lo logré», dijo Florencia, sonriendo.
Con la ayuda de sus amigos, Florencia logró encerrar al señor Jenkins en el libro, venciendo la maldición que pesaba sobre la granja. El libro se cerró de golpe, sellando la energía maligna del señor Jenkins dentro de sus páginas.
Florencia, Juan, Ramón y Lina se alejaron de la granja, exhaustos pero contentos de haber escapado. Sabían que nunca olvidarían la noche que visitaron la Granja de la Sombra Oscura y enfrentaron al tenebroso señor Jenkins. Mientras se alejaban de allí, contemplaron el cielo estrellado que comenzaba a lucir con gran belleza.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Bruja y el Mago Fantasma
La Sombra de Isaac
La Niebla del Pasado: Secretos y Sombras en el Mar del Olvido
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.