Era una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivían dos niñas llamadas Lulú y Lida. Lulú era una niña de rizos castaños y una sonrisa brillante que iluminaba cualquier habitación. Siempre llevaba un vestido amarillo que hacía juego con su personalidad alegre. Lida, por otro lado, tenía el cabello negro y liso como la noche, y sus ojos eran grandes y curiosos. Vestía un hermoso vestido púrpura que destacaba su espíritu aventurero.
Un día, mientras jugaban en el jardín, escucharon a los adultos hablar de una criatura misteriosa llamada Milú. Se decía que Milú era un pequeño fantasma que vivía en el bosque cercano. Aunque algunos niños se asustaban con solo mencionar su nombre, Lulú y Lida sentían una gran curiosidad y un deseo enorme de conocer a Milú.
«¿Qué te parece si vamos al bosque esta noche y encontramos a Milú?», preguntó Lida con emoción.
Lulú, que siempre estaba lista para una aventura, asintió con entusiasmo. «¡Vamos! Pero debemos llevar una linterna y algo de comida, por si nos da hambre».
Esa noche, las niñas esperaron a que sus padres se durmieran y salieron sigilosamente de sus casas. Con una linterna en mano y una mochila llena de galletas, comenzaron su travesía hacia el bosque. El camino estaba oscuro, y los árboles altos proyectaban sombras largas y misteriosas bajo la luz de la luna llena.
Mientras caminaban, Lida preguntó: «¿Crees que Milú será amigable?».
«Claro que sí», respondió Lulú con confianza. «Si es un fantasma que vive en el bosque, seguro que solo quiere amigos para jugar».
Después de caminar un rato, llegaron a un claro en el bosque. De repente, vieron una luz suave y resplandeciente entre los árboles. Era una pequeña figura flotante con ojos grandes y amistosos. ¡Era Milú!
Lulú y Lida se acercaron lentamente, y Milú los miró con curiosidad. «Hola, soy Milú», dijo con una voz suave y melodiosa. «¿Quiénes son ustedes?».
«Yo soy Lulú y ella es mi amiga Lida», respondió Lulú. «Hemos venido a conocerte porque escuchamos muchas historias sobre ti».
Milú sonrió. «Me alegra mucho conocerlas. A veces me siento solo en este bosque, pero siempre he querido tener amigos».
Las niñas y Milú se sentaron en el claro del bosque y comenzaron a hablar de muchas cosas. Milú les contó historias sobre los animales del bosque, las estrellas que brillaban en el cielo nocturno y los secretos que solo un pequeño fantasma podía conocer. A cambio, Lulú y Lida le hablaron de su vida en el pueblo, de sus familias y de los juegos que les gustaba jugar.
De repente, Lida recordó algo importante. «Milú, queríamos hablar contigo sobre algo que escuchamos. Se trata de los derechos fundamentales. ¿Sabes qué son?».
Milú sacudió la cabeza. «No, nunca he escuchado sobre eso. ¿Qué son?».
Lulú tomó la palabra. «Son derechos que todas las personas tienen solo por ser personas. Derechos como el derecho a la vida, a la libertad, a la educación y a jugar. Todos deberíamos tenerlos».
Milú escuchó con atención. «Eso suena maravilloso. ¿Creen que los fantasmas también tienen derechos?».
Lida sonrió. «¡Claro que sí! Todos los seres, sean personas, animales o fantasmas, deberían ser tratados con respeto y tener sus propios derechos».
Mientras conversaban, el cielo comenzó a iluminarse con los primeros rayos del amanecer. Lulú y Lida sabían que era hora de regresar a casa antes de que sus padres se despertaran.
«Nos tenemos que ir, Milú», dijo Lida con tristeza. «Pero prometemos volver a visitarte muy pronto».
Milú sonrió y flotó hasta ellas, dándoles un cálido abrazo fantasmagórico. «Gracias por venir a verme. Ahora sé que no estoy solo y que tengo derechos como cualquier otro ser. Nos veremos pronto».
Las niñas se despidieron y corrieron de regreso a sus casas, con el corazón lleno de alegría y la promesa de una nueva amistad. Desde ese día, Lulú y Lida visitaron a Milú con frecuencia, y juntos vivieron muchas más aventuras en el bosque misterioso, siempre recordando la importancia de los derechos y el respeto hacia todos los seres.
Y así, Lulú, Lida y Milú demostraron que la amistad no conoce fronteras, ni siquiera las que separan a los vivos de los fantasmas. Vivieron felices, aprendiendo unos de otros y disfrutando de cada momento compartido en el bosque encantado.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.