Axel tenía 12 años y estaba a punto de terminar la primaria. Había sido un año lleno de emociones, de aventuras con sus amigos, de risas en el recreo y de tardes haciendo tareas. Sin embargo, algo lo preocupaba mucho: el próximo paso que debía dar. Estaba a punto de ingresar a la secundaria, y la idea lo llenaba de incertidumbre. Cada vez que pensaba en ello, su estómago se encogía, como si una nube oscura se posara sobre él.
A Axel le gustaba la primaria, conocía a todos, desde los maestros hasta el portero, y sus amigos siempre estaban cerca. Pero ahora, el mundo le parecía más grande, más confuso. En la secundaria, todo sería diferente: nuevos compañeros, nuevos profesores, nuevas reglas. Y aunque sabía que el cambio era inevitable, el miedo a lo desconocido lo hacía dudar de sí mismo.
Un día, mientras caminaba por el patio de la escuela con la cabeza baja, su madre, María, lo observó desde la distancia. Sabía que su hijo estaba inquieto, y decidió acercarse a él.
—Axel, ¿te pasa algo? —le preguntó María con suavidad, colocándole una mano en el hombro.
Axel la miró y, después de un momento de silencio, respondió:
—Mamá, no estoy seguro de si estoy listo para la secundaria. ¿Y si no hago amigos? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? Todo va a ser diferente…
María sonrió con ternura y lo abrazó.
—Es normal tener miedo, hijo. Los cambios a veces nos asustan porque no sabemos qué nos espera. Pero también pueden ser una oportunidad para aprender cosas nuevas, para hacer más amigos y para descubrir todo lo que eres capaz de hacer.
Axel escuchó a su madre, pero las dudas seguían rondando en su cabeza. Era fácil decirlo, pero enfrentarlo de verdad era otra cosa. Sabía que su madre tenía razón, pero el miedo seguía ahí.
Al día siguiente, en la escuela, Axel tenía clase con la profesora Rosana, una de sus favoritas. Rosana siempre le había dado confianza, con su forma cálida de enseñar y su sonrisa amable. Mientras explicaba la lección del día, notó que Axel estaba distraído. Al finalizar la clase, lo llamó para hablar en privado.
—Axel, te noto preocupado últimamente. ¿Hay algo que quieras contarme?
Axel miró a su profesora, dudando si debía hablar de lo que sentía. Pero Rosana lo observaba con tanta comprensión que se sintió seguro de abrirse.
—Es la secundaria, profesora… No sé si voy a poder con todo lo que viene. Me da miedo no encajar, no ser lo suficientemente bueno en las clases o con los nuevos compañeros.
Rosana lo miró con cariño y le dio una pequeña palmada en la espalda.
—Axel, la secundaria es un nuevo capítulo en tu vida, pero no significa que tengas que enfrentarlo solo. Todos, incluso los más grandes, sienten miedo alguna vez. El truco está en no dejar que ese miedo te detenga. Te aseguro que tienes todas las herramientas que necesitas para hacerlo bien. Eres inteligente, amable y curioso. Lo más importante es que sigas siendo tú mismo, y con eso, lograrás superar cualquier desafío que se te presente.
Las palabras de Rosana resonaron en Axel. Nunca había pensado que, a pesar de sus inseguridades, tal vez ya tuviera todo lo necesario para triunfar. Empezó a sentirse un poco más tranquilo, aunque sabía que todavía le quedaba por recorrer ese camino de incertidumbre.
Los días pasaron, y el fin del año escolar llegó rápidamente. Los estudiantes de sexto grado se preparaban para la ceremonia de graduación, una celebración que marcaría su despedida de la primaria. Axel, aunque aún sentía nervios por lo que venía, decidió enfocarse en disfrutar sus últimos momentos en la escuela que tanto quería.
El día de la ceremonia, Axel se sentó junto a sus compañeros, sintiendo una mezcla de emociones. Mientras los maestros entregaban los diplomas, Axel recordó lo que su madre y Rosana le habían dicho. De repente, algo cambió dentro de él. No era el miedo el que lo dominaba, sino una sensación de orgullo. Había superado tantas cosas en la primaria, y estaba seguro de que, con esfuerzo y dedicación, podría hacer lo mismo en la secundaria.
Cuando Rosana llamó su nombre para entregarle el diploma, Axel se levantó con una sonrisa. Al recibir el certificado de sus manos, ella le susurró:
—Te irá bien, Axel. Lo sé.
Axel asintió, sintiendo el apoyo de su profesora y de todos los que creían en él.
Con el diploma en la mano y la vista puesta en el futuro, Axel entendió que el miedo no tenía que ser un obstáculo. Sabía que los desafíos seguirían llegando, pero ahora también sabía que tenía la fuerza para enfrentarlos. La secundaria, aunque incierta, era solo un paso más en su camino, y estaba listo para darlo.
Al terminar la ceremonia, Axel se reunió con su madre, quien lo abrazó con orgullo.
—Estoy muy orgullosa de ti, Axel. Sé que vas a lograr grandes cosas.
Axel sonrió y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió emocionado por lo que estaba por venir. La secundaria ya no le parecía tan aterradora. Era un nuevo comienzo, lleno de posibilidades. Y lo más importante, tenía el apoyo de quienes más lo querían.
Ese día, Axel aprendió una valiosa lección: aunque el miedo y la inseguridad siempre aparecerían en los momentos de cambio, también lo harían la confianza, el valor y el apoyo de los que lo rodeaban. Y con esos ingredientes, no había reto que no pudiera superar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.