Era una tarde oscura de Halloween en Springfield, un pueblo pequeño y apartado de todo. En este lugar, la gente vivía en silencio, con pocas casas y muchas historias inquietantes que se contaban entre los vecinos. El rancho donde vivía Cristian, de 16 años, era modesto, pero lleno de amor y calidez. Cristian tenía una madre llamada Esperanza, quien siempre se preocupaba por él, y un padre llamado Alex Romero, un hombre de pocas palabras pero con un gran corazón.
Una mañana fría de otoño, Cristian despertó en su cama con una extraña sensación. Algo en el aire parecía distinto, como si el viento susurrara secretos antiguos. Se levantó y fue a la cocina donde su madre, Esperanza, ya preparaba el desayuno. La casa estaba tranquila, pero el día tenía una atmósfera extraña, como si algo estuviera por suceder.
—Hola, mamá. ¿Cómo amaneciste? —preguntó Cristian, mientras se sentaba en la mesa.
—Hola, hijo, muy bien, gracias. ¿Y tú? —respondió su madre con una sonrisa cálida.
—Bien, mamá. ¿Qué vamos a hacer de comer? —preguntó Cristian mientras miraba por la ventana, donde las hojas caídas danzaban con el viento.
—Podrías ir al corral de Don José a traer unos frijoles y tomates. ¿Te parece? —sugirió su madre.
—Está bien, mamá. Voy enseguida —contestó Cristian, tomando la bolsa de tela y saliendo de la casa.
El aire estaba pesado, como si el pueblo estuviera envuelto en un sueño pesado. Mientras caminaba hacia el corral de Don José, Cristian notó algo extraño en la calle. La vieja casa abandonada de Springfield, una casa que nadie se atrevía a visitar, estaba allí, en la esquina, como siempre, pero algo en ella parecía diferente. Estaba más oscura, con ventanas rotas y el tejado parcialmente quemado.
La calle parecía desierta, pero al pasar cerca de la casa, Cristian vio algo que le heló la sangre. Las manchas rojas en el suelo no eran manchas comunes, parecía que algo o alguien había pasado por allí, dejando un rastro inquietante. Además, el cielo sobre la casa comenzó a ponerse rojo, y la casa, aunque inmóvil, parecía moverse de una manera extraña, como si respirara.
—Eso es raro… —pensó Cristian, pero siguió caminando hacia el corral de Don José, sin querer darle demasiada importancia.
Cuando llegó a la puerta del corral, saludó a Don José.
—¡Hola, Don José! Buenos días.
—¡Hola, hijo! ¿Cómo estás? —respondió Don José, un hombre de más de 70 años, con una sonrisa amable, pero con una mirada que siempre parecía esconder algo.
—Todo bien, Don José. Vine a pedir los frijoles y los tomates que me pidió mamá —dijo Cristian mientras miraba a su alrededor. Algo en el aire aún lo mantenía inquieto.
Don José le dio lo que pedía y le dio una advertencia.
—Hijo, ten mucho cuidado cerca de esa casa. Hace años, algo terrible ocurrió allí. Y hoy, con este extraño ambiente, no me gustaría que te acercaras demasiado.
Cristian, aunque preocupado, sonrió y agradeció.
—Gracias, Don José. No me acercaré mucho, no te preocupes. Ya me voy a casa.
Al regresar, Cristian no podía dejar de pensar en la casa. Algo no estaba bien, y su intuición le decía que debía averiguar qué pasaba. Cuando llegó a su casa, su madre lo esperaba, preocupada por el tiempo que había pasado.
—¿Todo bien, hijo? —preguntó Esperanza.
—Sí, mamá. Todo bien. Solo que… —dijo Cristian, pero antes de que pudiera terminar la frase, escucharon un ruido extraño, como un susurro que venía de la dirección de la casa abandonada.
—¿Qué fue eso? —preguntó Esperanza, mirando a su alrededor con inquietud.
En ese momento, una figura oscura apareció frente a ellos. Era un hombre alto, con una capa negra y una máscara que ocultaba su rostro. La figura se acercó lentamente, como si estuviera flotando en el aire.
—¿Quién eres? —gritó Cristian, dando un paso atrás.
La figura no respondió, solo hizo un gesto hacia la casa.
—La casa… está viva —dijo con voz baja y temblorosa.
Cristian, lleno de miedo pero también de curiosidad, miró a su madre. Ella, aunque asustada, no quería perder el control frente a su hijo.
—Vamos, hijo. Entremos a la casa. Puede que allí encontremos la respuesta —dijo Esperanza con valentía.
El hombre misterioso desapareció en la oscuridad, y aunque Cristian estaba aterrado, no quería dejar de investigar. Juntos, mamá e hijo, se dirigieron hacia la casa, cruzando la calle cubierta de manchas rojas.
Al entrar en la casa, la oscuridad era total, pero se podía sentir la presencia de algo extraño. La casa crujía con cada paso que daban. De repente, un grito espeluznante rompió el silencio, y una sombra oscura se lanzó hacia ellos. Era el cazador, una figura que había sido responsable de varios crímenes en Springfield hace muchos años.
—¡¿Qué es esto?! —gritó Cristian, mientras su madre lo protegía.
La figura se acercó rápidamente, pero antes de que pudiera alcanzarlos, algo increíble sucedió. Una luz brillante llenó la habitación, y la figura desapareció. Era Samir, un viejo amigo de la familia, quien había estado observando desde las sombras.
—No temáis, he venido a ayudar —dijo Samir, levantando una lámpara mágica que iluminaba el lugar.
El cazador había sido derrotado, pero la casa seguía emitiendo una energía oscura. Samir explicó que la casa había sido maldita por el hombre que había hecho tantos daños en el pueblo. Solo la luz pura podría acabar con el hechizo. Samir, con la ayuda de Cristian y su madre, logró destruir la maldición.
La casa, finalmente, se quedó en silencio, y el cielo comenzó a aclararse. Los tres salieron de allí, agradecidos por haber sobrevivido.
Al regresar a su hogar, Esperanza abrazó a su hijo con fuerza.
—Lo hemos logrado, hijo. Pero nunca olvides que, a veces, las sombras del pasado pueden perseguirnos, y solo con valentía y unidad podemos enfrentarlas.
Cristian, aunque agotado, sonrió, sabiendo que había vivido una aventura que nunca olvidaría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.