Cuentos de Valores

Carla y el Jardín Mágico de Alejo Lorén

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez una niña joven llamada Carla, que vivía en una casa muy bonita con su hermano Marco, su papá Ferrán, su mamá Patty, y su perrita Maggie. Carla adoraba el color naranja, las lentejas, el chocolate, y cantar su canción favorita: el Himno de Caspe.

Cada mañana, Carla iba al colegio Alejo Lorén, donde tenía muchos amigos y un súper amigo especial, Acher. Juntos, compartían aventuras y juegos, creando mundos de fantasía en el patio del colegio.

Un día, mientras jugaban, descubrieron una puerta secreta detrás de un arbusto en el jardín del colegio. Era una puerta pequeña y brillante, que parecía llevar a otro mundo. Carla, siempre curiosa, propuso explorar lo que había detrás de la puerta. Acher, Marco, Ferrán y Patty, decidieron acompañarla en esta nueva aventura.

Al abrir la puerta, se encontraron con un jardín mágico lleno de colores brillantes y flores que cantaban. Las mariposas danzaban en el aire, y los árboles susurraban cuentos antiguos. En este jardín, cada uno descubrió algo especial: Marco encontró un árbol que contaba historias de piratas, Ferrán un río cuyas aguas relataban leyendas de valientes caballeros, y Patty un jardín de rosas que cantaban melodías encantadoras.

Mientras exploraban, Carla descubrió un arcoíris que terminaba en un lago de chocolate. Emocionada, quiso probar si era tan rico como parecía. Al probar el chocolate, se dio cuenta de que cada sorbo le daba un nuevo poder. Primero, pudo hablar con los animales; luego, comenzó a volar como las mariposas.

Acher, por su parte, encontró un círculo de hadas que le enseñaron a pintar con los colores del viento, creando cuadros que cobraban vida. Patty y Ferrán, llenos de asombro, se unieron a los niños en sus descubrimientos, recordando la importancia de soñar y jugar, sin importar la edad.

Mientras tanto, Maggie, la perrita de orejas largas, encontró un grupo de conejos parlantes que le enseñaron a bailar. Bailaban juntos al ritmo de la música del viento, creando un espectáculo mágico para todos.

En este jardín, Carla y sus amigos aprendieron lecciones importantes: la valentía de explorar lo desconocido, la alegría de compartir con los demás, y el valor de la imaginación. Aprendieron que la magia existe en los pequeños momentos y que cada uno tiene un talento especial que compartir.

Cuando llegó el momento de regresar, todos prometieron guardar el secreto del jardín mágico y visitarlo cada vez que necesitaran recordar la magia de la infancia.

Al regresar a casa, Carla contó emocionada a sus abuelos sobre el jardín mágico. Aunque parecía una historia de fantasía, sus ojos brillaban con una luz especial que hacía creer que tal vez, solo tal vez, el jardín mágico era real.

Desde ese día, Carla, Acher, Marco, Ferrán, Patty y Maggie compartieron una conexión especial. Sabían que, más allá de la puerta, en el jardín de Alejo Lorén, había un mundo donde los sueños se hacían realidad y donde la magia era parte de la vida diaria.

Y así, Carla y sus amigos continuaron viviendo aventuras, aprendiendo y creciendo juntos, siempre recordando la lección del jardín mágico: que la verdadera magia está en la amistad, la imaginación y el valor para seguir soñando.

Mientras el sol se ponía en el horizonte, Carla y sus amigos se sentaron al borde del lago de chocolate en el jardín mágico. Miraban fascinados cómo el cielo cambiaba de color, pintando un atardecer con tonos de naranja, rosa y violeta.

«¿Sabéis qué sería divertido?» dijo Carla emocionada. «Si cada uno de nosotros pudiera pedir un deseo, ¡pero tiene que ser algo que podamos hacer juntos en el jardín!»

Acher, con ojos brillantes, fue el primero en pedir. «Me gustaría que pudiéramos construir la casa del árbol más grande y mágica del mundo, justo aquí, en este jardín.»

Todos aplaudieron la idea y, con un poco de magia del jardín, una gran casa del árbol comenzó a crecer frente a sus ojos. Tenía escaleras de caracol, toboganes que descendían en espirales de colores y ventanas que miraban a cada rincón del jardín mágico.

Luego, Marco pidió: «Quiero que tengamos una biblioteca en la casa del árbol, llena de libros que nunca terminen, con historias de aventuras y misterios que podamos leer juntos.»

En un abrir y cerrar de ojos, una sección de la casa del árbol se llenó de estanterías repletas de libros encantados. Cada libro era una puerta a una nueva aventura, esperando ser explorada por los amigos.

Ferrán, pensativo, añadió: «Me gustaría que hubiera un telescopio en lo alto de la casa del árbol, para que podamos mirar las estrellas y aprender sobre los planetas.»

Así, en la parte más alta de la casa, apareció un gran telescopio, desde donde podían ver galaxias lejanas y maravillarse con las maravillas del universo.

Patty, con una sonrisa, dijo: «Yo deseo que tengamos un jardín de flores que nunca se marchiten y que cada flor nos cuente una historia.»

El jardín se llenó entonces de flores de todos los colores y tamaños, cada una con su propia historia, algunas divertidas, otras emocionantes, pero todas maravillosas.

Por último, Maggie ladró alegremente, como si también quisiera pedir un deseo. Entonces, apareció una pista de baile para ella y sus amigos conejos, donde podrían bailar y jugar siempre que quisieran.

Así, la noche se llenó de risas, cuentos y bailes. Carla y sus amigos disfrutaron de cada momento, sabiendo que habían creado un lugar especial donde siempre podrían volver para compartir aventuras y sueños.

Con el paso del tiempo, el jardín mágico se convirtió en su refugio secreto, un lugar de encuentro para imaginar, soñar y crear recuerdos que atesorarían por siempre.

Y aunque eventualmente tuvieron que dejar el jardín para volver a sus vidas cotidianas, cada uno llevó consigo la magia y las lecciones aprendidas en aquel lugar especial. Sabían que, siempre que lo necesitaran, podrían volver al jardín mágico de Alejo Lorén, donde la magia, la amistad y la imaginación no tenían límites.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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