Cuentos de Terror

El Misterio del Tesoro Bajo el Mar

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Una mañana soleada, Sofía, Marcos y Jovani decidieron embarcarse en la mayor aventura de sus vidas. Habían escuchado historias de un antiguo tesoro escondido en las profundidades del mar, y la curiosidad los había llevado hasta una playa solitaria, listos para explorar el océano. Cada uno llevaba su traje de buceo y sus equipos, listos para sumergirse en lo desconocido.

—¿Están listos? —preguntó Marcos emocionado, ajustando su máscara de buceo.

—¡Claro que sí! —respondió Sofía, su amiga más valiente—. No hay nada que temer. Es solo agua y… un tesoro esperando por nosotros.

Jovani, el más tranquilo del grupo, sonrió, aunque no pudo evitar sentir un leve escalofrío al pensar en lo que podrían encontrar bajo el agua.

Una vez listos, los tres amigos se sumergieron en el océano. El agua era clara, y el sol filtraba sus rayos a través de la superficie, iluminando el camino hacia el fondo del mar. A medida que descendían, todo parecía tranquilo. Los peces de colores nadaban a su alrededor, y las algas se mecían suavemente con la corriente.

Pero a medida que bajaban más y más, la luz del sol comenzó a desvanecerse. El agua se volvía más oscura, y pronto, solo podían ver lo que iluminaban con sus linternas. Entonces, de repente, algo capturó la atención de Sofía.

—¡Miren! —señaló hacia un objeto brillante en la distancia.

Allí, en el fondo del mar, había un cofre de tesoro que parecía brillar con una luz propia. Los ojos de los tres amigos se llenaron de asombro.

—Ese debe ser el tesoro —susurró Jovani.

Se acercaron lentamente, pero mientras lo hacían, comenzaron a notar algo extraño. Alrededor del cofre, extrañas criaturas marinas nadaban en círculos. Eran pulpos con ojos brillantes, peces de dientes afilados, y otros seres que nunca habían visto antes. Había algo inquietante en su presencia, como si estuvieran protegiendo el tesoro.

Marcos, siempre el más impulsivo, quiso nadar hacia el cofre.

—¡Vamos, antes de que esas criaturas nos lo quiten!

Pero Sofía lo detuvo.

—Espera. No sabemos qué podría pasar si nos acercamos demasiado rápido. Algo no está bien aquí.

Los tres amigos se quedaron flotando en el agua, observando a las criaturas marinas que rodeaban el cofre. De repente, uno de los pulpos más grandes se acercó a ellos, con sus ojos brillando intensamente. Jovani sintió que su corazón latía más rápido.

—¿Qué hacemos? —preguntó, intentando mantener la calma.

—Vamos a retroceder un poco —dijo Sofía—. Tenemos que ser cuidadosos.

Retrocedieron lentamente, pero el pulpo no parecía tener intenciones de dejarlos en paz. Las criaturas se acercaban más y más, como si intentaran advertirles que ese tesoro no era para ellos.

De repente, una corriente fuerte los arrastró hacia el cofre. El agua alrededor de ellos comenzó a girar, creando un remolino que los atrapaba. Marcos, Sofía y Jovani luchaban por no ser arrastrados, pero la corriente era demasiado fuerte.

—¡Ayuda! —gritó Marcos, mientras la corriente lo empujaba hacia las criaturas.

Sofía y Jovani hicieron todo lo posible por sujetarse a las rocas cercanas, pero el remolino parecía tener vida propia. Era como si el océano no quisiera que se acercaran al tesoro.

De repente, el remolino se detuvo tan rápido como había comenzado. Todo quedó en silencio, excepto por el suave burbujeo del agua. Los tres amigos se miraron, desconcertados, pero aliviados de que el peligro hubiera pasado.

—Esto no es un juego —dijo Jovani, jadeando—. Algo raro está pasando aquí.

Sofía asintió. Sabía que el tesoro estaba protegido por algo más que criaturas marinas. Era como si hubiera una magia antigua en el fondo del mar, algo que no debían desafiar.

—Quizás… el verdadero tesoro no es lo que pensamos —dijo Sofía, mirando a sus amigos—. Quizás lo importante es que estamos juntos, enfrentando esta aventura.

Marcos y Jovani se miraron, y por un momento, las palabras de Sofía resonaron en sus corazones. A veces, las mayores aventuras no se trataban de lo que encontraban al final, sino de lo que aprendían en el camino.

Decidieron no tocar el cofre y, en su lugar, comenzaron a ascender lentamente hacia la superficie. Las criaturas marinas, al ver que se alejaban del tesoro, también se dispersaron, dejándolos en paz. Mientras subían, la luz del sol comenzó a aparecer nuevamente, iluminando el océano a su alrededor.

Cuando finalmente salieron a la superficie, respiraron hondo, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción. Habían enfrentado el misterio del fondo del mar y, aunque no habían llevado el tesoro a casa, habían ganado algo mucho más valioso: el entendimiento de que la verdadera aventura estaba en el viaje, y no en el destino.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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