La Sombra del Gato Negro

En un pequeño pueblo rodeado de bosques y neblinas, vivían cuatro amigos inseparables: Ella, Niko, Víctor y Esmera. Ellos compartían un amor por las historias de terror y misterio. Una noche de luna llena, mientras se reunían en la antigua casa de Ella, descubrieron un viejo libro de cuentos en el desván. Entre sus páginas, encontraron la leyenda del «Gato Negro», un ser misterioso que se decía rondaba los bosques del pueblo, trayendo desgracia a quienes osaban cruzar su camino.

Intrigados y algo asustados, los amigos decidieron investigar más sobre esta leyenda. Según el libro, el gato era un espíritu vengativo que una vez había sido un amado felino de una bruja del pueblo. Cuando la bruja fue injustamente acusada y perseguida, el gato juró venganza contra todos los que habían causado su dolor.

Esa noche, mientras discutían sobre la historia, un extraño ruido los interrumpió. Era un maullido siniestro que parecía venir del bosque. Sin poder resistir la curiosidad, decidieron adentrarse en el bosque para descubrir la verdad.

Los cuatro amigos, con linternas en mano, se adentraron en el espeso bosque que rodeaba el pueblo. La luna llena iluminaba su camino, creando sombras que danzaban entre los árboles. A medida que avanzaban, el aire se volvía más frío y un silencio sobrenatural los envolvía.

De repente, Víctor se detuvo. «¿Escucharon eso?», susurró. Un maullido distante, casi humano, resonó entre los árboles. Los amigos se miraron con miedo, pero su curiosidad era más fuerte que su temor.

Continuaron caminando hasta llegar a una antigua ruina en medio del bosque. Era una casa abandonada, con ventanas rotas y puertas que crujían con el viento. «Debe ser aquí», dijo Esmera con voz temblorosa. «La leyenda mencionaba la casa de la bruja en el corazón del bosque».

Entraron con cautela. Dentro, encontraron un cuarto con un viejo altar y un diario cubierto de polvo. Era el diario de la bruja, y en él contaba la historia de su amado gato negro, cómo había sido traicionada por los aldeanos y cómo había lanzado una maldición antes de desaparecer.

De pronto, un ruido los sobresaltó. Era el mismo maullido, pero esta vez mucho más cerca. Se giraron lentamente y, para su horror, vieron dos ojos brillantes mirándolos desde la oscuridad. Era el gato negro, más grande y aterrador de lo que jamás hubieran imaginado.

Los ojos del gato negro brillaban con una intensidad sobrenatural, paralizando a los amigos con su mirada penetrante. La criatura avanzó lentamente hacia ellos, cada paso resonando en el silencio del viejo caserón. Ella, valientemente, dio un paso adelante. «Estamos aquí para ayudarte», dijo con voz temblorosa.

El gato se detuvo, inclinando su cabeza como si evaluara sus palabras. Niko, recordando el diario, habló: «Sabemos lo que pasó con tu dueña, la bruja. No todos en el pueblo eran crueles. Algunos lamentan lo que sucedió».

El gato negro los observó por un largo momento antes de maullar suavemente. De repente, el aire se llenó de susurros, como si voces del pasado estuvieran contando su historia. Los amigos escucharon atentamente, comprendiendo el dolor y la soledad que el gato había sufrido durante años.

Víctor, con voz firme, propuso: «Queremos corregir los errores del pasado. Podemos contar tu historia, hacer que la gente conozca la verdad sobre la bruja y su gato».