En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques oscuros, había una niña llamada Sofía, que vivía con su mamá en una casa antigua y encantadora. La casa había sido construida por el abuelo de Sofía, un hombre sabio y justo que siempre había protegido al pueblo de cualquier daño. Después de la muerte del abuelo, la casa había pasado a manos de la mamá de Sofía, pero desde entonces, extrañas cosas comenzaron a suceder en el pueblo.
La gente comenzó a desaparecer sin dejar rastro, y los que regresaban contaban historias de extrañas voces y sombras que los habían perseguido en el bosque. La mamá de Sofía estaba muy preocupada, ya que temía que algo malo estuviera sucediendo en el pueblo. Un día, mientras Sofía estaba jugando en el jardín, vio a un hombre extraño que se acercaba a la casa. Era alto y delgado, con ojos oscuros y una sonrisa misteriosa.
El hombre se presentó como el señor Eduardo, un viajero que había estado recorriendo el país en busca de un lugar tranquilo para vivir. La mamá de Sofía lo invitó a entrar, y el señor Eduardo se quedó a cenar con ellas. A medida que la noche avanzaba, Sofía comenzó a sentirse incómoda en presencia del señor Eduardo. Algo en él no parecía correcto, pero no podía decir qué era.
Después de cenar, el señor Eduardo se despidió y se fue, dejando a Sofía y a su mamá muy preocupadas. La mamá de Sofía le dijo a Sofía que no se preocupara, que el señor Eduardo probablemente era un hombre inofensivo, pero Sofía no podía sacudir la sensación de que algo malo estaba sucediendo.
Al día siguiente, Sofía decidió hablar con su mejor amigo, un chico llamado Juan, que vivía al otro lado del pueblo. Juan era un chico valiente y aventurero que siempre estaba dispuesto a ayudar a Sofía en cualquier situación. Cuando Sofía le contó lo que había pasado con el señor Eduardo, Juan se puso serio y le dijo que había oído rumores de un hombre que había estado merodeando por el pueblo, buscando algo o a alguien.
Sofía y Juan decidieron investigar más a fondo, y se fueron al bosque a buscar pistas. Mientras caminaban, escucharon un ruido extraño que parecía provenir de una figura oscura que se escondía detrás de un árbol. La figura salió de detrás del árbol y resultó ser el señor Eduardo.
«¿Qué están haciendo aquí?», preguntó el señor Eduardo con una sonrisa misteriosa. Sofía y Juan se sintieron incómodos y trataron de escapar, pero el señor Eduardo los detuvo. «No pueden irse», dijo. «Tienen que escuchar la voz que trajo justicia».
De repente, un viento fuerte comenzó a soplar, y un ruido de murmullos se escuchó en el bosque. La voz que trajo justicia era una voz antigua y sabia que había estado silenciada durante mucho tiempo. La voz comenzó a hablar, contando historias de injusticias y crueldades que habían sucedido en el pueblo. La voz también habló de la desaparición de la gente y de la maldición que había caído sobre el pueblo.
Sofía y Juan escuchaban atentamente, y pronto se dieron cuenta de que la voz estaba hablando de su propio abuelo, el hombre que había construido la casa y había protegido al pueblo durante tanto tiempo. La voz decía que el abuelo de Sofía había sido asesinado por una persona que había estado celosa de su sabiduría y justicia.
La voz también dijo que la persona que había cometido el crimen estaba todavía en el pueblo, y que había estado intentando cubrir su rastro con la ayuda de un objeto mágico. El objeto mágico era un relicario que había sido robado de la casa de Sofía, y que había sido utilizado para maldecir al pueblo.
Sofía y Juan se sintieron impactados por la revelación, y decidieron encontrar al culpable y recuperar el relicario. La voz que trajo justicia les dio una pista para encontrar al culpable, y ellos se fueron a buscar.
Después de una larga búsqueda, encontraron al culpable, que resultó ser el tío de Juan, un hombre que había estado celoso del abuelo de Sofía durante mucho tiempo. El tío de Juan había robado el relicario y lo había utilizado para maldecir al pueblo, y había estado intentando cubrir su rastro con la ayuda del señor Eduardo.
Sofía y Juan recuperaron el relicario y lo devolvieron a su lugar correcto en la casa de Sofía. La maldición que había caído sobre el pueblo se rompió, y la gente que había desaparecido comenzó a regresar. El pueblo se salvó gracias a la valentía y determinación de Sofía y Juan.
La voz que trajo justicia se escuchó por última vez, diciendo que la justicia había sido restablecida en el pueblo, y que la sabiduría y justicia del abuelo de Sofía vivirían para siempre en el corazón de la gente. La historia de la voz que trajo justicia se convirtió en una leyenda en el pueblo, y se contó durante generaciones como un recordatorio de la importancia de la justicia y la valentía.
El señor Eduardo resultó ser un Ángel de la Guarda que había estado enviado para proteger a Sofía y Juan en su misión para restaurar la justicia en el pueblo. El señor Eduardo se despidió de Sofía y Juan, y se fue, dejándolos con la sabiduría y la valentía que necesitaban para enfrentar cualquier desafío que se les presentara en el futuro.
Sofía y Juan se convirtieron en héroes en el pueblo, y su amistad y valentía se convirtieron en un ejemplo para todos. La casa de Sofía se convirtió en un lugar de refugio y protección para la gente del pueblo, y la sabiduría y justicia del abuelo de Sofía vivieron para siempre en el corazón de la gente.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.