Había una vez en un pequeño pueblo, una escuela donde los días eran largos y los recreos, cortos. En esta escuela estudiaba una niña llamada Allison. Allison era una estudiante aplicada, con una gran pasión por la lectura y una imaginación desbordante. Sin embargo, había algo que la hacía diferente y, lamentablemente, esa diferencia se convirtió en el motivo de su sufrimiento.
Allison era una niña tímida y solitaria, lo que la convirtió en el blanco perfecto para el bullying de algunas de sus compañeras de clase. Día tras día, Allison soportaba los insultos, las burlas y las humillaciones de sus compañeras. A pesar de que intentaba ser fuerte y esconder su dolor, este solo crecía en su interior como una sombra oscura.
Sus padres, Mamá y Papá, la querían mucho y siempre intentaban animarla, pero Allison nunca les contaba lo que ocurría en la escuela. No quería preocuparlos ni hacerles sentir que no podían protegerla. Guardaba su sufrimiento en silencio, esperando que algún día las cosas cambiaran.
Un día, la crueldad de sus compañeras llegó a un punto sin retorno. Allison fue encerrada en un armario durante el recreo y olvidada allí hasta que la escuela cerró sus puertas. Nadie la escuchó gritar, y la oscuridad del armario se convirtió en su única compañía. Con el corazón roto y el miedo consumiéndola, Allison nunca salió de ese armario con vida. Su muerte fue un trágico accidente, decían los adultos, pero Allison sabía que no fue así.
La tristeza y el dolor se transformaron en rabia y deseo de venganza. Desde ese momento, el espíritu de Allison comenzó a rondar los pasillos de la escuela, invisible para todos, excepto para aquellos que le hicieron daño. Las luces parpadeaban, los libros caían de las estanterías y susurros inquietantes recorrían las aulas vacías. Pero lo peor estaba por venir.
Una noche, las compañeras que le hicieron bullying decidieron quedarse en la escuela después de clases para contar historias de terror. No sabían que el verdadero terror estaba a punto de desatarse. Mientras reían y bromeaban, una presencia fría comenzó a hacerse sentir. Las puertas se cerraron de golpe y las luces se apagaron, dejando solo la luz de las linternas que temblaban en sus manos.
Una de las chicas, Laura, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Al girarse, vio una figura borrosa al final del pasillo. Era Allison, con su uniforme escolar desgarrado y una expresión de profunda tristeza en su rostro pálido. Laura gritó, y sus amigas intentaron correr, pero las puertas no se abrían y las ventanas parecían selladas por una fuerza invisible.
Allison avanzó lentamente, sus pasos resonando en el silencio. Las chicas estaban paralizadas por el miedo. La primera en caer fue Marta, quien siempre lideraba las burlas. Sentía como si unas manos invisibles la ahogaran. Gritó por ayuda, pero sus compañeras solo podían mirar, horrorizadas, mientras Marta caía al suelo, inerte.
La segunda fue Claudia, que intentó esconderse en el baño. Allison apareció en el espejo, su reflejo mostrando el dolor que había soportado. Las luces del baño parpadearon y Claudia sintió un dolor agudo en el pecho antes de desplomarse. El terror aumentaba con cada segundo que pasaba.
Elena, la última, suplicaba perdón mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Allison se detuvo frente a ella, mirándola fijamente. Por un momento, pareció que el espíritu de Allison vacilaba, como si recordara los momentos de amistad que alguna vez compartieron antes de que comenzaran las burlas. Pero la oscuridad que había consumido a Allison era demasiado fuerte. Con un último grito de horror, Elena también cayó víctima del espíritu vengativo.
A la mañana siguiente, la escuela estaba en silencio. Los maestros y estudiantes encontraron los cuerpos de las chicas y el caos se desató. Nadie podía explicar lo que había sucedido, pero todos sentían un frío en el aire, una sensación de que algo siniestro había ocurrido.
Mamá y Papá de Allison, devastados por la pérdida de su hija, encontraron una extraña paz al saber que su espíritu había encontrado una forma de luchar contra la injusticia que sufrió. Sin embargo, también temían lo que su hija se había convertido.
Con el tiempo, la historia de Allison se convirtió en una leyenda local. Se decía que su espíritu aún rondaba la escuela, protegiendo a los inocentes y castigando a aquellos que se atrevían a hacer daño a los demás. Nadie volvía a la escuela después del anochecer, y el nombre de Allison se convirtió en sinónimo de justicia para aquellos que sufrían en silencio.
Aunque Allison ya no estaba entre los vivos, su historia sirvió como una advertencia para todos. La importancia de tratar a los demás con amabilidad y respeto se grabó en la mente de los estudiantes y maestros. La escuela, una vez un lugar de tormento para Allison, se transformó en un espacio de aprendizaje y compañerismo, un lugar donde su memoria vivía en cada acto de bondad y valentía.
Y así, la leyenda de Allison continuó, recordando a todos que el verdadero terror no viene de fantasmas o monstruos, sino del dolor que infligimos a los demás. La historia de Allison no solo era un cuento de terror, sino también una lección de humanidad y empatía, un recordatorio de que incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una oportunidad para el perdón y la redención.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.