Era una noche sin luna cuando seis amigos decidieron acampar en el bosque cercano a su pueblo. Bruno, Freiherr, Yerly, Franco, Belén y Andrés habían planeado esta aventura durante semanas. Equipados con linternas, sacos de dormir y suficiente comida para una noche, se adentraron en el bosque, buscando el lugar perfecto para montar su campamento.
El lugar elegido era un claro rodeado de altos árboles que parecían susurrar secretos antiguos. Montaron sus tiendas de campaña y encendieron una fogata para mantenerse calientes y cocinar sus malvaviscos. La luz del fuego proyectaba sombras danzantes en los troncos de los árboles, creando un ambiente misterioso y ligeramente inquietante.
Freiherr, siempre el más precavido del grupo, empezó a contar historias de terror para animar la noche. Con su voz profunda y serena, relató la leyenda de la criatura del bosque oscuro, una entidad que, según se decía, acechaba a los desprevenidos que se adentraban demasiado en su territorio.
—Dicen que es una sombra con ojos brillantes que se desliza entre los árboles —comenzó Freiherr—. Algunos la han visto, pero pocos han vivido para contar la historia. La criatura se alimenta del miedo y la desesperación de sus víctimas. Atrae a los curiosos con sonidos extraños y susurros, llevándolos a lo profundo del bosque donde nunca vuelven a ser vistos.
Belén, la más tranquila del grupo, se estremeció y miró a su alrededor, como si esperara ver esos ojos brillantes entre los árboles. Yerly, intentando mantener el ánimo, bromeó diciendo que Freiherr solo quería asustarlos.
—Vamos, no seas aguafiestas, Yerly —dijo Franco con una sonrisa—. Después de todo, ¿qué sería de una noche de campamento sin una buena historia de terror?
La risa llenó el claro, pero pronto fue interrumpida por un sonido distante, un crujido de ramas que hizo que todos se quedaran en silencio. Bruno, el más valiente, tomó una linterna y apuntó hacia el origen del ruido.
—Debe ser un animal —dijo, intentando sonar convincente, aunque en el fondo sentía un leve escalofrío.
La noche continuó con risas y conversaciones, pero esa inquietud inicial no desapareció del todo. Finalmente, se acostaron en sus tiendas, dejando la fogata encendida para mantener alejadas a las criaturas nocturnas.
Sin embargo, el sueño de todos fue perturbado por susurros y pasos alrededor del campamento. Bruno se levantó, decidido a descubrir qué estaba causando el alboroto. Con su linterna en mano, caminó hacia los árboles, seguido de cerca por Freiherr y Franco.
Mientras se adentraban en la oscuridad, los sonidos se hicieron más fuertes, más cerca. De repente, la linterna de Bruno iluminó dos ojos brillantes que los observaban desde la penumbra. La criatura era más real de lo que Freiherr había descrito. Su figura oscura se deslizaba entre los árboles con una gracia aterradora.
—¡Corran! —gritó Bruno, pero el pánico lo paralizó por un segundo antes de que sus piernas respondieran.
Los tres amigos corrieron de regreso al campamento, despertando a Yerly y Belén con sus gritos. La criatura los siguió, sus ojos brillantes siempre fijos en ellos. La fogata, ahora apenas un montón de brasas, no ofrecía la protección que esperaban.
Freiherr recordó una parte de la leyenda que no había mencionado antes. Se decía que la criatura no podía cruzar un círculo de sal. Desesperado, comenzó a buscar en su mochila, sacando un paquete de sal que había llevado para cocinar.
—¡Rápido, formen un círculo! —ordenó, mientras esparcía la sal alrededor del grupo.
La criatura se detuvo en el borde del círculo, sus ojos ardientes llenos de furia y hambre. Intentó cruzar, pero la sal chisporroteó y la criatura retrocedió con un chillido espeluznante.
Los amigos permanecieron en el círculo, temblando y abrazándose unos a otros mientras la criatura merodeaba alrededor, buscando una forma de entrar. Finalmente, los susurros y los pasos cesaron, y el amanecer empezó a teñir el cielo de un suave color rosado.
Habían sobrevivido la noche, pero el miedo no desapareció con la luz del día. Decidieron empacar rápidamente y regresar al pueblo. Nadie habló durante el camino de vuelta, cada uno perdido en sus pensamientos sobre lo que había ocurrido.
Cuando llegaron al pueblo, Freiherr sugirió que contaran lo sucedido a las autoridades, pero Bruno y los demás dudaron. ¿Quién les creería? ¿Quién podría entender el terror que habían vivido?
Finalmente, acordaron mantener la historia en secreto, con la esperanza de que la criatura del bosque oscuro nunca más volviera a aparecer. Pero, cada vez que alguno de ellos pasaba cerca del bosque, no podía evitar mirar entre los árboles, esperando no ver esos ojos brillantes que nunca olvidarían.
Y así, los seis amigos siguieron adelante con sus vidas, pero el recuerdo de esa noche quedó grabado para siempre en sus mentes, una advertencia de los horrores que se esconden en los lugares más oscuros e inexplorados.
Aunque nadie más vio a la criatura, la leyenda continuó, pasando de boca en boca entre los habitantes del pueblo, convirtiéndose en una advertencia para aquellos que se aventuraban demasiado lejos en el bosque oscuro. Y aunque el tiempo pasó, la criatura del bosque oscuro seguía allí, esperando en las sombras, lista para cazar a los desprevenidos que osaran invadir su territorio.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.