La Noche de Halloween de Héctor, Luisa y Sergio

Héctor, Luisa y Sergio eran tres amigos inseparables. Siempre estaban juntos y compartían una gran pasión: ¡el Halloween! Soñaban con vivir una auténtica aventura terrorífica el día de Halloween. Este año, habían decidido hacerlo realidad.

Habían oído hablar de una vieja mansión en las afueras del pueblo que, según decían, estaba embrujada. Todos los años, los niños se atrevían a acercarse a sus puertas, pero nunca nadie había entrado. Era el lugar perfecto para su aventura.

El 31 de octubre, al caer la tarde, los tres amigos se dirigieron hacia la mansión. Vestidos con sus disfraces, Héctor de fantasma, Luisa de bruja y Sergio de vampiro, caminaron por el sendero oscuro que llevaba a la entrada principal. La mansión se alzaba imponente ante ellos, con sus ventanas rotas y una atmósfera escalofriante.

Respiraron hondo y decidieron entrar. Al cruzar el umbral, las puertas se cerraron detrás de ellos con un fuerte estruendo. El eco de sus risas nerviosas resonó en las paredes.

Avanzaron por un largo pasillo, iluminando su camino con las linternas que habían traído. De repente, oyeron un sonido proveniente de una de las habitaciones. Al acercarse, encontraron un antiguo fonógrafo que reproducía una melodía lúgubre. Intrigados, siguieron explorando.

En el salón principal, un gran retrato de un caballero los observaba con ojos penetrantes. Sergio, curioso, tocó el marco y, para su sorpresa, una puerta secreta se abrió en la pared.

Con cautela, descendieron por unas escaleras que llevaban al sótano. Allí, encontraron una antigua biblioteca con libros de hechizos y pociones. Luisa, apasionada por la lectura, tomó uno y comenzó a leer en voz alta un conjuro. De repente, las luces parpadearon y una figura etérea apareció frente a ellos.

El espíritu, con una voz suave, les habló: «Soy el antiguo dueño de esta mansión. Estaba atrapado en este libro hasta que alguien leyera el conjuro. Gracias por liberarme».

Los niños, asombrados, escucharon atentos mientras el espíritu les contaba la historia de la mansión y su triste destino.

Tras la charla, el espíritu les regaló una llave dorada y les indicó una puerta. «Detrás de esa puerta encontrarán el camino de regreso. Gracias por liberarme», dijo, desapareciendo lentamente.