Había una vez un oso llamado Oso que vivía en un bosque lleno de árboles altos y espesos. Oso tenía el pelaje suave y marrón, y siempre llevaba una pequeña bufanda azul. Aunque el bosque era su hogar, Oso siempre había escuchado historias sobre una parte del bosque que era un poco aterradora. Los animales decían que, al caer la noche, los árboles parecían moverse y los ojos brillantes aparecían entre las sombras.
Una noche, Oso decidió ser valiente y explorar esa parte del bosque. Sabía que debía encontrar el valor dentro de sí mismo y demostrar que no había nada que temer. Caminó y caminó, hasta que el cielo se oscureció y las estrellas comenzaron a brillar. Los árboles se veían más grandes y sus sombras eran alargadas y misteriosas. Oso respiró hondo, su corazón latía rápido, pero continuó adelante.
Mientras avanzaba, vio ojos brillantes que lo observaban desde la oscuridad. Eran pequeños y luminosos, y parecían moverse con él. Oso sintió un escalofrío, pero recordó por qué había venido. «Tengo que ser valiente», pensó. De repente, escuchó un ruido a su derecha; se giró rápidamente y vio una sombra moverse entre los árboles. En ese momento, una ráfaga de viento hizo que las hojas susurraran y los árboles crujieran.
Oso continuó caminando, tratando de no dejarse llevar por el miedo. Recordó que había escuchado que, en el centro del bosque, había una luz mágica que podía alejar cualquier temor. Así que siguió adelante, a pesar de los ruidos extraños y las sombras inquietantes. Finalmente, llegó a un claro donde una luz suave y cálida brillaba desde una pequeña piedra en el suelo.
Se acercó con cuidado, y cuando tocó la piedra, la luz se intensificó y llenó todo el claro, disipando las sombras y los miedos. Oso sintió una gran paz y comprendió que la valentía no era la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él. Los ojos brillantes resultaron ser pequeños animales curiosos que también vivían en el bosque y que no eran peligrosos en absoluto.
Con el corazón lleno de valor y una sonrisa en su rostro, Oso regresó a casa. Sabía que, aunque el bosque podía parecer aterrador a veces, siempre podía encontrar la luz y el valor dentro de él. Y así, Oso aprendió una valiosa lección sobre la valentía y la importancia de enfrentar sus miedos.
A la mañana siguiente, Oso despertó con el canto de los pájaros. El sol brillaba a través de las ventanas de su cueva y decidió contarles a sus amigos sobre su aventura nocturna. Se reunió con Conejo, Zorro y Búho, quienes escucharon atentamente mientras Oso narraba su historia. Sus amigos estaban asombrados y orgullosos de él por haber enfrentado sus miedos.
—Oso, eres muy valiente —dijo Conejo, saltando de emoción.
—Sí, enfrentaste lo desconocido y encontraste la luz en medio de la oscuridad —añadió Zorro, con una sonrisa.
—Es importante compartir lo que has aprendido. Todos podemos ser valientes y encontrar la luz dentro de nosotros mismos —concluyó Búho, sabio como siempre.
Los amigos decidieron que esa noche irían juntos al claro para ver la luz mágica. Querían aprender a enfrentar sus propios miedos y sentir la misma paz que Oso había encontrado. Así que cuando el sol comenzó a ponerse, se prepararon para su aventura. Llevaban linternas y provisiones, y partieron con Oso liderando el camino.
El bosque estaba nuevamente oscuro y misterioso, pero esta vez Oso no se sentía solo. Sus amigos lo acompañaban, y eso hacía la diferencia. Mientras caminaban, Oso les mostraba los lugares donde había sentido miedo la noche anterior y cómo había logrado superarlo. Llegaron al lugar donde los ojos brillantes aparecían, y esta vez, al estar en grupo, no sintieron miedo.
—Miren, son solo pequeños animales curiosos —dijo Oso, señalando a los conejos y ratones que los observaban con ojos brillantes.
Continuaron avanzando hasta que finalmente llegaron al claro. La luz suave y cálida de la piedra mágica los envolvió, y todos sintieron una paz profunda. Se sentaron alrededor de la piedra, hablando en susurros sobre sus miedos y cómo podían enfrentarlos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.