Cuentos de Terror

La Niebla del Pasado: Secretos y Sombras en el Mar del Olvido

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo costero, donde las olas murmuraban secretos a los barcos y la brisa transportaba historias antiguas, vivían cuatro personajes entrañables: el Capitán Elías, una leyenda entre los marineros; Isabella, una joven valiente y curiosa; el Viejo Thomas, un anciano con más historias de las que podía contar; y los Hermanos Blackwood, dos chicos traviesos conocidos por su afición a la aventura.

Un día, cuando el cielo se cubrió de nubes oscuras y una niebla espesa comenzó a ascender del mar, el pueblo se sumió en un extraño silencio. La niebla era diferente a cualquier otra; parecía tener vida propia, arrastrándose por la playa como si buscara algo perdido. Este fenómeno despertó la curiosidad de Isabella, quien siempre había sentido una conexión especial con el océano.

“¿Qué creéis que hay en esa niebla?”, preguntó Isabella a los Hermanos Blackwood, mientras observaban cómo la bruma se hacía cada vez más densa. Los hermanos, Henry y Jack, intercambiaron miradas emocionadas.

“No lo sé, pero debemos explorarlo”, dijo Henry con entusiasmo.

“Sí, ¡vamos!”, exclamó Jack. “Es como una aventura de las que leemos en los cuentos”.

Elías, quien había regresado de un largo viaje por mar, se acercó a los chicos. Sus ojos, aunque cansados, brillaban con sabiduría. “Esa niebla no es algo con lo que se deba jugar, niños. Hay historias sobre lo que oculta. Se dice que guarda los secretos del pasado”.

Isabella lo miró intrigada. “¿Qué tipo de secretos, Capitán?”.

El capitán suspiró. “Cuentan que, hace muchos años, un barco desapareció en esas aguas, y nunca se volvió a ver. La niebla apareció justo antes de esa tragedia. Algunos creen que es un recordatorio de lo que ocurrió”.

Los Hermanos Blackwood se rieron entre ellos, despreciando la advertencia. “¡Vamos, Elías! Solo son cuentos de viejos. A nosotros nos encanta explorar. No hay nada que temer”, dijo Jack, mientras se adentraban un poco más en la niebla.

“¡Esperad!”, gritó Isabella, mientras los seguía. Sin pensarlo dos veces, se unió a los hermanos, dejando atrás la advertencia del capitán.

La niebla envolvió a los tres aventureros, creando un ambiente misterioso. Las figuras se difuminaban y los sonidos del mar se silenciaron. De repente, descubrieron un camino de rocas que no habían visto antes, iluminado débilmente por una luz tenue.

“¿Qué es eso?”, preguntó Henry, señalando una figura a lo lejos. Se acercaron y descubrieron un antiguo faro, cubierto de algas y mal estado, como si hubiera estado abandonado durante siglos.

“Veamos qué hay dentro”, sugirió Jack, lleno de audacia.

Isabella los miró nerviosa. “¿Estáis seguros? Puede ser peligroso”.

“¡Vamos! No seas gallina,” insistió Henry, mientras empujaba la puerta del faro. Crugió con un ruido que resonó en la niebla, dando la bienvenida a los intrusos.

El interior estaba lleno de polvo y telarañas, pero había un misterio en el ambiente. Las paredes estaban decoradas con pinturas antiguas de barcos y criaturas marinas, y en el centro había una escalera que conducía a lo alto de la torre. Isabella sintió que, aunque el lugar era espeluznante, había algo fascinante que atraía.

“Seguramente hay algo valioso arriba”, sugirió Jack con una sonrisa traviesa.

Los tres chicos comenzaron a subir la escalera, los escalones chirriaban bajo su peso. Al llegar a la cima, se encontraron en una sala con una enorme ventana que daba al mar. La vista era gloriosa, pero una extraña sombra se proyectaba sobre el agua. Era entonces cuando escucharon una voz tenebrosa, apenas un susurro.

“No deberíais estar aquí…”.

Asustados, todos dieron un paso atrás, mirando a su alrededor. La voz parecía venir de las sombras que danzaban en el interior de la torre. “Vuelvan… antes de que sea demasiado tarde”.

“¿Quién eres?”, preguntó Isabella, el corazón latiendo con fuerza.

Una figura emergió de la oscuridad, era el Viejo Thomas, el anciano del pueblo que a menudo les contaba historias sobre el mar. “Lo sabía, nunca escuchan a los mayores…”. Su rostro estaba pálido y sus ojos mostraban preocupación.

“¡Thomas! ¿Qué haces aquí?”, preguntó Henry, sorprendido.

“Vine a advertir a los que se atreven a entrar en la niebla. El tiempo en este lugar es diferente. Aquí se guardan secretos que no deberían ser revelados”, explicó el viejo.

“Pero sólo queremos explorar”, dijo Jack con desdén. “No hay nada que temer”.

“No lo entienden. La niebla trae recordatorios de un pasado olvidado. Aquellos que entran pueden desatar algo que no pueden controlar”, insistió Thomas, la voz temblando de preocupación.

Mientras hablaba, la niebla se arremolinaba alrededor del faro y las luces comenzaron a apagan. Isabella sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “¿Qué secretos guarda este lugar?”, preguntó curiosa.

“El barco que se perdió en la niebla… se dice que fue maldecido. Sus tripulantes nunca encontraron descanso. La niebla viene a recordarles su destino”, dijo Thomas.

Los hermanos rieron, escépticos. “¡Es solo una historia de terror! ¿Qué podría ser tan aterrador?”, se burló Jack.

Pero Elías había llegado hasta el faro, preocupado. “Thomas tiene razón, chicos. El pasado tiene maneras de volver cuando menos lo esperamos. Si no escucháis sus advertencias, podríais enfrentar consecuencias que no podéis imaginar”.

“¡Dejemos que la niebla nos hable!”, desafió Henry.

No obstante, antes de que pudieran reaccionar, el faro tembló y una corriente helada los envolvió. Isabella sintió cómo la niebla se apoderaba del lugar, formando figuras que parecían moverse con vida propia. Las sombras comenzaron a cobrar forma, revelando a los marineros del barco perdido, sus rostros llenos de tristeza y desesperación.

“¡Ayuda! ¡Estamos atrapados!”, gritaron en un eco desgarrador.

Isabella sintió sus ojos llenarse de lágrimas al ver el sufrimiento reflejado en los rostros de aquellos hombres. Ninguno de ellos podía salir de la niebla. “¿Cómo podemos ayudarles?”.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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