Una noche, Aldair se despertó con una sensación extraña. Algo no estaba bien. Se incorporó en la cama y miró a su alrededor, pero no podía ver nada. Estaba sumergido en una oscuridad tan profunda que parecía que ni siquiera existían las paredes de su habitación. Ni un solo rayo de luz atravesaba esa negrura, como si el mundo entero hubiera desaparecido.
«¿Dónde estoy?», pensó, sintiendo el peso del miedo crecer en su pecho.
Trató de levantarse, pero algo lo retenía. No era una cuerda ni una cadena, sino una sensación, una presión invisible que lo mantenía en su lugar. El silencio era absoluto, ni el viento ni el crujido de la madera se escuchaban. Era como si todo el sonido hubiera sido absorbido por aquella oscuridad.
Aldair respiró hondo, tratando de calmarse. “No puede ser real”, murmuró. “Debe ser un sueño… solo es un sueño.” Pero, cuanto más trataba de convencerse, más real se sentía todo.
Entonces, una voz suave y familiar rompió el silencio. «¿Estás seguro de que es un sueño, Aldair?»
Aldair dio un respingo. Esa voz… era la suya, pero no era él quien la había pronunciado. “¿Quién está ahí?” preguntó, mirando desesperadamente a su alrededor, aunque no había nada que ver.
«Soy tú», respondió la voz, tranquila pero inquietante. «Soy la parte de ti que siempre has ignorado, la que se esconde en la oscuridad.»
Aldair sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. «Eso no tiene sentido. ¿Cómo puedes ser yo?»
La oscuridad pareció moverse a su alrededor, como si cobrara vida, y la voz continuó. «¿Cuántas veces te has sentido atrapado en tus propios pensamientos? ¿Cuántas veces has querido huir de todo, pero no has podido? Esa es la oscuridad en la que estás ahora. Es tu propio miedo, tus dudas, todo lo que has tratado de ocultar.»
Aldair apretó los puños, tratando de no dejarse llevar por el miedo. “No… no es cierto. Esto no puede ser real. Yo no soy así.”
«¿Estás seguro?», replicó la voz. «Mírate. Estás solo, atrapado, hablando contigo mismo en la oscuridad. Has estado evitando enfrentarte a lo que realmente sientes.»
Aldair negó con la cabeza, pero en el fondo, una parte de él sabía que había algo de verdad en esas palabras. Muchas veces se había sentido atrapado, incapaz de escapar de sus propios pensamientos, de sus miedos. Pero jamás habría imaginado que esos sentimientos pudieran manifestarse de una forma tan real, tan tangible.
«¿Qué quieres de mí?», preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
«Quiero que aceptes lo que sientes. No puedes escapar de la oscuridad si no la enfrentas. Puedes seguir huyendo o puedes encontrar la salida.»
Aldair sintió cómo la presión que lo retenía comenzaba a ceder, pero la oscuridad seguía envolviéndolo. “¿Y cómo enfrento algo que no puedo ver?”
La voz guardó silencio por un momento, como si estuviera reflexionando. Luego respondió con una simple verdad: «No necesitas ver para sentir. Todo lo que temes está dentro de ti. Enfréntalo.»
Aldair cerró los ojos, como si eso fuera a ayudarlo a concentrarse, aunque la oscuridad ya lo envolvía por completo. Respiró profundamente, tratando de encontrar algún punto de calma en medio del caos que lo rodeaba.
Mientras lo hacía, los pensamientos que había evitado durante tanto tiempo comenzaron a surgir. El miedo al fracaso, las inseguridades, la sensación de no ser lo suficientemente bueno… todo eso lo había estado arrastrando hacia un abismo sin darse cuenta. Y ahora, esa oscuridad lo tenía atrapado.
“Está bien”, murmuró. “Lo entiendo.”
En ese momento, algo cambió. La oscuridad, que antes parecía opresiva, comenzó a retroceder. Ya no se movía de manera amenazante a su alrededor, sino que empezaba a disiparse lentamente. A lo lejos, una luz débil comenzó a brillar, suave pero constante.
La voz habló una última vez. «Has dado el primer paso. La oscuridad siempre estará ahí, pero ahora sabes cómo enfrentarte a ella.»
Aldair abrió los ojos, y aunque la luz seguía siendo tenue, ya no se sentía atrapado. La presión que lo retenía había desaparecido por completo. Se puso de pie y caminó hacia la luz, sintiendo cómo cada paso lo alejaba más y más de la oscuridad que lo había envuelto.
Y entonces, todo se desvaneció.
Cuando despertó, estaba en su cama, con la luz del sol filtrándose suavemente por la ventana. El miedo ya no lo atenazaba, y la oscuridad que había sentido era ahora solo un recuerdo distante. Pero algo había cambiado en él. Sabía que la oscuridad siempre estaría ahí, en algún lugar dentro de él, pero también sabía que ahora tenía la fuerza para enfrentarla.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.